Seamos héroes de lo cotidiano
| Martes 08 julio, 2014
A la vez que dotamos a nuestra niñez de héroes cotidianos a quienes admirar y querer imitar, nos iremos acostumbrando nosotros mismos, los adultos, a aprender cómo es que se disfruta de la felicidad originada en el esfuerzo personal y colectivo, solidario y orgulloso de sí mismo
Seamos héroes de lo cotidiano
A los niños y adolescentes se les enseña con el ejemplo más que con palabras. Esta es una frase con la que muchos concuerdan pero no todos ponen en práctica.
La Selección Nacional de Fútbol ahora está dando un claro ejemplo de cómo es que se hace para que las cosas den un excelente resultado: disciplina, esfuerzo, trabajo serio y constante de equipo, buena dirección…, entre otras condiciones.
Sin embargo, muchos niños de Costa Rica y del mundo no tienen hoy todos los buenos ejemplos ni las valiosas actitudes que deberían observar en los adultos.
No es que la humanidad no progrese. Sí lo hace. Ya no es permitido que en las escuelas los maestros les peguen con una regla en las manos a los niños y niñas que incurren en alguna falta.
Pero progresar es más que eso. Es educar a los niños con el ejemplo de modo que ellos no tengan ganas de cometer faltas ni de adquirir malos hábitos.
No son pocos los menores de edad actuales que en vez de tener a su alrededor personas a quienes admirar y emular —esos héroes cotidianos que tanto inspiran— tienen un entorno en donde abundan la deshonestidad, la ley del menor esfuerzo, el amor al dinero fácil, el huir del vacío de muchas vidas por medio del alcohol o las drogas y muchas consecuencias que de esto se derivan.
¿Cómo cambiar esto? ¿Puede Costa Rica hacerlo? La Selección ha demostrado que sí. Que a una nación no se le mide por la extensión de su territorio sino por lo valioso de su gente.
Pero si queremos hacerlo, si nos gustaría ser ejemplo mundial no solo de fútbol de excelente calidad sino de pueblo educado, saludable, honesto, trabajador, exitoso en su desarrollo y su progreso… hay que empezar por darles ese ejemplo a los menores.
Con esto, a la vez que dotamos a nuestra niñez de héroes cotidianos a quienes admirar y querer imitar, nos iremos acostumbrando nosotros mismos, los adultos, a aprender cómo es que se disfruta de la felicidad originada en el esfuerzo personal y colectivo, solidario y orgulloso de sí mismo.
¿Queremos?… Si queremos ¡podemos!