Un ejemplo que habla por sí solo
| Sábado 08 marzo, 2014
A Sandra Cauffman le aconsejaron estudiar ingeniería industrial. Pero no era eso lo que ella quería y ese fallo le costó tres años y medio más de estudios para, finalmente, terminar con un doble bachillerato en ingeniería eléctrica y en física matemática
Un ejemplo que habla por sí solo
Sandra Cauffman, una costarricense hoy científica de la NASA, tuvo que empezar por vencer los estereotipos del consejero que la atendió cuando fue a comenzar su carrera en la UCR.
La entrevista hecha y publicada en este medio el viernes anterior bajo el título “Trabajo en un mundo de hombres”, es un buen ejemplo a partir del cual reflexionar sobre los cambios que se debieron hacer en nuestro sistema educativo, para la formación de hombres y mujeres, los cuales no se han hecho.
Hacerlo implicaba salir de la zona de confort, e incluso tomar medidas que podrían no ser populares o tener costo político. Algunas pequeñas medidas adoptadas al respecto no marcaron en realidad un cambio significativo sino que, de nuevo, recaerán ahora sobre el próximo Gobierno.
El caso del que iniciamos hablando, el de Sandra Cauffman, fue el de una adolescente que quería estudiar ingeniería eléctrica.
Sin embargo, al llegar a la universidad le dijeron que en esa carrera no había mujeres por lo cual le aconsejaban más bien estudiar ingeniería industrial.
Sandra explica en la entrevista que aceptó la idea puesto que a sus 17 años, no tenía claridad acerca de las diferencias entre las distintas ingenierías.
Luego se dio cuenta de que lo que había emprendido no era lo que quería y esto le costó tres años y medio más de estudios para, finalmente, terminar con un doble bachillerato en ingeniería eléctrica y en física matemática.
Nos preguntamos, ¿cuántos adolescentes de ambos sexos se verán perjudicados aún hoy por no tener el mínimo conocimiento adecuado sobre las diferentes carreras, para optar por la que realmente prefieran, sin ser desviados por un “consejero”? Y no estamos haciendo una crítica a estos, sino a un sistema que probablemente tampoco los prepara a ellos para los retos actuales.
Por otra parte, este es solo un punto a considerar en el complejo panorama de cambios que se deben generar en nuestro sistema educativo.
Si un ingeniero, un abogado, un odontólogo o especialista en cualquier rama de la medicina u otras disciplinas debe hoy en día mantener un proceso continuo de estudios y actualización, si quiere ser un buen profesional… ¿qué hacen al respecto muchos de nuestros maestros y profesores?
¿En qué medida se ha estudiado la condición de estos últimos profesionales para definir cómo, cuánto y en qué forma debe ser su actualización? ¿Aceptarían estos el reto, como condición para mantenerse activos? ¿Fueron preparados en algún momento para comprender esta realidad y aceptarla como parte de su evolución que les beneficiaría personalmente, además de mejorar la calidad de la educación que imparten?
Ustedes tienen la palabra.