¿A un salto de una dictadura?
Felipe Guadamuz Flores redaccion@larepublica.net | Martes 09 junio, 2020
Volando guayabazos
Cada día da la impresión de que quienes detentan el poder pareciera importarles menos lo que el pueblo piense de ellos y la pandemia les ha caído como anillo al dedo para subir sus índices de aprobación. El fenómeno no solo se da en Costa Rica, sino también en otros países. La crisis ha servido para que los políticos en el poder mejoren su imagen y que las críticas sean mal vistas por un gran sector de la ciudadanía. Empero, como hacer lo correcto no significa siempre hacer lo que es popular, es necesario indicar que los nombramientos en puestos claves del gabinete deben ser idóneos, con los profesionales acorde para esos ministerios y demás está decir que no tengan cuestionamientos penales de ningún tipo.
Estamos claros en que todos son inocentes hasta que se pruebe su culpabilidad por medio de una sentencia en firme, juzgados por un tribunal imparcial y en completo respeto del debido proceso legal. Sin embargo, las reglas mínimas de decencia y caballerosidad exigen que una persona cuestionada por hechos graves, a pesar de no haber sido condenada, debería de abstenerse de ejercer puestos públicos en tanto no se aclaren los hechos.
No es la primera vez que una persona es acusada injustamente y luego demuestra su inocencia, sin embargo, por el bien de la ciudadanía y de los intereses públicos, esas personas deberían esperar hasta que su nombre sea limpiado. Una vez esclarecido todo y demostrada su inocencia, adquirirán mucha mayor credibilidad, admiración y respeto por haber hecho lo correcto y haberse apartado de su servicio público hasta que todo fuera aclarado. Lo contrario solo demuestra que no se tiene ningún respeto por la ciudadanía y que tanto la clase como la decencia parecieran haber sucumbido ante un plato de lentejas.
Curiosamente, aquellos quienes en algún momento enarbolaron la bandera de la ética, que tiempo después dan la impresión de haberlo hecho solo para llegar al poder, cosa que lograron, callan y permiten con su silencio que estas cosas se den, dejando de lado la ética que tanto dijeron defender.
Ante la ciudadanía actualmente los ratings les favorecerán, pero ante la historia es probable que pasarán como los agentes externos que lograron el poder, completando así el ciclo de la organización política cuya última fase ocurre cuando gobiernan los peores.
Da la impresión de que Costa Rica ha pasado de ser una democracia para convertirse en el gobierno de los peores, no solo a nivel del Poder Ejecutivo sino de la Asamblea Legislativa, con un plenario acomodaticio que pasa leyes en menos de una semana, pero que no ejerce un verdadero control político ni tampoco una verdadera discusión en la cual se puedan presentar distintos puntos de vista. Si todos piensan igual, alguien no está pensando y, hoy tanto en el Poder Ejecutivo como en la Asamblea Legislativa, la vasta mayoría parecieran pensar igual.
Que alguien diga que se le olvidó que una persona de confianza tiene una causa penal abierta es pretender insultar la inteligencia. Lamentablemente, da la impresión de que el pueblo está embebido con el “infotenimiento” de algunos medios de comunicación que no informan, sino que parecieran manipular la opinión de la audiencia en favor del gobierno. Urge un periodismo independiente, aplicando la verdadera humildad que no es bajar las orejas sino decir las cosas como son, aunque no sea lo popular ni del agrado de quienes están en el poder.
Pareciera ser que Costa Rica está carente de liderazgo fuerte y ético, esta conjetura surge de lo que aparenta ser el gobierno de los peores y, pareciera que, tal como le ocurrió al oráculo de Delfos, por más que se le diga a las personas que estamos en camino hacia el final del ciclo político, por más indicios de desprecio hacia la ciudadanía y a la prensa por quienes detentan el poder que, como bien dice un amigo, “ese lucir adalid de la ética… y callar ante las faltas de amigos y cercanos… -es – el travestismo a la integridad”, no causa el menor reparo en la mayoría de la ciudadanía que está fascinada con los desfiles ministeriales a mediodía aunado a la que da la impresión de ser la crisis de los cuarenta de quienes aparentan aun no aceptar haber llegado a la adultez y así comportarse como líderes adultos, no como universitarios rebeldes de generación X cuando solían tener veinte años.
Nota. En la columna de la semana pasada indiqué que el artículo constitucional que protege la propiedad intelectual es el 49, en realidad es el 47. Ofrezco las disculpas pertinentes.