Bajareque y escamas: Puntarenas
Candilejas candilejas.cultura@gmail.com | Viernes 15 septiembre, 2017
El olor del estero se filtra por las grietas y puertas de este “patrimonio nacional”. Huele a mar.
Las pescaderías, en sus 2.570 metros cuadrados, quitan escamas de los peces recién capturados.
Elmer Briceño tiene un restaurante allí, en el bajareque, técnica constructiva que emplea estructuras de madera y caña recubiertas con barro crudo. Fue levantado en 1907 y hoy hospeda 40 tramos de ventas.
Es el mercado municipal de Puntarenas, el cual visitamos y “Candilejas” conversó con algunos de sus inquilinos.
Briceño prepara los alimentos en vivo, frescos, al instante que lo ordena el cliente.
Maritza Jiménez, “la macha”, vende hierbas, y asegura que cuenta con las combinaciones perfectas hasta para hacer un “conjuro de amor”. Cargan sobre ella 46 años vendiendo hiervas y plantas medicinales. “Empecé a trabajar desde los 15, este lugar es mi vida”, dice mientras explica la “fórmula” para “amarrar” amores.
Cerca de ella está Minor Porras, quien fuera pescador, hoy dueño de una pescadería. “Dejé de pescar por las trasnochadas, era muy duro, pero pescábamos y había exceso ‘borraja’ de mariscos, tanto que debíamos devolverlos al mar”, cuenta Porras señalando la nueva caja de pescados frescos que acaba de adquirir.
Al lado de su negocio está Nuria Soto, 30 años la acompañan trabajando en su tramo, donde vende cítricos y plantas medicinales.
Cuelga en las paredes de su negocio la imagen de la Virgen de los Ángeles, rodeada de orégano y miel, “es bueno contra la tos”, dice mientras señala la verde planta.
Los olores invaden el lugar, la algarabía de su gente se siente dentro y fuera: hay músicos, guitarras, sol y el estero al lado.
“La macha” muestra una planta de aloe, y explica sus beneficios para la salud. Cuenta que allí se enamoró, allí conoció al padre de sus hijos, con quien aun vive, y agrega: “pero no hice a mis hijos aquí”. Risas.
Entra la brisa del estero, se pierde entre aromas de orégano, miel, sábila y risas.
La gente acostumbra venir por lo fresco de los maricos. El lugar está medio vacío, pero sus inquilinos tienen fe de que mañana será un mejor día.
El bajareque se inunda de escama. “La limpieza de los pescados es fundamental”, agrega Briceño, mientras su hija, esposa y suegra continúan cocinando para los clientes.
En un abrir y cerrar de ojos, el lugar se vuelve mágico, lleno de esperanzas, de fe, donde se confunde el sincretismo con las pasiones humanas. Amor, promesas, flores, santos y hasta fotos de muertos marcan este mercado haciéndolo una joya dentro de “nuestra perla” del Pacífico…Puntarenas.
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
Editores jefes y Directores de proyectos
Fotos: Ricardo Sossa y Shutterstock