Dirigir la Asamblea es un arma de doble filo

Liderar la Asamblea Legislativa a un año de las elecciones nacionales, es un arma de doble filo para cualquier partido político.

Si el Congreso avanza a buen ritmo y se avalan proyectos importantes y de amplio respaldo popular como el recorte de los salarios de lujo en el sector público, es posible que un porcentaje de electores piense que la agrupación al frente en Cuesta de Moras haría un buen papel desde Zapote en 2018.

Esto al haber demostrado capacidad de diálogo en un entorno diverso en intereses políticos, además de altamente hostil en plena campaña.

Aunado a la oportunidad, se corre el riesgo de que la excesiva denuncia de supuestos actos de corrupción, los celos políticos y el ciclo electoral hundan al Parlamento en un atolladero, por lo que el partido que se arriesgue pagaría las consecuencias en las urnas.

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“Toda presidencia legislativa es difícil, pero la última es más, ya que todo acto legislativo incide en la campaña electoral y en los partidos representados en el Parlamento, quienes actúan de una u otra forma en el plenario y en las comisiones, pensando en las elecciones. Bajo esa premisa, lo ideal, es contar con una presidencia legislativa neutra, equilibrada y equidistante, para que haya mayor estabilidad legislativa”, dijo Rolando González, diputado de Liberación.

Para nombrar al presidente del Congreso y al resto del directorio legislativo, se requieren mínimo 29 votos, por lo que ninguno de los nueve partidos representados actualmente, puede hacerlo solo.

De esta forma, las fuerzas políticas están obligadas a negociar una agenda, además el reparto de puestos en comisiones y otros órganos especiales.

Precisamente, la dificultad de encontrar a un candidato “objetivo” en la alianza opositora, complicó las negociaciones previas al 1° de mayo y no se descarta una sorpresa de último momento.

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Esto, porque la alianza opositora que ha estado al frente de la Asamblea Legislativa los últimos dos años, se caía a pedazos durante el fin de semana.

La bancada de Liberación que es la más numerosa con 18 legisladores se oponía, al cierre de edición, a dar sus votos a un integrante de los partidos minoritarios que fuera a la vez candidato presidencial.

Fabricio Alvarado de Restauración Nacional, Mario Redondo de Alianza Demócrata Cristiana y Natalia Díaz y Otto Guevara del Movimiento Libertario, ostentan esa doble condición y por eso estarían vetados.

Por otro lado, no está claro si Abelino Esquivel o Gonzalo Ramírez serán aspirantes presidenciales por Renovación Costarricense, mientras que Óscar López, del PASE, parece estar descartado por Liberación a priori.

Finalmente, el PUSC, el otro integrante de la alianza opositora, está dividido en dos bloques de cinco y tres legisladores, cada uno con un aspirante diferente.

“No es extraño que el candidato se defina incluso el domingo por la noche, cuando nos volvamos a reunir. Queremos continuar como bloque. La condición del PLN de no darle la oportunidad a un diputado que sea precandidato, es una que nosotros no aceptaríamos y así se lo haremos saber a Liberación, pues esa condición nunca se les planteó a ellos, ni al PUSC, cuando lideraron la Asamblea en los últimos dos años”, dijo Natalia Díaz, diputada por el Movimiento Libertario.

El Frente Amplio no tiene candidato y ofreció los votos a cualquiera que se comprometa con una agenda que ellos proponen, en la que resalta el archivo de la Ley de Empleo Público y la aprobación de varios cambios en la renta.

En el caso de la bancada oficialista del PAC, el candidato oficial es Ottón Solís.