Divinidad y demonio
Candilejas candilejas.cultura@gmail.com | Viernes 16 diciembre, 2016
Se cree que este animal no es real, sino un símbolo del Diablo, una imagen, un disfraz literario del autor del Génesis bíblico para referirse a este ser maligno; mismo que para civilizaciones tan antiguas como la egipcia y más recientes, nuestros indígenas borucas y bribríes, sería una deidad, un ser divino, sabio: es la serpiente.
El concepto bíblico –asegura Ariel Álvarez- choca con una gran dificultad, y es que en ninguna otra parte del Génesis se lo nombra al Diablo. Satanás es un personaje desconocido para los autores de los libros bíblicos más antiguos; por eso jamás aparece en el Pentateuco o Antiguo Testamento, ni en los libros históricos y proféticos. ¿Cómo podía conocerlo el autor del Génesis? Los actuales estudios bíblicos afirman, por lo tanto, que “aquí no se trata del Diablo”, asegura Álvarez.
Otros pensadores sostienen que la serpiente no es ningún personaje concreto, sino un símbolo de los malos deseos y de los placeres sensibles. Así, el pecado original habría consistido en una transgresión de tipo sexual, y la serpiente no sería más que un símbolo sexual.
Algunos pueblos antiguos, como los cananeos, emplearon como símbolo de la divinidad a la serpiente, cuando para la sociedad contemporánea es un animal dañino, peligroso y hasta símbolo de encarnación satánica.
Los pueblos antiguos veían en ella tres cualidades: primero, la serpiente tenía fama de otorgar la inmortalidad, ya que el hecho de cambiar constantemente de piel parecía garantizarle el perpetuo rejuvenecimiento. Segundo, garantizaba la fecundidad, ya que vive arrastrándose sobre la tierra, que para los orientales representaba a la diosa Madre, fecunda y dadora de vida. Y, tercero, transmitía sabiduría; por eso, el Génesis la presenta como “el más astuto de todos los animales del campo” (3,1) .
Estas tres características hicieron de la serpiente el símbolo de la sabiduría, la vida eterna y la inmortalidad, no sólo entre los cananeos sino en muchos otros pueblos, como los egipcios, los sumerios y los babilonios.
Para nuestros antepasados bribríes, tanto los espíritus buenos (SuL), como los espíritus malos (Bi), habitan las partes menos frecuentadas del bosque; a veces son invisibles, y otros aparecen bajo la forma de animales como la serpiente.
Los borucas, cuentan la leyenda de “una mujer joven” -hace alusión a una mujer en edad para procrear-, la cual podría tratarse de una sacerdotisa, pues ofrece a la divinidad serpiente una bebida sagrada: chicha, al modo de una libación, “lo que podría considerarse un ritual de fertilidad toda vez que la cueva –en la que se esconde el reptil- constituiría el espacio sagrado en el que se realiza la invocación de la divinidad y la mujer ríe, como producto de un estado extático provocado por la ingesta de chicha. Incluso, se podría tratar de una deidad oracular, como lo es Pitón en la mitología griega, divinidad que revela sus designios a través de una sacerdotisa en estado narcótico: la pitonisa”, asegura Karla Chaves en “Historia de la gran serpiente”.
En la mitología indígena mesoamericana, especialmente los mayas, en su Códice de Dresde (libro más antiguo escrito en América conocido por los historiadores), dedican uno de sus diez capítulos, el número seis, a la serpiente: “números serpiente”, pilares del universo que indican eventos míticos para un período de 30.000 años.
Divinidad o demonio, este animal, sin patas, es parte de nuestra cultura y de la cultura universal. Ha sido una especie de Jano, dios de la mitología romana con dos caras, en el caso de la serpiente, una de dios y otra de Satán, símbolo de todo mal.
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
Editores jefes y Directores de proyectos
Fuentes: Álvarez, A. Julio, 1999. “¿Quién era la serpiente del Paraíso?”. Revista Didascalia. Número 523. / Cháves, Karla. Un análisis de la “Historia de la gran serpiente”. Tomado de “Worldpress.com”. / Recopilación: “Mitología griega”. Ed. Albor. España, 2010. / Zeledón, Elías. “Leyendas costarricenses”. Ed. Euna. Costa Rica, 2011. • Fotos: Shutherstock