El Idealismo y el poder; La necesidad ética de un “Superman”
Juan Diego Sánchez Sánchez sanchez.juandiego@gmail.com | Miércoles 23 agosto, 2023
Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D
Asesor y analista financiero, abogado, profesor e investigador
La definición esencial del poder radica en un elemento etéreo, el cual es abordado desde diferentes perspectivas y establece entre sus bases fundamentales la doctrina del empoderado y el sometido, señalando la imperiosa necesidad de la existencia de una persona en una posición de autoridad, la cual le ha sido dada por otros individuos, esto en aras de una determinada protección, interés o seguridad, estableciendo una especie de relación simbiótica entre las partes, al menos desde una óptica optimista o idealista.
Aunque la definición anterior pudiese ser cierta y la persona con una determina posición autoritaria pudiese ejercer su oficio de una forma altruista y desinteresada, es menester imperativo hacer referencia a la máxima que establece que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe de forma absoluta, tema que conlleva la disyuntiva fundamental de la persona poderosa, que señala que un individuo en dicha situación es sujeta del temor, precisamente por la pérdida de la fuerza o la actividad que le ha dado el poder en primera instancia. Adicionalmente, surge la interrogante del empoderado como ser bondadoso, o bien, la imposibilidad de ser todo poderoso y ser bueno a la vez, o bien, si la posición de mando y fuerza por si misma, imposibilita el ser abnegado y benigno simultáneamente.
En línea de lo anterior cabe señalar que el poder por si solo no parecer ser algo bueno o malo propiamente, sino más bien hace mención a una especie de herramienta situacional y casuística que depende totalmente del entorno y las personas involucradas, donde las acciones derivadas de su uso, están en función directa de las decisiones que el poderoso tome en términos de las aplicaciones prácticas que de su situación de poderío pudiesen devenir, tema que repercute directamente en lo más esencial del ser humano, siendo esto el libre albedrío y la capacidad de elegir entre el bien y el mal, la esperanza o el miedo.
Sin duda, la concepción del poder es un abstracto, el cual puede ser abordado desde concepciones objetivas y subjetivas, pero indiferentemente, su aplicación y uso parecen estar en función de la persona que ostenta la posición de mando y autoridad. Esta aproximación puede ser extrapolada a temas tales como puestos políticos, gerencias, posiciones de mandato tales como la docencia, la capacitación, o incluso la posibilidad de comunicar e influir en las personas, y es precisamente acá donde la figura del idealismo entra en juego, pues es gracias a esta capacidad inherente del ser humano de creer y tener esperanza, así como de estructurar su conducta misma basada en preceptos éticos y morales, donde logra observarse el uso adecuado o equivocado del poder mismo.
Ahora bien, al realizar un análisis analógico del poder como elemento abstracto pero material a la vez, y ligarlo a la figura de Superman, llama la atención el coligamen de este personaje en sus habilidades y fuerza para con la paradoja del poderoso y la bondad, esto pues, al estudiar la mitología de este individuo, parece ser por antonomasia la definición misma del superhéroe en todos sus extremos, no solamente por sus habilidades sobrehumanas, sino por la identificación principal de su personalidad, pues siendo todo poderoso, parece ser a la vez abnegado y desinteresado, y aunque en algunas adaptaciones se ha querido dar una versión alternativa donde sucumbe a la maldad, su esencia básica radica en hacer lo correcto y ayudar a los demás, esto sin una aparente obligación, y sin esperar nada a cambio.
Llama la atención como el personaje pudiendo ser un dios dominador de los seres humanos, decide renunciar a su supuesta divinidad y vivir como un ser humano normal e incluso tímido, prefiriendo sacrificarse a si mismo por cualquiera de sus pares, aunque pudiese gobernar el mundo entero de así desearlo, es decir, la figura de Superman parece romper el paradigma referente a que el poder absoluto corrompe de forma absoluta, y denota más bien una efímera posibilidad de creer y tener esperanza en que el poderío puede ser utilizado para bien, aun cuando todo implica una mayor facilidad de usarlo para el beneficio propio.
Es precisamente de la idea anterior que se deriva la concepción referente a que Superman es anticuado y que es un héroe que la sociedad actual no necesita, donde se señalan nociones tales como que el ser desinteresado y luchar por mejorar el mundo no tiene sentido, o bien, que el tener esperanza en la bondad humana es erróneo, o incluso, indicándose que en tiempos modernos la sociedad no necesita héroes éticos y morales, sino más bien, antihéroes que busquen venganza por encima de la justicia. Sin duda el contexto en cuestión plantea interrogantes de interés, ¿Necesita el mundo y la sociedad creer en personajes como Superman? ¿Es posible la existencia de un Superman real, al menos en su concepción ética?
Resulta de interés el planteamiento antes señalado, pues en una colectividad donde las noticias usuales hacen referencia a casos de corrupción, violencia, asesinatos, y problemas que desgranan la tela misma de la sociedad, parece más bien que la necesidad de creer en la virtud y en una mejora de la vida en convivencia humana son imperativas, donde la figura del héroe moral y anticuado pareciera ser necesaria, más allá de lo que un paradigma actual pudiese señalar, denotando un ligamen directo a la figura del idealismo, que aunque desgastado en su esencia adyacente, no deja de ser cierto y plantea la creencia en un mejor futuro.
En adición a lo anterior, se pensaría que las figuras jurídicas, las normas, los reglamentos y los elementos punitivos del sistema social deben bastar en aras de lograr esa mejora en la convivencia, no obstante y claramente, estos no son suficientes, pues es evidente que la normativa en cuestión existe y se usa, donde las instituciones de derecho encargadas de su aplicación han sido creadas y tiene una funcionamiento práctico, sin embargo, su eficiencia aplicativa radica en las decisiones de las personas que ponen en acción las políticas, reglas y disposiciones dadas para ellas, mismas que sin un elemento ético del usuario tienen poco valor y su efectividad es diluida, precisamente por una aplicación desmedida o egoísta del poder conferido.
En aras de reforzar lo anterior, y retomando la figura del Superman ético, salta a la luz una pregunta de relevancia: ¿Por qué Superman hace lo que hace de forma desinteresada siendo casi todo poderoso y no estando obligado? Esto tiene algunas aristas particulares, pues claramente remite a su formación como Clark Kent con sus padres adoptivos, quienes inculcan una escala de valores bastante marcados, pero más allá que eso, señala una implicación aún mayor, pues al escudriñar al personaje, debe recordarse que es el último de su especie, proveniente de un hogar que nunca ha conocido y aunque se ve y actúa como un ser humano, en el fondo no lo es, siendo una persona sumamente solitaria, de forma que al ayudar a los demás, Superman logra maximizar su libre albedrío ayudándose a si mismo al ser aceptado y encontrar sentido a su propia existencia, siendo la esperanza en un mundo igualitario y justo su brújula moral.
Aunque se podría interpretar que lo dicho antes es iluso y no tiene más función que un análisis filosófico de un personaje de historietas, cabe plantearse la interrogante personal en referencia a si un poco de ese idealismo cuasi soñador pudiese devenir en una mejora social, a si en realidad es tan descabellado creer en ayudar de forma abnegada, y sobre todo si es posible la existencia y uso del poder sin repercutir en corrupción. La reflexión del caso radica en que el poder humano reside en el libre albedrío, y es menester personal su buen uso en la atención a terceros, sabiendo que con esto se logra la autoayuda personal y aunque pudiese interpretarse como un factor ilusorio e idealista, puede mejorarse la sociedad misma.