El Morazán es una fiesta
Candilejas candilejas.cultura@gmail.com | Viernes 24 marzo, 2017
Anita Chanto se sintió fascinada por su profesor Alfonso Quesada, se enamoró siendo 12 años menor que él, un amor imposible: era casado.
Un beso y una carta dejó el profesor a quien fuera su esposa de entonces, antes de partir a la guerra de 1948.
Hiriendo el aire como afilada navaja, con una velocidad de 330 metros por segundo, una bala perdida estalló el corazón de aquella esposa. Cuando regresó de la guerra, el profesor, ahora soldado veterano, la encontró muerta. Había sido ya enterrada.
“Estamos en fiestas…”, anunciaban los periódicos cada diciembre. Nada que envidiar al carnaval de máscaras en Venecia, Costa Rica tenía el suyo: “paseo de mascarada en el distrito de la Merced”, evento “telonero” al gran baile de la noche para recibir el año nuevo.
La decoración del parque Morazán había finalizado. Arcos de luces adornan sus entradas, se han colocado elegantes coronas luminosas alrededor del recién inaugurado Templo de la Música; viniendo de la estación del Atlántico, anuncia La Tribuna (1920), el espectáculo es una “hiriente maravilla visual”.
Los músicos de la Banda de San José ensayan y preparan sus instrumentos para la retreta en la que muchos Ticos recibirán el nuevo año. Los más adinerados se ubican cerca de la banda, y los menos afortunados lejos, otros solo serán observadores a la distancia. Los ricos asistirán al Teatro Nacional.
Estrenar en Navidad y Noche Buena es costumbre y, dicen, atrae prosperidad el resto del año. Los pudientes se visten con camisas y cuellos de hilos nuevos, chalecos, vestidos de seda; guantes blancos y pañuelos finos.
Quienes no puedan estrenar ropa, acudirán un año más a la tintorería de Carlos Peralta, ubicada en Cuesta de Moras. Las tintas alemanas, con colores firmes y brillantes, cambiarán el color de sus vestimentas usadas el año anterior para el mismo evento, con la ilusión de engañar a los demás haciendo pasar sus atuendos por nuevos, en un esfuerzo de volver efectiva la ilusión de la “igualdad”.
A las 7:30 p. m. inicia la chispeante colorida iluminación del Paseo de la avenida de las Damas y empieza la “gran retreta”, función musical al aire libre en el Morazán.
Esta fiesta es un rasgo cultural muy costarricense del siglo anterior, descrita por el ABC de 1929 : “a los ticos les toca usted una chirimía y le dan fuego a un cachiflín, aquí tratándose de juerga, hasta la plata sobra”. Años atrás, en diciembre de 1920, el periódico La Tribuna publicaba sobre la conducta y hábito respecto del evento: “…todos creen que suenan las trompetas del Juicio Final y que es urgente convertir la ciudad en campos babilónicos. Los escándalos son manjar cotidiano y de él participan ricos y pobres…”.
“Este rincón de San José –el parque Morazán- no tiene precio y difícilmente se encuentra otro igual en Centroamérica”, según La Tribuna de 1920, en referencia a las fiestas cívicas y de fin de año que allí ocurrían.
Aquel espacio urbano luce como árbol navideño, es una algarabía con globos de colores lanzados hasta estallarse contra el universo en medio de aplausos, bombetas y música.
Diminutos papeles coloridos se mecen en el aire y una manada de este confeti acaricia de repente el cutis de Anita Chanto, juguetona y tímida se voltea para responder. Se paraliza. Quien acaba de tocar su rostro con los papelitos es el hombre de sus sueños, su exprofesor Alfonso, ahora viudo.
Entrelazan sus brazos para bailar. En medio de la danza y sin pestañar, Alfonso le ofrece matrimonio.
Se casaron el año siguiente y tuvieron tres hijos. Solo la muerte los separó.
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
Editores jefes y Directores de proyectos
Fuentes: Fuentes: Recuperados de www.sinabi.go.cr : Programa oficial para las fiestas cívicas de San José. (30 de diciembre de 1920). Diario de las fiestas, periódico anual. / La decoración del Morazán. (30 de diciembre de 1920). La Tribuna. / Estamos en fiestas. (28 de diciembre de 1929). ABC.
Fotos: Gerson Vargas / La República; Cortesía de Basilio Chanto Quesada y Shutterstock