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El Oro Invisible: Beneficios Económicos de Menos Ruido

Eduardo Sasso G. redaccion@larepublica.net | Viernes 28 junio, 2024


Silense


Eduardo Sasso

Ingeniero industrial especializado en transformación social empresarial

Coordinador general de Costa Rica Sin Ruido

No es noticia ni coincidencia que nos gusten los hoteles cinco estrellas. Tampoco es casualidad que anhelemos vivir en casas de lujo ubicadas en lugares alejados del estrés de la ciudad. Además de privacidad y cercanía a la naturaleza, hoteles y casas como estas son evidencia de que la tranquilidad y el silencio también tienen un precio invaluable. Más allá de pagar por estar rodeados de verde, la gente paga también por no estar expuesta a la bulla. ¿Cuáles son las ventajas del silencio sobre nuestros bolsillos y el bienestar económico? ¿Será el silencio el ‘oro invisible’?

Los beneficios económicos de reducir el ruido en Costa Rica requieren más atención de la que se han obtenido hasta la fecha. La paz sonora y el silencio…

• Incrementan la productividad en el trabajo

• Llevan a tomar mejores decisiones a nivel personal, familiar, y empresarial

• Aumentan la plusvalía de propiedades

• Potencializan el turismo al atraer la naturaleza y sus sonidos a nuestros entornos

Cabe explorar más a fondo estos cuatro beneficios de vivir menos ruido en nuestros hogares, ciudades, y lugares de trabajo —beneficios que bien podrían llevarnos a nombrar el silencio como el “oro invisible” —.

Incrementa la Productividad en el Trabajo

Nada más seguro que la ausencia de distracciones para garantizar que un ingeniero diseñe un puente con seguridad y precisión. Lo mismo puede decirse para que un médico trasplante un riñón o un corazón, sin equivocarse. Los errores ocasionados por la distracción que genera la bulla y el ruido pueden ser costosos. Se requieren, más bien, espacios de silencio para poder concentrarse y ejecutar con profesionalismo.

Reflexionando en nuestra experiencia común, es fácil darse cuenta como cultivar espacios de silencio y de descanso aumenta nuestra productividad y mejora nuestro desempeño. Rendimos mejor cuando estamos relajados. No es por nada que una revista como negocios como Harvard Business Review haya afirmado que el “descanso es productivo”.

Y tampoco es casualidad que las oficinas centrales de Google, por ejemplo, cuenten con “cuartos de silencio”. Ahí los colaboradores tienen vista al agua e inclusive pueden recibir un masaje para así soñar con la gran siguiente aplicación del Internet. Otros estudios subrayan cómo incorporar prácticas de 5-6 minutos de lectura en espacios de silencio puede reducir el estrés hasta en un 60-70 por ciento.

Por motivos como estos, en el mundo laboral ha emergido una tendencia indomable hacia incorporar toda índole de prácticas trascendentales. Estas incluyen estar conscientes (“mindfulness”); incorporar modalidades de la llamada ‘espiritualidad en los negocios’ (“business spirituality”); encontrar empresas diseñando espacios de trabajo enfocados en el bienestar holístico de sus colaboradores (“workplace wellbeing”); destinar lugares físicos para la yoga y la meditación dentro de las empresas. La misma Harvard Business Review ha creado la revista “Ascend” (ascender) con reflexiones semanales enfocadas en estos temas —incluyendo el poder del silencio—. 

Cada vez más psicólogos empresariales y gestores de talento humano continúan reconocido que los seres humanos no somos máquinas, sino seres biológicos complejos. Y, como tales, damos lo mejor cuando estamos relajados y nos encontramos en ambientes que propicien el flujo de nuevas ideas. De ahí que una multinacional como 3M le otorgue 15% del tiempo a sus colaboradores para que divaguen y sean creativos en proyectos personales (algo que Google ha imitado también).

Y que no se confunda el silencio y el descanso con vagancia ni con pérdida de tiempo. De acuerdo al graduado de Oxford Jonah Lehrer, autor de Imagina: Como la creatividad funciona (“Imagine: How Creativity Works”), el silencio potencializa la creatividad. También estimula las nuevas ideas, y nos lleva hasta soñar despiertos (“daydreaming”). Permitir que la mente divague dejando al cerebro descansar libre de ruidos invasivos nos libera para que se entretejan conexiones frescas en nuestras neuronas. Y así surgen nuevas ideas ‘sin querer queriendo’.

Los estudios y la ciencia hoy confirman lo que la tradición y la experiencia siempre han sabido: el descanso es creativo, y su hermano gemelo, el silencio, también lo es. Detenerse a veces permite avanzar y no oír ruido —de hecho— permite lograr escucharlo todo.

Ayuda a Tomar Mejores Decisiones

Por justa razón las mejores ‘encerronas’ empresariales se llevan a cabo en lugares en el campo o las montañas, alejados de la bulla de la ciudad. Por el mismo motivo, buscamos espacios de silencio cuando necesitamos tomar decisiones personales importantes. Y, por la misma causa, gurúes, sabios, y profetas a lo largo de los siglos han buscado lugares solitarios en la naturaleza para ser iluminados.

Los estudios de la ciencia hoy siguen revelando el porqué de estas prácticas. La Clínica Mayo en Minnesota, por ejemplo, ha recetado la meditación como buena medicina. Sus médicos han encontrado que la meditación en silencio reduce los niveles de estrés, ansiedad, enojo, y depresión. 

También, según un informe del National Center for Biotechonology Information, los contextos tranquilos también nos hacen más inteligentes. “La investigación sugiere,” concluye este reporte, “que la meditación modula las actividades cerebrales asociadas con el control cognitivo, con la regulación de emociones y la empatía, y conlleva a tomar mejores decisiones no-sociales y sociales.”

De manera similar, según varios estudios de comportamiento y de resonancia magnética del cerebro revelan que quienes meditan a lo largo de un tiempo prolongado demuestran tener cambios en la composición física de sus cerebros. Estos cambios incluyen mayor grosor cortical en el córtex prefrontal, mayor concentración de materia gris en la ínsula derecha, y mayor densidad de materia gris en el tronco cerebral. Literalmente, la meditación y el silencio cambian y mejoran la composición física de la mente.

Evidencia similar de estudios cognitivos apunta también a cómo la meditación en ambientes de tranquilidad mejora la capacidad de atención y de memoria. Y la meditación ayuda también a reducir la preocupación, por un lado, y aumentar la felicidad y el altruismo, por el otro.

No está demás subrayar lo evidente: El silencio es alimento sano para la mente y para el alma. Nuestras mentes ‘neuroplásticas’ cambian y son capaces de amoldarse para que tengamos diferentes conductas dependiendo del estímulo que recibimos. Literalmente, la mente se encoge y se estresa ante conductas negativas y antisociales (y ante estímulos negativos como el ruido). En contraste, la mente crece y se estimula ante conductas más nobles y sociales y presencia de estímulos correctos —en este caso, al pasar más tiempo expuesta al silencio—.

Todo esto conduce a la pregunta: ¿Cuál economía puede prosperar con gente estresada y amargada por el ruido, llevándola a tomar malas decisiones? ¿O será más bien que una economía sana requiere también mentes sanas? La evidencia científica y la experiencia personal apuntan a un rotundo ‘¡sí!’.

Potencializa la Plusvalía en Propiedades

Un centro urbano densificado como lo es la Ciudad de Nueva York —conocida como ‘la ciudad que nunca duerme’ — ha establecido como código de ley lo siguiente:

“Es la política pública de la ciudad que cada persona está titulada a niveles de sonido de ambiente que no vayan en detrimento de la vida, la salud, y el disfrute de su propiedad. Por lo tanto, se declara que la creación o mantenimiento de ruidos excesivos e irracionales dentro de la ciudad afecta y es una amenaza para la salud pública, el confort, la conveniencia, la seguridad, el bienestar y la prosperidad de los ciudadanos.”

Las razones detrás de esta declaratoria son explícitas. Pero más allá de los beneficios ya mencionados, esta legislación se fundamenta en parte también sobre efecto que tiene el ruido sobre el valor de las propiedades. Los Neoyorquinos saben que el ruido se carcome el ‘oro invisible’.

De acuerdo a un estudio de la revista de bienes raíces Realtor, si bien el valor de un inmueble no está siempre directamente ligado a los niveles de ruido en el que se encuentra, sí existe correlación.

Por ejemplo, el estudio señala como zonas residenciales dentro de un radio de 3 kilómetros de un aeropuerto se ofertan a un 13 por ciento por debajo de hogares en zonas aledañas. De igual forma, la cercanía a un ferrocarril disminuye el precio promedio de una propiedad en un 12 ó 13 por ciento; la cercanía a una autopista en un 11 por ciento; la cercanía a una calle transitada en un 9 por ciento. 

Otro estudio del Journal of Real Estate Practice and Education, publicado en Research Gate, confirma hallazgos similares. El valor de una propiedad decrece cuando los niveles de sonido de tráfico vehicular sobrepasan los 45 decibeles (una moto en Costa Rica típicamente llega a los 80-90 decibeles). También, la empresa Collateral Analytics afirma que el ruido “está dentro de los factores más significativos afectando el valor de una propiedad residencial.”

Si bien el ruido podría representar un ahorro para quien alquila o compra un inmueble en una zona bulliciosa, a la larga el supuesto ‘ahorro’ cobra la factura. No solo quien vende recibe menos por su inmueble —y las municipalidades cuentan con menos fondos para mejorar nuestros barrios y ciudades— sino que quienes vivimos en lugares afectados por el ruido a la larga terminamos pagando el precio en detrimento de nuestra salud… y también en detrimento de nuestra calidad de sueño. Lo barato siempre termina saliendo caro. (Hay mucho por decir en relación a la importancia del silencio para la salud; tema para otra ocasión.)

Atrae los Sonidos Naturales a Nuestros Entornos

Por último, mas no menos importante, el silencio beneficia y protege la salud de la naturaleza y el ecosistema, el más grande tesoro de Costa Rica.

Tristemente, esto no es cierto en nuestras ciudades en el país. Como me comentó un turista una vez visitando San José, “you live in a very noisy city.” (“Ustedes viven en una ciudad muy bulliciosa.”)

Además de los humos, los malos olores, y la proliferación de rótulos comerciales que afean el rostro de una ciudad, el ruido también afecta el bienestar ciudadano y espanta al turismo local —siendo por su puesto el turismo una importante fuente de ingresos y actividad económica en el país—. 

¿Qué sería de Costa Rica si protegiéramos mejor el ‘oro invisible’, para que quienes visitan nuestros bosques y montañas decidieran visitar también las ciudades con el mismo entusiasmo? Dormir en hoteles silenciosos. Caminar sobre aceras sin altoparlantes y sin escándalos. Disfrutar el silencio en los parques… ¿qué si hacemos del silencio y de los sonidos naturales algo esencial y no-negociable en barrios y ciudades? Como lo señala la Ingeniera Zeidy Marín del Colegio de Ingenieros y Tecnólogos, el ruido en Costa Rica sigue siendo una “contradicción para la economía”.

Dicho eso, es necesario ir más allá. No podemos simplemente evaluar las ventajas del silencio para la economía —y nada más—. Fuera de cualquier beneficio que traigan más árboles, aves, grillos, mariposas, y polinizadores en nuestros contextos, las plantas y animales también son dignos de vivir en hábitats silenciosos. Ellos necesitan y se merecen el silencio al igual que nosotros seres humanos.

La revisa National Geographic afirma: “Los animales usan el sonido por una variedad de razones, incluso para navegar, encontrar comida, atraer parejas y evitar a los depredadores. La contaminación acústica les dificulta realizar estas tareas, lo que afecta su capacidad de supervivencia.”

Por su parte, la National Science Foundation sostiene que dentro de los principales problemas generados por la contaminación sónica se encuentra el anidamiento tardío de especies de aves. Las aves resultan ser más sensibles a la luz y al sonido que los humanos. El ruido afecta sus patrones de migración y apareamiento.

Para muchos, esto sonará trivial, pero se debería reconsiderar reconociendo el rol indispensable de las aves e insectos en el esparcimiento de semillas, en la salud de los bosques, en la estabilidad de los corredores biológicos, y en la polinización. Y ni qué decir en el turismo ni en nuestro bienestar personal. (¿Quién en su sano juicio prefiere levantarse con el roncar de las muflas que con el cantar de las aves?)

De igual forma, la Wildlife Society señala cómo inclusive los insectos requieren vivir en silencio. De hecho, los insectos merecen nuestro respeto y agradecimiento al ser quienes “gobiernan el mundo”, como lo pone Jesse Barber, profesor asociado de Boise State University en Idaho. O como bien lo afirmó Albert Einstein, “sin abejas no hay civilización.”

* * * * *

Esta última consideración parecerá esotérica o irrelevante… pero de hecho nos acerca a la raíz de porqué hay tanto ruido en nuestros barrios y ciudades. Y la raíz del problema es que hemos convertido a la tecnología en un dios. Le hemos dado carta blanca a nuestros artefactos tecnológicos para que hagan y deshagan a su antojo. Pero ¿será que la tecnología fue creada para el ser humano y no el ser humano para la tecnología?

La forma de vivir la vida que predomina hoy —donde estamos enfocados en la tecnología, en el entretenimiento, y en los seres humanos como el centro de todas las cosas— podría ignorar llamados de atención como estos. 

Pero tenemos que preguntarnos si las junglas de concreto y las burbujas digitales en las que vivimos sumergidos nos hacen el mismo bien que estar rodeado de otros organismos no-humanos y de todo tipo de vegetación. De nuevo, ¿quién en su sano juicio puede oponerse a dormir oyendo más grillos y a despertarse con el cantar de las aves? Como lo dijo un expresidente de Costa Rica, “¿para qué tractores sin violines?” O ¿para qué jaguares sin delfines?

No es por nada que la pandemia del Covid-19 presenciara un éxodo de la gente hacia zonas rurales y campestres. Y, como señalamos al principio, no es por nada tampoco que las casas de lujo se encuentren en lugares rodeados de verde y de silencio, el oro invisible.

La ciencia y la experiencia demuestran que nos urge acoger de nuevo a la naturaleza en nuestras ciudades. Y es hora también de traer a nuestros barrios el silencio que se experimenta en las afueras.

* * * * *

Para resumir, el silencio aumenta la productividad en el trabajo; nos lleva a tomar mejores decisiones en la política, en la familia, en los negocios. El silencio incrementa la plusvalía de propiedades; el silencio atrae a la naturaleza y sus sonidos a nuestros entornos cotidianos.

Más allá de trabajar para eliminar las fuentes de contaminación sónica —por más importante que eso sea— también es hora de reconocer el ruido como un cáncer enmascarado. Más importante, urge honrar el silencio como el ‘oro invisible’ que en realidad es. El silencio es una dimensión fundamental de nuestro bienestar, y por eso es hora de crear paisajes de sonidos positivos, con menos ruido. Es hora de convertir nuestras empresas, barrios y ciudades en espacios de lujo en donde el silencio y la paz estén al alcance de todas y todos.







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