Entre la furia y la amabilidad
Carmen Juncos cjuncos@larepublica.net | Viernes 13 febrero, 2015
Entre la furia y la amabilidad
Están ahí unos y otros. Nunca se sabe a qué grupo pertenece el que viene atrás, adelante o a un costado. Hay también los que no están en los extremos sino en diversos niveles entre aquellos.
Si conduce un vehículo por la ciudad capital, usted está expuesto, tanto a los enfurecidos como a los amables. A los insultos, los gritos desaforados, y a gestos de enojo de todo tipo, o a gente que va tranquila y denota paz.
Se trata de un nuevo factor de la cultura urbana actual.
Pero ¿a qué se debe que unos logren controlar su estado de ánimo y otros no, aunque todos compartan el mismo caos vial que tenemos?
Los que ya no logran controlar sus impulsos, insultan, gesticulan, lanzan su vehículo para avanzar como si con ello se les fuera la vida y le ocasionan daño a su salud física y emocional, cuando no a los demás.
En el otro extremo, están los que serenamente se detienen y dan paso amablemente si alguien ha puesto una señal solicitándolo.
El estado de estrés que se manifiesta con violencia, generalmente es una condición que tiene su origen en la infancia.
Es algo que los niños aprenden de sus padres o de quienes los cuidan. Se van formando según el ejemplo, dice la psicóloga Ingrid Naranjo.
Los más amables, son los que toleran mejor este tipo de situaciones. Por lo general estas personas, además de contar con una personalidad más serena y con más control sobre sus impulsos han dedicado más tiempo (intencionalmente o no) a modelar su carácter.
La mejor forma de lidiar con estos instintos tan primitivos y tan fuertes es “auto-ejercitarse”, es decir, la práctica.
Llega un momento en que el cerebro descubre que es más eficiente optar por la serenidad, la amabilidad.
Uno puede empezar a ejercitarse en esto mientras hace cola en un cajero. Es algo menos estresante y poco a poco se va extrapolando a situaciones más complejas, como conducir en la tarde de un viernes negro, explica el psicólogo clínico Rafael León.
Si el enojo y la respuesta violentos a lo que nos sucede daña nuestro organismo y arremete contra terceros… ¿podríamos tratar de cambiar esa cultura agresiva?
El 90% de los accidentes de tránsito responde a causas humanas. Es un mito que sean fallas mecánicas del vehículo (8%) o el estado de las carreteras (2%), comenta el sociólogo Adrián Portuguéz.
El, en su experiencia como capacitador de Seguridad Vial en escuelas urbanas y rurales del cantón de Aserrí, ha construido con niños(as) un perfil de la persona que es más propensa a morir en accidentes de tránsito y ha generado las siguientes características: conductor, hombre, mayor de edad, agresivo, imprudente, violento.
Las redes sociales son un foco en el que la gente deposita un poco su ira, pero es también un arma de doble filo por ser un causante de distracción que puede producir un accidente aún si quien lo usa lo hace por medio de su voz, en vez de sus manos.
El estilo de vida, las demandas, han traído más nivel de violencia en general, pero afortunadamente, el estilo de vida lo elige usted.
Le invitamos a pensar en esto, porque un cambio de cultura puede hacer más fácil y tranquila la vida de todos, al menos mientras se ordena el tránsito de vehículos en nuestra ciudad, algo que es ya “harina de otro costal”.
Carmen Juncos Ricardo Sossa |