Fin de una obsesión
Luis Fernado Rojas lrojas@larepublica.net | Lunes 26 mayo, 2014
Fin de una obsesión
Desahogo blanco y locura hasta el amanecer en la Cibeles
Fue una larga espera; 12 años y 92 minutos de sufrimiento por la orejona, la más deseada, apetecida, soñada, pero que por A, B o C, no había vuelto a las vitrinas del Real Madrid, hasta el pasado sábado, en que la “Décima” se hizo realidad de la mano de Carlo Ancelotti.
El festín no fue para menos y miles de aficionados madridistas aguantaron hasta casi el amanecer del domingo para celebrar con su equipo y ver cómo Sergio Ramos, el héroe que anotó cuando el Real olía a entierro, le colocó la bufanda con los colores de su equipo a la diosa Cibeles.
El arribo madridista al sitio se dio al borde de las 6 a.m. tras pasearse triunfalmente por el Paseo de la Castellana y Paseo de Recoletos desde el estadio Santiago Bernabéu, donde dejaron el autobús que los trasladó desde el madrileño aeropuerto Adolfo Suárez para subirse a uno descubierto en el que hicieron el recorrido recibiendo el cariño de su afición.
Tras hacer una entrada triunfal en la plaza, los jugadores madridistas, con su entrenador, Carlo Ancelotti, al frente portando la Copa conquistada, subieron a la pasarela montada alrededor de la Fuente de la Cibeles para saludar a los aficionados que abarrotaban la plaza y aledaños.
Tras dar toda la vuelta a la fuente llegó el momento cumbre de la celebración madridista en su plaza talismán. Iker Casillas, como capitán del equipo, agradeció primero a la afición su presencia hasta altas horas de la madrugada para celebrar con ellos el título europeo y se subió, junto a Sergio Ramos, a una estructura montada ex profeso para colocar a la diosa la bufanda y una bandera con los colores del Real Madrid. Fue Sergio quien merecidamente cumplió con la tradición.
Tras colocar las enseñas y ofrecer la Copa desde lo más alto de la fuente junto a Casillas, el Real Madrid se retiró para descansar y volver con su afición en una fiesta que el club realizó ayer en su estadio.
Atrás quedaron las penas y los sonrojos. Seis años se atascó el Real Madrid en la barrera de octavos de final. Juventus, Arsenal, Bayern Múnich, Roma, Liverpool y Olympique de Lyon iban cediéndose el testigo de verdugos, lastrando proyectos millonarios que no encontraban el objetivo deseado.
Florentino Pérez decidió apostar por José Mourinho, quien no logró la orejona pero al menos condujo a una reconstrucción y una recuperación de la autoestima perdida dejando tras su partida al menos las bases de la “Décima”, tras tres años de semifinales; en el primero lo frenó Barcelona, el segundo los penaltis contra el Bayern y el último intento un nuevo capítulo de la “maldición alemana” ante el Borussia Dortmund, para que llegara Ancelotti quien a su primer intento le devolvió la gloria al madridismo.
Luis Rojas y EFE
lrojas@larepublica.net
@La_Republica