Finalmente vimos completo al Messi del Barcelona
Walter Herrera wherrera@larepublica.net | Viernes 16 diciembre, 2022
Finalmente le llegó a Lionel Messi el partido soñado y saldó la deuda con una actuación magistral, digna de sus epopeyas con el Barcelona de Pep Guardiola, que lo catapultaron a la cima como el mejor futbolista del mundo.
Pasaron muchos años, decenas de partidos, se escribieron miles de notas, se escucharon voces resonantes, se anotaron comentarios, análisis, reflexiones, justificaciones del porqué el Messi “argentino”, no jugaba en la Selección Nacional como el Messi “español”.
“Es que en la albiceleste no juegan ni Xavi, ni Iniesta, y el “pibe” no es Maradona, capaz de echarse solo el equipo al hombro, como lo hizo Diego en México 86”, decían los que más saben.
Y a pesar de que el 10 argentino llevó a la cima al Barcelona y lo convirtió en el mejor equipo del planeta, a él, específicamente a él, se le negaba el galardón de mejor futbolista del universo porque ”no había ganado un Mundial”.
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Bueno, pareciera que llegó la hora o mínimo, Lionel Messi está a 90 minutos de convertirse en campeón del mundo, después de maravillar a millones de millones de aficionados al fútbol, con su “partidazo” de semifinales ante Croacia.
Si todavía vemos y vemos y vemos extasiados aquel gol de Maradona, cuando dejó botados como pines de boliche a varios ingleses, eludió al portero Shilton y anotó el bien calificado “gol del siglo”, en México 86, este miércoles igual, millones de millones de aficionados al fútbol, quedamos en “shock”, con la acción magistral e individual de Lionel Messi, que terminó con el 3-0 en favor de la Argentina ante los croatas y el pasaporte a la final.
Fue en el minuto 69, que el capitán albiceleste tomó la pelota recostado por la franja derecha del ataque argentino, a muchos metros del marco que defendió el “mamulón” de Dominic Livakovic, quien ya se había “tragado” un gol desde el punto de penal del propio Messi, con un mortero alto a su lado izquierdo.
Lionel metió primera y empezó a correr paralelo a la raya de esa banda, balón pegado a su zurda mágica, los croatas lanzaban sus tenazas que no alcanzaban los tobillos del capitán argentino y le salió el penúltimo escollo, el joven de la máscara, el juvenil veinteañero Josko Gvardiol, a quien Messi le rompió la cintura en mil pedazos, lo llevó de aquí para allá y de allá para acá y lo dejó botado para enseguida servirle a Julián Alvarez la pelota para que anidara el 3-0.
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Ese gol que gestó Lionel Messi fue una obra de arte pintada en el zacate del Estadio Lusai Iconic, anotación desde luego digna de un Mundial de Fútbol, pero más que eso, un gol qué dada la construcción espectacular del capitán argentino, finalmente saldó esa deuda que arrastraba el mejor delantero del mundo y que tenía, no solo con sus millones de admiradores, sino con él mismo.
Lionel Messi urgía de jugar un partido como éste, lo necesitaba, le hacía falta, no para tapar bocas porque éste de verdad no tenía que demostrarle nada a nadie, sino para que finalmente el mundo observara extasiado y admirado, uniformado con la albiceleste de la selección argentina, al Messi fenómeno del Barcelona.
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