La Cuarta Revolución Industrial y el Desarrollo de Nuevas Habilidades
Robert Garita hi@robertgarita.com. | Viernes 27 septiembre, 2019
La Cuarta Revolución Industrial, conocida como Industria 4.0, es la cuarta etapa industrial de mayor trascendencia desde el inicio de la Revolución Industrial en el siglo XVIII.
Esta etapa representa un cambio fundamental en la forma en que vivimos, nos comunicamos, trabajamos y, principalmente, cómo nos relacionamos unos con otros.
Este capítulo en el desarrollo humano es caracterizado por una fusión de avances tecnológicos extraordinarios, en donde las fronteras de los entornos físicos, digitales y biológicos se vuelven cada vez más difusos.
Sin embargo, esta revolución es más que un simple cambio impulsado por la tecnología, es una extraordinaria oportunidad de ayuda y soporte para todos nosotros como ciudadanos, como líderes sociales y políticos, como gobiernos locales y centrales, para todo tipo de persona, indiferentemente de su género, edad o ingreso, en donde podemos y debemos aprovechar las tecnologías emergentes para crear y construir un futuro inclusivo, centrado en el ser humano y su relación con su contexto.
Lo anterior se vislumbra como un presente prometedor; sin embargo, al mismo tiempo genera una serie de interrogantes acerca de cómo esta revolución -caracterizada por la conectividad móvil, el Internet de las cosas, la inteligencia artificial y la robótica de próxima generación, la impresión 3D, materiales avanzados, ingeniería genética y nanotecnología, combinadas y conectadas- están transformando los sistemas de producción y consumo, impactando los modelos de negocios, el crecimiento económico, la sostenibilidad y, con mayor evidencia, la empleabilidad y el emprendimiento, demandando distintas habilidades y destrezas.
Los cambios disruptivos en los modelos comerciales existentes están generando un profundo impacto en el panorama laboral, según el informe del Foro Económico Mundial sobre el Futuro del Empleo (2016), se estima que el 65% de los niños que ingresan hoy a la escuela primaria probablemente crecerá para trabajar en tipos de trabajo que aún no existen. Además, el Instituto Global McKinsey proyectó en 2014 que entre el 15-25% de las tareas realizadas por los trabajadores industriales en los países desarrollados, y entre el 5-15% de esas mismas tareas completadas en los países en desarrollo, podría automatizarse para el 2025.
En particular, la innovación y las nuevas tecnologías están influyendo en las habilidades requeridas para la producción y consumo, generando un impacto significativo en los empleos y oficios que conocemos hoy en día, desde la creación de nuevos hasta el desplazamiento de los mismos, incluyendo el desarrollo de nuevas habilidades.
Por ejemplo, la automatización y la robótica reducirán la mano de obra directa, pero también requerirán un conjunto de habilidades cambiantes en la fuerza laboral y en las pululantes iniciativas de emprendimiento.
Esto quiere decir que el capital humano, definido como el conocimiento y las habilidades que poseen las personas para crear valor en el sistema económico, está evolucionado significativamente.
El Índice Global de Capital Humano del Banco Mundial (2017) clasifica el grado de desarrollo del capital humano por medio de cuatro elementos:
• Capacidad: nivel de educación formal de las generaciones más jóvenes y mayores como resultado de la inversión en educación pasada
• Desarrollo: educación formal de la fuerza laboral de la próxima generación, mejora continua y actualización de la fuerza laboral actual
• Despliegue: aplicación de habilidades y acumulación entre la población adulta
• Saber cómo: amplitud y profundidad del uso de habilidades especializadas en el trabajo
Los sistemas de educación, tanto formales como informales, directos o indirectos, deberán adaptarse y anticiparse a los cambios provocados por las innovaciones disruptivas resultados de la Revolución Industrial que vivimos, colaborando estrechamente con los gobiernos, empresas y emprendedores para identificar las habilidades esenciales para el futuro.
Sin embargo, como ciudadanos conviviendo en sociedad, tenemos una responsabilidad fundamental y clave para los retos expuestos anteriormente, y es el ser permeables y receptivos con el “aprendizaje a lo largo de la vida”, conocido como “lifelong learning”, en el cual toda nueva experiencia se convierte en una oportunidad para aprender y desarrollar las competencias como individuo.
Para Escotet (1992), la misión fundamental de la educación permanente es “enseñar a aprender, inculcar que el aprendizaje no es terminal y preparar a los ciudadanos para que después de dejar el sistema formal de la educación siga aprendiendo”.
A esto agrego: “seguir aprendiendo por nuestra cuenta, sin dependencia, que la guía sea determinada por nuestras pasiones e intereses, dejando de lado el patrón tradicional de esperar capacitación externa y determinada por un tercero”.
Robert Garita
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