La patología colectiva de los impuestos
Jorge Dengo jorge.dengo@asamblea.go.cr | Martes 16 agosto, 2022
Jorge Dengo Rosabal
Diputado
Liberal Progresista
Recientemente presenté a la corriente legislativa un proyecto de ley con el que busco eliminar el impuesto al valor agregado en todos los arrendamientos de vivienda, ciertamente a esta iniciativa le falta mucho por ver, discutir y andar en la Asamblea, esto sin importar que según el artículo 50 de la Constitución Política existen diversas formas de hacer política fiscal buscando el mayor bienestar y el más adecuado reparto de la riqueza para todos.
En ese camino pueden surgir muchas preguntas: ¿quién es el contribuyente real?, ¿cuál es la cadena de valor detrás del impuesto?, ¿aplica o no este impuesto a este tipo de relación contractual? En fin, todavía a esta propuesta le resta mucho por recorrer.
Dicho esto, me llama poderosamente la atención como en la psique de muchos costarricenses el pago del impuesto, cualquier impuesto, ya viene incrustado como moneda de canje. No hay derecho a cuestionar, como lo hago en este caso, si este impuesto debería ser pagado. Al menos esa es la conclusión de varios mensajes que he recibido en redes sociales a raíz de esta propuesta.
Para empezar, fuera de que es discutible si este IVA aplica o no, los ingresos por alquileres que reciben los propietarios de los inmuebles son ingresos gravables y como tales están afectos al impuesto sobre utilidades. O sea, no es que se dejaría de generar la obligación de pagar al menos un impuesto.
Pese a la gran cantidad de impuestos existentes (más de 190), pareciera que para un gran sector de la población siempre hay campo para uno más. Después de 8 años de voracidad fiscal de ambos gobiernos PAC, hemos internalizado y convertido como parte de nuestro ADN la necesidad patológica de meterle impuestos a todo. Y ¿para qué? Pese a tener un intrincado sistema tributario, que en teoría busca una adecuada distribución de la riqueza, el coeficiente de GINI que mide esta distribución, pone a Costa Rica como uno los países más desiguales de la región, solo por detrás de Colombia y Panamá.
Por otro lado, el nivel de pobreza se mantiene en el 23% y esta triste realidad se ha sostenido por varios años pese a la introducción o aumento de impuestos. Esto lleva a concluir que no es con más impuestos o con en el aumento de los existentes donde tenemos el camino para disminuir esa desigualdad y atacar este gravísimo problema.
Aún con esta conclusión que pareciera ser evidente, en el cuatrienio legislativo anterior para evitar discusiones de fondo y para facilitar aprobaciones de leyes, lo más sencillo era incluir impuestos o cargas solapadas. Tres ejemplos se me vienen a la mente. Dos que no se materializaron (uno potencialmente podría) y uno que si llegó a ser ley.
En algún momento se discutió el tema del patrocinio del deporte con bebidas alcohólicas y, sin entrar en la discusión de fondo de este tema, la moneda de canje era incluir un impuesto específico para los contratos de patrocinio que se firmaran para conformar un fondo para la actividad, esto sin considerar que de haber existido este tipo de contrataciones los ingresos que hubieran producido estarían sujetos al impuesto sobre la renta, o sea, se proponía crear un impuesto encima de otro, solo para buscar la aprobación del proyecto. Mala idea, muy mala de hecho.
Otra mala idea que todavía está dando vueltas en la corriente legislativa es la que tiene que ver con las plataformas de movilidad. Por puro facilismo, a algún legislador se le ocurrió que, para compensar a los concesionarios del transporte público, las plataformas de movilidad tenían destinar parte del IVA que cobran a los usuarios para indemnizar a estos concesionarios de taxis. O sea, no basta que a través de la tarifa impuesta por ARESEP y que comprende todos los costos de los concesionarios se hubiera pagado ya en muchos casos el costo de la concesión, sino que además esta propuesta busca “indemnizarlos”.
Otra pésima idea surge de la necesidad de reconocer legalmente a todas estas plataformas, pero que nuevamente busca la vía fácil de un impuesto como moneda política. Lo peor, en este caso en particular, es que siendo una recarga en el IVA, los que terminan pagando la dichosa indemnización son los consumidores.
Finalmente, la última mala idea que desgraciadamente se materializó, la encontramos en la ley del Cannabis Medicinal y el Cáñamo. Esta ley tiene muchísimas oportunidades de mejora, tal vez por una posición muy puritana nacida del desconocimiento en la materia, los legisladores aprobaron un incremento de un uno por ciento al impuesto sobre la renta a las personas físicas o jurídicas que se dediquen a la actividad del cannabis medicinal. Esto es un sinsentido. ¿Por qué se va a discriminar a una industria con un porcentaje mayor del impuesto sobre la renta? ¿Solo en razón de la materia prima que utiliza? Está científicamente comprobado el beneficio terapéutico de los medicamentos que utilizan THC y ¿vamos a buscar la forma de encarecerlos? ¿Solo por una posición casi colonial nacida de un conservadurismo sin sentido? Si es así, deberíamos subir el impuesto sobre la renta a las compañías que producen medicamentos a base de opio, dado que la materia prima también se usa como sustancia recreacional. Ojo, no estoy dando ideas, sino que creo importante encuadrar la patología que nos afecta como sociedad.
Si nos damos cuenta de la enfermedad y vemos con los datos que el coeficiente de distribución de la riqueza no cambia, que el nivel de pobreza se mantiene por arriba del 20% desde hace décadas, podemos concluir razonablemente que la medicina de más impuestos no ha servido, ni va a servir y que probablemente para dinamizar la economía, producir trabajo, incrementar la productividad, y la misma recaudación fiscal lo mejor que podemos hacer es eliminar impuestos, bajar tasas a los existentes y realmente hacer un ejercicio consiente y práctico de reducción del gasto estatal.
Por ahí se repiten consigas y frases vacías, que yo en lo personal no voy a entretener ni repetir, para justificar más impuestos. Estas nacen de análisis muy superficiales y creencias dogmáticas que, en mi opinión, son síntoma de la patología expuesta. Creo que es hora que colectivamente asistamos a terapia para superar este mal.