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La traición de Obama a Israel en la ONU no debe permanecer

Bloomberg | Miércoles 28 diciembre, 2016


La resolución, aprobada la semana pasada, afirma que los asentamientos israelíes construidos sobre tierras ocupadas desde la guerra de 1967 no tienen "validez legal".


La desacertada decisión del presidente Barack Obama de ordenar que Estados Unidos se abstuviera de votar sobre la resolución de la Organización de las Naciones Unidas condenando los asentamientos israelíes rompe con la anterior política estadounidense, socava a un aliado vital y entorpece el proceso de paz en Oriente Medio. Sin embargo, también ofrece a los demócratas y republicanos la oportunidad de unirse en torno a un enfoque más realista para resolver uno de los conflictos más difíciles del mundo.

La resolución, aprobada la semana pasada, afirma que los asentamientos israelíes construidos sobre tierras ocupadas desde la guerra de 1967 no tienen "validez legal". Por lo tanto, etiqueta a la décima parte de los judíos de Israel que viven en Jerusalén Este y Cisjordania como residentes ilegales, lo cual podría reforzar la campaña para sancionar o boicotear a Israel, o incluso para demandarlo ante organismos internacionales.

Las anteriores administraciones de Estados Unidos han vetado resoluciones de este tipo por esa misma razón y por socavar el curso de las negociaciones entre Israel y los palestinos. Como señaló correctamente el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, al condenar la decisión del gobierno, una ONU "fervientemente antiisraelí" se convierte en "el foro equivocado" para que Israel y los palestinos resuelvan sus diferencias.

Al abandonar la costumbre estadounidense anterior, Obama alienta la creencia de los palestinos de que pueden presionar a la ONU en su esfuerzo por lograr la condición de Estado. En todo caso, su decisión es un fracaso de la diplomacia y es probable que sea contraproducente. Corre el riesgo de aumentar la presión interna sobre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fortaleciendo así su determinación de seguir adelante con los asentamientos. De hecho, el anuncio hecho por el gobierno israelí de que podría aumentar los proyectos de construcción, el viento ya está soplando en esta dirección.

Si los palestinos quieren una paz duradera basada en una solución de dos Estados, deben aceptar que es Israel, y no la ONU o la "comunidad internacional", con quien tienen que negociar. Eso significa negociar de buena fe, no abrazar resoluciones vacías que ignoran los acuerdos ya alcanzados para redibujar las fronteras de Israel. También significa poner fin a la "intifada de apuñalamientos", condenar y combatir el terrorismo y respetar sus obligaciones con respecto a la seguridad. Netanyahu, a su vez, debe estar dispuesto a eliminar asentamientos que incluso la ley israelí considera ilegales, a intercambiar tierras por la paz, tal y como hizo en el pasado, y a cumplir con sus obligaciones económicas y de seguridad con los palestinos si ellos cumplen las suyas.

Asentamientos israelíes

Estados Unidos, como única superpotencia del mundo, ya ha dado la espalda a su responsabilidad para salvar cientos de miles de vidas sirias y ha permitido un éxodo de refugiados que está desestabilizando a Europa y puede provocar el final de la Unión Europea. Alejarse de un aliado clave tanto para la seguridad de Estados Unidos como para Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos es poco aconsejable. Abandonar a un amigo —una democracia estable y legítima, con una economía dinámica, innovadora y abierta al exterior— es inconcebible.

Afortunadamente, el revuelo en ambos partidos políticos provocado por la decisión sobre la ONU de Obama proporciona una oportunidad para que los demócratas y los republicanos se movilicen alrededor de una política más constructiva. Deberían comenzar aceptando los planes del presidente electo Donald Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, un paso previsto, pero nunca adoptado por los presidentes Bill Clinton y George W. Bush.

Estados Unidos seguirá desempeñando un papel crucial ayudando a ambas partes a elegir la mejor manera de avanzar. En la elección entre el terror y la paz, la democracia y la represión, no puede haber espacio para la imparcialidad, y mucho menos la abstención.


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