La copa invertida
Candilejas candilejas.cultura@gmail.com | Viernes 30 octubre, 2015
Se inventaron desde tiempos precristianos. Dentro de las culturas antiguas, incluso hoy, juegan un papel místico, mágico, religioso. Su tañido fue creado con los propósitos de alejar al mal y propiciar el bien.
Al llegar la era cristiana, se introdujo un nuevo conjunto de palabras para designarla: “signum, docca, nola”, que son comúnmente traducidos como “campana”. En un período posterior se utilizaron todos esos términos para designar las que eran campanas de iglesia, principalmente aquellas caracterizadas por un gran tamaño.
Hoy, Costa Rica tiene – a pesar de la carencia de estudios al respecto- , quizá, la campana más grande de por lo menos toda Centroamérica, pesa 2.494 kilogramos; fue fabricada en 1881 por la empresa Clinton H. Meneely Bell Co., ubicada en Troy, Nueva York, y ha sido donada a nuestro país por la diócesis de Brooklyn, Estados Unidos.
Esa congregación también obsequió una virgen de bronce y un púlpito antiguos, ¿sabe cómo llegaron estos monumentales presentes a Costa Rica? El cura párroco de la iglesia Nuestra Señora de La Soledad, en San José, Carlos Rojas Sánchez, ha sido el contacto para otros sacerdotes de la diócesis de Brooklyn, quienes han venido al país con el propósito de aprender español, y así atender y servir a las almas latinas en el estado de Nueva York.
Por lo que, un día, el padre Rojas acude a la diócesis de Brooklyn y solicita la donación de cálices y copones (en los que se depositan las hostias), pero a cambio recibe algo mucho más grande: “La campana de la paz”, nombre sugerido por el actual obispo Nicolás Di Marzo, de Brooklyn, debido a la tradición pacifista de Costa Rica.
La campana estuvo por más de un siglo en la iglesia San Vicente de Paul, en Nueva York, sin embargo, el templo “se mudó”, cambió de sitio, por lo que lo “desmontaron” por partes, una de ellas, la campana donada a Costa Rica.
Imágenes del púlpito representando a los cuatro evangelistas: Juan, Lucas, Marcos y Mateo. Ricardo Sossa/LA REPÚBLICA
Son precisamente los miembros de esta iglesia quienes se organizan y preparan la logística para el envío de la gigante metálica por barco, la cual será colocada en el jardín noroeste de La Soledad. “Sería imposible intentar colocarla en el campanario”, dice el padre Rojas.Hace 160 años, el primer obispo de Costa Rica, monseñor Anselmo Llorente y Lafuente, solicitó al arquitecto Hugh G. Tonkin diseñar los planos para la iglesia de la Soledad, y en 1934 se adaptaron las torres de la misma para colocar sus campanas, dos en cada torre; a unos 20 metros de altura, y, están “bautizadas”, sí, sus nombres son: “Fe, Esperanza, Caridad y Ave María”, son tocadas por el sacristán Kevin Ramírez y fueron fabricadas en Paccar, Alpes Franceses, uno de los sitios de fundición de bronce y fabricación de campanas más importantes del mundo.
De esta forma, Nueva York y Paccar convergen en nuestra cultura y paisaje urbanos con la ahora denominada “Campana de la paz”, la misma que verá Kevin cada vez que suba a las torres para hacer sonar a las “hermanas” menores de la gigantesca campana, la cual verá Kevin solo por instantes, mientras que “Fe, Esperanza, Caridad y Ave María” lo harán por la eternidad.
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
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