Mi voto es para… ¿Una Inteligencia Artificial?
Marlon Segura Morera elcuerpopolitico@gmail.com | Viernes 06 septiembre, 2024
Marlon Segura Morera
Politólogo, educador, y analista de comunicación no verbal.
Mi voto es para… ¿Una Inteligencia Artificial?
La incursión de la inteligencia artificial (IA) ha venido paulatinamente generando transformaciones en todas las dimensiones sociales, siendo utilizada para sistemas de navegación, diagnósticos clínicos, mejoras en ciberseguridad, entre otros. Su irrupción en el ámbito político no es una excepción, aunque esta varía de distintas maneras de un país a otro.
¿Aló? ¿Rodrigo Chaves?
Para el caso costarricense, un ejemplo de su uso -como herramienta- fue la campaña electoral del actual presidente de la República. De acuerdo con una investigación del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), y publicada en La Nación el 3 de agosto de 2023, en su contienda se utilizó un Bot para hacer creer a los votantes que hablaban directamente con el entonces candidato a través de mensajes de WhatsApp. Al respecto, Federico Cruz, asesor de imagen de Chaves, sostuvo «Empezamos a tirar este brochure con un código QR y la gente empezaba a llegar a un ‘bot’ automatizado, muy moderno, no es un ‘bot’ tradicional; es un ‘bot’ que empezaba a hablar uno a uno y la gente sentía que estaba hablando con el presidente. Entonces, empezamos, rápidamente, en 15 días, a captar una base de datos que llegó a ser de 600.000... La gente se sentía realmente agradecida porque le hacíamos ciertas variaciones para que la gente sintiera que el candidato le estaba hablando».
El caso de Rodrigo Chaves, con el debate que puede generar sobre el impacto de la IA en campañas, es una sencilla ilustración de la IA como herramienta en una contienda política. En otras amplitudes a esta se le ha querido posicionar, ya no como herramienta, sino como un actor político emergente.
Inteligencia artificial al poder: ¿Ciencia ficción?
En el año 2016 surge Watson, un robot dotado de IA, creado por IBM y promovido por la Fundación Watson for President como candidato alternativo a la presidencia de los Estados Unidos. ¿Suena a invención? A sabiendas de que la legislación estadounidense no permite la participación de la IA en puestos de elección popular, el proyecto Watson surgió con el objetivo de promover la IA como alternativa a las y los políticos humanos «Creemos que las capacidades únicas de Watson para evaluar información y tomar decisiones informadas y transparentes lo definen como un candidato ideal para las responsabilidades laborales requeridas para ser presidente».
Entre quienes recibieron propuesta con entusiasmo estuvo el reconocido autor estadounidense Joshua Davis, quien desde la plataforma Wired.com publicó Elijamos una I.A como Presidente «Una IA presidente da la posibilidad de ofrecer una forma de gobierno más pura, enfocada en la representación de los ideales para los que elegimos a nuestros presidentes. Los votantes podrían escoger entre una IA Demócrata o una IA Republicana, la que prometa promulgar la plataforma del partido. Otra opción sería simplemente votar por una lista de temas, y una IA que refleje la voluntad popular ejecutará acorde».
IA candidato
Los esfuerzos por ir perfilando la IA como candidato político, y no como una ‘herramienta’ más se pueden identificar en varias latitudes. Motivado por un deseo de cerrar la brecha entre lo que los votantes quieren y lo que los políticos prometen, en el año 2016 se creó en Nueva Zelanda el chatbot llamado SAM, producido por Meta Platforms, Inc y liderado por el emprendedor Nick Garritsen. Fue promocionado como el primer político virtual de la historia. El objetivo era alcanzar una silla en el parlamento neozelandés en las elecciones del 2020. El proyecto finalmente se abortó luego de que la legislación local aún no permitiera su participación. No obstante, el primer objetivo de sus creadores -darle a conocer- se logró.
A SAM le siguieron otras iniciativas, como el robot humanoide Michihito Matsuda, quien participó junto a su promotor, Tetzuso Matsuda, en los comicios por la alcaldía de Tama, Tokio, en abril de 2018. El candidato queda tercero con 4013 votos. 4 años antes este había participado sin una IA, quedando en el noveno lugar. La estrategia de promocionarse con una IA si bien no le alcanzó, lo dejó al filo de entrar en segunda ronda.
¿IA candidato en Costa Rica?
De momento no ha surgido un candidato IA en suelo nacional, pero, conforme avancemos hacia sistemas cada vez más inteligentes, tecnologías más integradas, y una sociedad más cuantificada, tarde o temprano en el país es probable surgirá algún tipo de debate sobre si es conveniente o no tener una IA ocupando por ejemplo una curul en la Asamblea Legislativa, o un espacio como regidor o alcalde. Y quién sabe, aunque parezca descabellado, tal vez en un futuro tengamos un candidato IA a la presidencia.
En otras latitudes ya se perfila un interés, creciente, por sustituir humanos por IA en las decisiones políticas. Así, por ejemplo, en el año 2021 un estudio de la IE Universidad (campus Segovia) estimó que el 51% de los europeos apoyaría la reducción del número de parlamentarios nacionales y la asignación de esos escaños a un algoritmo. En Corea del Sur, con su ciber entusiasmo, el porcentaje aumenta a un 92%. Quienes defienden a una IA como candidato señalan principalmente: es más objetiva, no es corrupta, es más barata, puede identificar deseos, intereses y preferencias de la gente, y puede trabajar 24/7. Quienes se le oponen -o se consideran tecno preocupados-, sostienen que esta vendría a cuestionar los cimientos de la democracia representativa, pues en el principio todo poder viene del pueblo y que por ende una IA no tendría un rol claro en la cadena de responsabilidad y legitimidad.
Sea cual sea nuestra postura, algo parece ser cierto en torno a la IA como candidato, y ello se traduce en diversas interrogantes, iniciando por:
¿Habría mayor apoyo hacia una IA en la política electoral conforme el respaldo a la democracia y a la política tradicional vaya en descenso? En el caso costarricense, ¿estaría la ciudadanía inclinada en apoyar la incursión de una IA en política conforme el desencanto electoral llegase a aumentar?
¿Qué lugar ocuparía la decisión política en una democracia algorítmica?
¿Quién controla a los algoritmos y asume responsabilidad por las decisiones?
¿Qué regulaciones y qué engranaje debe implementarse para un uso transparente de los datos de la ciudadanía?
Estas y más preguntas, muchas de naturaleza ética, requieren plantearse -con prontitud- en distintos espacios del acontecer nacional, como lo son las universidades, medios de comunicación, el congreso, entre otros. La necesidad de debatir y de decidir es realmente imperativa, pues los sistemas automatizados tienen la capacidad de entusiasmar y de empujarnos a la irreflexividad. Y si bien es cierto, no podemos cerrarnos al potencial que ofrece la IA, tampoco debemos dejar de hacer aquello que la filósofa Hannah Arendt planteaba cuando decía que no podíamos “perder la capacidad de criticar las instrucciones y la falta de reflexión sobre las consecuencias.”