Provocatio – La mentira del liderazgo tóxico
Fernan Gallegos fgallegos@neworkrules.com | Viernes 27 septiembre, 2024
En honor al nombre de esta columna, Provocatio, hoy pretendo provocar cierta efervescencia alrededor de un tema que normalmente aceptamos como ya establecido o normalizado. Me refiero a estilos de liderazgo.
Pero antes, ¿qué es un líder u cómo surge? Para mejor entender esto, veamos como en la vida diaria es normal pensar, erróneamente, que una persona cuando asume ciertas posiciones tiene implícito el título o rol de líder. Lo vemos a nivel empresarial y en representatividad ciudadana como puestos de elección popular, como el de presidente. Lo cierto es que no elegimos a un líder sino a un representante con un marco de autoridad definida, ya sea constitucionalmente o con la delegación de autoridad por medio de una descripción de puesto. Tanto el presidente como un gerente funcional deben saber cómo ejercer esa autoridad, por medio de la aplicación de habilidades de liderazgo, logrando mejores resultados colectivos que no les sería posible de manera independiente.
Hay vasta literatura sobre liderazgo, la mayoría valiosa, sin embargo, en mi opinión, existe un error con respecto a los diferentes tipos de liderazgo. Este no radica en las diferentes características situacionales del liderazgo, sino en insinuar que un líder pertenece exclusivamente a uno de estos estilos “empaquetados”. No. Un líder debe aspirar a dominar la mayoría de las conductas necesarias, de todos los “estilos” para ejercer exitosamente un liderazgo. Ninguna persona puede dominarlas todas, pero tampoco encasillarse únicamente en un estilo en particular. El líder, especialmente en un ambiente cada vez más incierto, diverso y convulso, debe saber cómo reaccionar y liderar en situaciones particulares con personas particulares.
Entonces, cuando vemos literatura pregonando los diferentes estilos de liderazgo, realmente están hablando de conductas específicas que apoyan resolver situaciones particulares.
Un “estilo” de liderazgo que me incomoda en particular, es el llamado liderazgo autoritario, el cuál supuestamente debe utilizarse en momentos de crisis y de alta tensión, donde se requiere de decisiones decisivas e inmediatas. Nada más alejado de la realidad. En momentos de crisis, si bien puede ser necesario tomar decisiones complejas y en algunos casos unilateralmente, esto no es sinónimo de un estilo autoritario. En esos momentos, es aún más necesario un líder que logre integrar varias habilidades, como la ambidiestralidad (la capacidad de resolver la inmediatez y de crear las condiciones de relevancia futura a la vez), sentido estratégico, la inteligencia emocional, la capacidad de influenciar, delegar, entre otras. Pretender resolver una crisis de manera unipersonal amparado a un estilo autoritario, es, en el mejor de los casos, una mentira, y en el peor, un gran error que puede conducir a un problema mayor al que se pretendía resolver.
Un líder es líder, no por la autoridad que le confiere su descripción de puesto, sino por su habilidad de ganarse ese privilegio de ser reconocido como tal. Edifica a su equipo al crear las condiciones para que cada uno aprenda y logre lo que no sabían que era posible. Nunca menospreciándolos para figurar. Un individuo que proyecta, o incluso fomenta, una cultura tóxica nunca debe ser considerado líder. No existe tal cosa como un líder tóxico. Esta persona no es más que un individuo tóxico con autoridad. Dejemos de normalizarlos.