Tres Giros Mentales para Poner a Costa Rica a Volar este 2025
Eduardo Sasso G. redaccion@larepublica.net | Miércoles 08 enero, 2025
Eduardo Sasso
Ingeniero industrial especializado en transformación social empresarial
Coordinador general de Costa Rica Sin Ruido
Todos conocemos la historia del viejillo pasado de tragos que, habiendo perdido la llave de su casa, la buscaba sin éxito dando vueltas y vueltas alrededor de un mismo poste eléctrico. Como era de noche y nada más había luz en torno al poste, pensaba que sólo ahí podría encontrar lo que buscaba. De esa forma, el viejillo se limitaba por el ‘sesgo de horizontes conocidos’: La única realidad que existía en su mente era únicamente aquella que podía ver.
Cuenta otra historia de un joven que, después de seis horas de caminar bajo el sol, según él en dirección a Puerto Viejo, cae en cuenta que estaba por llegar a Puerto Caldera. Incrédulo (y emberrinchado) al percatarse de su error, el muchacho se negaba aceptar que había tomado la ruta incorrecta. (“¡¿Cómo va ser, si llevo ya seis horas sudando bajo el sol?!”)
Contrario dar vuelta en U, el joven continuó no obstante en la misma dirección, ignorando los hechos como si nada, manifestando así la llamada ‘disonancia cognoscitiva’: la inhabilidad de aceptar una verdad a pesar de que la evidencia demuestra lo contrario.
Tercero, se nos cuenta de una empresaria de bolsas plásticas de un solo uso, defensora apasionada de lo que ella predicaba como ‘libertad’. Concebía la libertad como poder fabricar cuántas bolsas quisiera, a las horas que ella quisiera, y contaminando tanto cómo ella quisiera (sin darse cuenta que eso, en efecto, no era libertad, sino libertinaje e irresponsabilidad). Y creía que todo (todo) aquel que cuestionara sus métodos era un ‘retrógrado’, un ‘obstáculo’, un ‘zurdo’, un ‘ambientalista necio’, y —por su puesto— un ‘comunista’.
La señora tipificaba así un impulso instintivo que los científicos evolutivos han demostrado que se remonta a épocas prehistóricas: el ‘pensamiento binario’. Dicho instinto convencía a esta dama de que la complejidad de las situaciones se reducía siempre a un simple blanco vs. negro, a un pelado ‘todo’ vs. ‘nada’. La estimada empresaria estaba sentada en que ella —y sólo ella— estaba en lo correcto, y que todos los demás que no pensaran igual, simplemente no.
¿Cómo trascender estas tres limitantes mentales, comunes a todas y todos?
EVITAR EL ‘SESGO DE LO CONOCIDO’ FORJANDO NUEVOS ‘CAMINOS NEURONALES’
El caso del viejillo borracho nos invita a reconocer la importancia de salir del confort de lo conocido. Sólo caminando en la oscuridad desconocida puede uno encontrar la llave; así como nada más perdiendo de vista la costa es que podemos descubrir nuevas tierras.
Aquí los científicos especialistas en neuroplasticidad nos recuerdan de la importancia de constantemente forjar nuevos circuitos neuronales. El cerebro tiende estar cómodo y tomar rutas conocidas. Por eso se vuelve necesario crear nuevos caminos. Y es aquí donde entran en juego el aprendizaje constante, el diálogo, la escucha activa, el estudio pausado, y —lo más importante y olvidado— la lectura. La disciplina de leer es a la mente lo que alzar pesas es al cuerpo. Sólo con dolor hay ganancia.
Para trascender soluciones trilladas (y a veces chiquiticas), en Costa Rica necesitamos mentes grandes, mentes fuertes, mentes disciplinadas que abran paso hacia nuevos horizontes.
TRASCENDER LA ‘DISONANCIA COGNOSCITIVA’ ABRAZANDO LA ‘HUMILIDAD EPISTÉMICA’
Por su parte, el caso del joven negador y emberrinchado recalca la importancia de dejar atrás actitudes ‘cabeza dura’. En contraste, las mentes de avanzada son aquellas que ponen de lado su orgullo y tienen la fortaleza de reconocer que han venido siguiendo un camino incorrecto.
Aquí vienen al caso las crisis climáticas, el desequilibrio social entre los pocos que tienen cada vez más y los muchos que tienen cada vez menos, el modelo económico predominante que continúa devastando la naturaleza y generando estrés, estrés, y más estrés.
Esto es buena parte es síntoma de nuestra ‘disonancia cognoscitiva’ que nos ha impedido dar un giro a tiempo, en lugar de tener la fe y la valentía de apostarle a sistemas económicos alternativos. Un buen punto de partida serían los modelos propuestos por la New Economics Foundation, The Wellbeing Economy, el distributismo, y varios economistas ecológicos en la línea de Herman Daly, Bill Rees, y Kate Raworth.
Bien recalcó Albert Einstein que para solucionar un problema requerimos aplicar una lógica distinta a la que nos llevó a caer en él. Necesitamos, por eso, una ‘humilidad epistémica’ como fuente de cambio —es decir, una nueva postura mental que sea flexible, ágil, y que nos permita tener la humildad de cambiar de rumbo a tiempo, por más tarde que parezca—.
REEMPLAZAR EL ‘PENSAMIENTO BINARIO’ CON LA ‘MENTALIDAD INTEGRATIVA’
Finalmente, la señora de las bolsas plásticas es un recordatorio del peligro de la mentalidad simplista y del tribalismo combatiente. El desafío no se trata de un juego de ajedrez entre las ‘bolsas plásticas de un solo uso’ vs. ‘nada de bolsas’. Tampoco se trata de estar a totalmente favor o totalmente en contra de fabricar bolsas.
El pensamiento binario surgió en la era de las cavernas en respuesta a las amenazas de animales salvajes: “o ataco a este león para defenderme” o bien “pego morón para que no me mate”. Y el instinto biológico se ha quedado con nosotros: ‘Pepsi’ vs. ‘Coca Cola’, ‘derecha’ vs. ‘izquierda’, ‘malo’ vs. ‘bueno’.
Pero pocas cosas en la vida requieren decisiones así de bruscas y rudimentarias. (Además, uno puede optar por una limonada en lugar de una gaseosa, y por caminar hacia adelante en lugar de hacia un lado o hacia el otro.)
Es hora, más bien, de trascender la tendencia binaria prehistórica y movernos hacia una mentalidad integrativa. Esta busca recolectar lo mejor de distintas opciones y crear un equilibrio sano.
Volviendo a las bolsas, una mentalidad integrativa reconoce una gama o un espectro de posibilidades intermedias. Podemos apostarle a bolsas de polímeros naturales, o bolsas confeccionadas a partir de retazos de telas viejas, o bolsas compuestas de textiles de bambú, o bolsas de PET reciclado —o bien, si no deseamos bolsas del todo, inclusive optar por cajas de cartón o cajas de plástico plegables—.
La mentalidad integrativa deja atrás la dicotomía simplista de ‘bolsa’ vs. ‘no-bolsa’. Rechaza también el egoísmo tribal de ‘mi fábrica contaminante’ vs. ‘todos quienes la critiquen’ (‘nosotros’ los ‘buenos’ contra ‘ellos’ los ‘malos’). Por el contrario, la mentalidad integrativa conjuga múltiples factores hasta encontrar alternativas que reúnan múltiples condiciones: aquellas dos (o tres o cuatro) bolsas que logren combinar resistencia, durabilidad, funcionalidad, estética, el menor impacto ambiental, etc.
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Es hora de ver más allá de nuestra nariz y dejar atrás la cabeza dura de nuestras tendencias neurobiológicas ancestrales. Debemos apostarle, más bien, a éstos y varios otros giros mentales que nos permitan poner a Costa Rica a volar. Los desafíos del siglo XXI lo exigen y nuestros hijos, sobrinos, y nietos van a estar agradecidos.