Un trato entre iguales
José Pablo Rodríguez eterms@gmail.com | Lunes 21 abril, 2025

Los avances de China a partir de 1978 con las reformas de Deng Xiaoping y hasta la fecha, han sido objetivo de admiración y estudio en todo el mundo.
Su característica principal ha sido un acelerado desarrollo económico, comercial, tecnológico y militar. En materia económica es frecuente escuchar datos sobre el PIB de China, que ocupa hoy día la posición número dos en el mundo con cerca de 18 billones de dólares solo detrás de los Estados Unidos con 29 billones de dólares. Según estimaciones del 2024, ambas economías representan cerca del 43% del PIB del mundo.
Pero el crecimiento económico de poco sirve si no se ve reflejado en mejoras sociales. En este ámbito China ha sido clave para el cumplimiento de los Objetivos del Milenio de la ONU, que no habrían sido más que una lista de buenos deseos sin el “milagro chino”.
La masiva reducción de la pobreza en China significó que alrededor de 800 millones de personas lograran salir de la pobreza, algo que según expertos en organizaciones internacionales es algo sin precedentes en la historia humana. Todo esto ha sido posible gracias a las grandes reformas, liberalización, integración al sistema internacional del comercio, la salida al mundo de las empresas chinas y su rol de promotor del desarrollo económico global. El mundo entero se ha beneficiado del comercio con China y de su desarrollo económico.
Son muchas las facetas en las que China ha estado avanzando para asombro de millones en el mundo que miran, en ocasiones incrédulos, lo que sucede en ese país. Algunos ejemplos son el desarrollo de más de 40 mil kilómetros de líneas ferroviarias de alta velocidad conectando las principales ciudades de esa gran nación. Los videos de gente viajando en trenes de alta velocidad de Pekín a Shanghái e incluso hasta el sur de China, llegando hasta Hong Kong, son impresionantes. Sus súper carreteras, enormes rascacielos, desarrollo portuario, mega-aeropuertos, zonas económicas, etc, han sido ampliamente documentados y promovidos en redes sociales y medios, para dar a conocer al mundo los logros del gran “imperio chino”. El desarrollo, entre otros, de un muy exitoso programa espacial con misiones exploratorias a la luna, megaproyectos de infraestructura en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, invirtiendo cerca de 2 billones de dólares en decenas de países alrededor del mundo. En fin, son incontables los avances chinos que han dejado al mundo entero impresionado por decir lo menos.
Sería imposible mencionar y detallar en esta columna todos los avances del gran poderío estructural desarrollado a nivel global por parte de China. A pesar de esto, es claro también que gran parte del desarrollo chino no ha sido simplemente endógeno o en una suerte de “vacío”. Su integración en la economía global ha significado precisamente eso. China es pieza central de una economía estrechamente integrada, en la cual ha venido jugando un rol de “fábrica del mundo”, no solo para sus industrias locales, pero desde un inicio, para las grandes empresas multinacionales de los principales países desarrollados. Es por esto que me atrevo a decir que los marcos conceptuales de la economía del siglo pasado, en el cual solamente nos enfocábamos en crecimiento de la producción, balanzas comerciales de bienes, ingresos per cápita, etc; ya no son suficientes para analizar la economía mundial de hoy, en donde los grandes capitales han corrido libres por el mundo, desarrollando sus cadenas globales de valor, contratando en ocasiones a decenas de miles de personas para la producción de un bien seleccionado en múltiples países.
Leyendo con denuedo el informe preparado por China sobre su posición respecto a la guerra comercial con Estados Unidos, me ha hecho reflexionar que en la larga lista de reclamos estadounidenses a China, poco se mencionan temas como el comercio de servicios, o el rol de la inversión extranjera directa en el crecimiento económico chino y su impacto sobre la balanza comercial superavitaria de China con el mundo. Miles de empresas globales han invertido en China no solo para vender en su enorme mercado interno, pero también para exportar al mundo su producción hecha en China. Aunque es muy difícil realizar cálculos certeros, varios estudios apuntan a una contribución del capital extranjero de un rango entre 25-30% en las exportaciones de China.
Dicho lo anterior y seguro de que se requieren lentes nuevos para analizar la economía global, también pareciera importante que China reflexione sobre su autodenominación como país “en vías de desarrollo” mencionada desde el prefacio del informe. ¿Cómo justificar ese título hoy día en una gran potencia con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, con la segunda economía más poderosa del planeta, lanzando misiones exploratorias a la luna y con uno de los ejércitos más grandes y modernos? Fue comprensible hace 25 años, pero que China continúe describiéndose a sí misma como país en vías de desarrollo, cuando al mismo tiempo intenta proyectar su imagen de potencia mundial, pareciera una incongruencia.
Durante varios años esta controversia ha generado suspicacias y ha socavado la confianza en la relación con los Estados Unidos (y con otros socios comerciales). Va siendo hora de que China asuma el lugar que le corresponde en el mundo como la gran potencia que es. Sin embargo, para eso tendrá que decidir si quiere continuar presentándose como gran potencia global o si más bien quiere continuar siendo parte del Sur Global. Como dice el dicho popular: “no se puede estar en misa y en procesión”. Si China decide asumir el rol que verdaderamente le corresponde como el país desarrollado que es, seguramente tendrá mejores probabilidades de obtener ese deseado “trato entre iguales” con los Estados Unidos.