Una visita a Marte empieza por una nueva misión a la Luna
Bloomberg | Martes 27 diciembre, 2016
Hace 50 años, Estados Unidos tenía a la Luna solo para sí. A partir de 1969, cuando la primera de las seis misiones Apolo alunizó, parecía probable que los astronautas estadounidenses hicieran de la superficie lunar un hogar de largo plazo. En cambio, Estados Unidos envió su última misión tripulada a nuestro satélite en 1972, y no volverá pronto allí.
Es una vergüenza: la Luna es ahora un destino más fascinante que nunca.
Otros países, al ver el nuevo potencial científico y comercial del satélite, empezaron a salvar la brecha de exploración, entre ellos China, Rusia y Japón. El proyecto más ambicioso es, quizás, la “aldea lunar” de la Agencia Espacial Europea, que sería un puesto de avanzada permanente en la superficie lunar.
En las últimas semanas, el concepto obtuvo considerable impulso porque ministros de ciencias y compañías espaciales privadas de Europa lo adoptaron.
Si Estados Unidos quiere sumarse y reanudar su rol histórico de líder de la exploración lunar, tendrá que hacer un importante cambio en sus prioridades.
El programa espacial de Estados Unidos está enfocado actualmente en el “Viaje a Marte”, un emprendimiento enormemente caro aprobado por el presidente Barack Obama en 2010.
El (todavía vago) plan es hacer volar a astronautas alrededor del planeta rojo —y posiblemente aterrizar allí— en la década de 2030, eludiendo la Luna por completo. Como ha advertido un creciente número de expertos, sin embargo, este podría ser un error costoso.
Volver primero a la Luna tiene más sentido, como destino en sí mismo y como estación de paso en la ruta a Marte.
Para empezar, tal misión podría significar una bonanza científica. Hace unos pocos años, la NASA publicó una lista de decenas de objetivos de investigación que podrían realizarse en la Luna, incluyendo el largamente acariciado sueño de un radiotelescopio lunar, un instrumento capaz de explorar la más temprana historia del universo.
Otra posibilidad sería experimentar con proyectos de minería y manufactura en la débil gravedad lunar.
El éxito en tales estudios podría tener importantes beneficios. Los investigadores saben hoy que la Luna alberga un tesoro de materias primas, como oro, cobalto, paladio, platino, hierro y —tal vez más importante— agua. Una cantidad de compañías privadas están ideando formas de extraer los metales para obtener ganancias. Pero el agua podría resultar mucho más valiosa: además de abastecer a los residentes de una aldea lunar, podría usarse como combustible barato para viajes a otros destinos del sistema solar.
Entre ellos, Marte. En 2014, un informe del Consejo Nacional de Investigación comprobó que volver a la superficie lunar “haría sustanciales contribuciones” a un viaje a Marte. En teoría, la Luna ofrecería un puesto de avanzada fuera de nuestro planeta para realizar experimentos, probar nuevos sistemas, cultivar alimentos, monitorizar la salud de los astronautas y llevar a cabo otras investigaciones que podrían tornar el peligroso viaje a Marte de meses de duración mucho más seguro y fácil. Parar en la Luna también sería más barato que un vuelo directo: un estudio comprobó que una estación lunar de recarga de combustible podría ahorrar $10 mil millones al año al permitirle a la NASA usar una menor cantidad de cohetes que serían, asimismo, más livianos.
La aldea lunar europea ofrece un punto de partida bastante bueno. Como la describe la Agencia Espacial Europea, la aldea podría suministrar una plataforma abierta que podría usarse para una variedad de misiones, públicas o privadas, a partir de la década de 2030. En cierto modo, se parecería a la Estación de Investigación McMurdo de 60 años de antigüedad que tiene Estados Unidos en la Antártida. A lo largo de décadas, diferentes intereses y agencias fueron sumándose a lo que se inició como un pequeño puesto científico de avanzada, transformándolo en una próspera base de investigaciones que alberga laboratorios de clase mundial.
La aldea lunar, sin duda, será más complicada. Pero la NASA tiene mucha experiencia en complejas colaboraciones espaciales: encabeza la Estación Espacial Internacional, que está en vuelo desde 1998 y abarca agencias de cinco países. Aunque la EEI debería cerrarse en 2024, el sistema de gobernanza y el espíritu de cooperación que la convirtieron en un éxito podría trasplantarse a una aldea lunar, de modo que otros países y compañías soportaran parte de la carga financiera.
No será fácil ni barato, pero es el siguiente paso natural para un país —y una especie— determinados a explorar.