Urge un cambio de rumbo
Urge un cambio de rumbo
La más reciente Encuesta de Hogares del INEC (ENAHO 2014) revela un deterioro significativo de los indicadores sociales del país, lo que nos obliga a reflexionar sobre el modelo de desarrollo que se ha venido impulsado y, sobre todo, a definir una estrategia que impida seguir el rumbo hacia el despeñadero.
En Costa Rica hay 1.170.634 personas en situación de pobreza, lo que significa que una cuarta parte de la población no posee ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. Además, la brecha de la pobreza se ha venido incrementando, es decir, la cantidad de dinero que necesitan los hogares pobres para salir de esa condición es cada vez mayor.
Aunado a ello, en el último año el poder adquisitivo de los ingresos de los hogares se redujo en cerca del 5% (ingresos por salarios cayeron un 2,6% y los autónomos un 12%). También, a pesar de que la tasa de desempleo prácticamente no varió, en términos absolutos hay más desempleados y, con respecto a la calidad del empleo, los datos manifiestan una importante desmejora.
Sin duda, estos y otros resultados que se desprenden de la encuesta responden a un modelo de desarrollo país que no ha permitido una distribución equitativa de los ingresos y la riqueza.
Al analizar el crecimiento económico de los últimos años, de manera desagregada, se observa que los sectores más dinámicos han sido aquellos donde se ubican las empresas con estructuras de producción más intensivas en capital (no necesitan incrementar mucho la cantidad de empleados para aumentar su volumen de producción); donde se ubican la mayoría de las empresas multinacionales y, los que cuentan con mayores privilegios como por ejemplo exenciones fiscales o subsidios del Estado.
Mientras tanto, la producción de base nacional, la que emplea la mayor cantidad de mano de obra del país, la que permite redistribuir de mejor manera los beneficios del crecimiento, la que ha sido “abandonada” por las políticas públicas: ha mantenido un raquítico dinamismo.
Por lo anterior, no es de extrañar que los indicadores sociales se hayan deteriorado. Vivimos en una economía dual, con dos motores que marchan a ritmos muy diferentes y con un Estado que ha concentrado sus esfuerzos en dar mantenimiento y mejorar solo a uno de ellos.
Si no hacemos un viraje lo antes posible, las consecuencias económicas y sociales para el país podrían ser más negativas y, por supuesto, de más difícil reversión.
Roxana Morales Ramos
Coordinadora
Observatorio de la Coyuntura Económica y Social, UNA