El deporte se prostituye a pasos agigantados
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 16 enero, 2020
El deporte profesional está prostituido.
Se ha convertido en una mega industria que explota el fanatismo de los espectadores. Un vil negocio en el que la mayoría de sus protagonistas, es decir, quienes lo juegan y practican, son simples mercancías que se venden o ellos se ofrecen al mejor postor.
Sentí una repugnancia interna hace pocos días cuando la prensa internacional informó que el Real Madrid, sin merecerlo, fue invitado como cuarto equipo a disputar la Supercopa de España en Yedá, Arabia Saudí.
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La competencia, trasladada de España a Arabia Saudí, por monumentales intereses económicos, debían jugarla el Barcelona, el Valencia y el Atlético de Madrid, equipos que se ganaron ese derecho con títulos en la cancha. Pero, como quedaba un hueco, un espacio libre, para que se pudieran enfrentar dos contra dos, la organización invitó a una competencia oficial, a un equipo que no hizo méritos en el terreno de juego para jugarla.
Lógicamente que la presencia del mediático equipo madrileño en el torneo volvió locos a los aficionados al fútbol árabe, quienes llenaron los estadios, compraron uniformes del Real Madrid por centenas y aquello fue un festival de dólares. Para “colmo de males” el Real Madrid ganó el torneo, derrotando en la final al Atlético de Madrid por penales y sin ningún pudor, el capitán Sergio Ramos alzó la inmerecida Copa.
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No sé cuál sería el comportamiento de los costarricenses, que siguen nuestro fútbol a todo nivel, si por ejemplo se planifica un campeonato donde en lugar de que se clasifiquen cuatro equipos a la segunda fase, sean solo tres y supongamos que se queden afuera Saprissa o Alajuelense, los más taquilleros del torneo.
Clasifican, por ejemplo, Herediano, San Carlos y Cartaginés, pero, para “hacer platilla”, los organizadores invitan a una cuadrangular, ya sea al “Monstruo” o al “León”.
Y, el invitado gana el título.
Lo sucedido con la Supercopa de España es un atentado a los sanos principios que deben regir una competencia deportiva y proyecta un futuro inmoral, injusto e innoble para el deporte competitivo, en tanto los dólares tengan más valor que los puntos. Mejor cerremos todas las competencias deportivas en el mundo y que las jueguen solo los equipos ricos.
¡Qué cochinada!
gpandolfo@larepublica.net
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