Ojalá el futbol masculino fuera más como el femenino
Walter Herrera wherrera@larepublica.net | Jueves 23 diciembre, 2021
El fútbol masculino y femenino viven diferencias abismales en nuestro país y a pesar de las dificultades y obstáculos que tienen las mujeres en este deporte, hay una nobleza que encanta y que contagia.
Esto no significa que ellas no metan garra, empujan, luchan o lo dan todo por ganar, pero la violencia y enojo excesivo no son pan de cada día, a diferencia de los varones, que en cada momento en que puedan engañar al árbitro, lo harán, si pueden subir la plancha sin que se den cuenta, lo harán, o gritarle a los aficionados como si fueran ellos quienes están en la gradería, por supuesto que lo harán, sino que me contradiga el número 8 de la Liga.
Los juegos de semifinal y final del torneo de Apertura masculino estuvieron “cargados de basura”.
En el campo los futbolistas no lidiaron con la derrota y ante el mínimo chispazo, se encendió la ira, la furia, y la solución fue la agresión.
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La sociedad está cada día más corroída con la intolerancia.
El bochorno en la cancha se siente igual o más caliente que en los buses de Aserrí.
La afición en los estadios ofende a niveles por encima de los estándares humanos.
Venegas no soportó los insultos que recibió durante 90 minutos en Guápiles y explotó, al final todos tenemos un límite y él soltó el tapón con su anotación determinante.
El fútbol es de las pocas profesiones donde recibir insultos es “normal”. No me quiero imaginar tener que escribir una nota periodística e intentar mantener la concentración mientras recibo insultos por hora y media.
En Alajuela los aficionados lanzaron objetos durante el Clásico, aquellos que lo hicieron se mantuvieron tranquilos en sus asientos por el resto del juego, sin ninguna consecuencia.
Al final, el fútbol pasó a un segundo plano.
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En las noticias se habló más de la bronca entre Bryan Ruiz y algunos aficionados o el empujón de Leonel Moreira a un colega que sobre las acciones de juego, la táctica y plan de trabajo que llevaron ambos equipos quedó en segundo plano.
Nuestra sociedad sufre de una enfermedad, creo que irreversible.
Esta irreversibilidad me consterna.
Sin embargo, recuerdo una imagen que no me saco de la cabeza de un encuentro entre Codea Alajuela y Saprissa en Tibás, donde al final del juego, en un partido con récord de asistencia, Shirley Cruz y Gloriana Villalobos se abrazaron con una enorme sonrisa en sus rostros, dejando de lado el juego en el campo disfrutando el momento con quien algunos llamarían su “archienemiga”.
Con la afición posando a sus espaldas, ese retrato es el que queremos ver en nuestros estadios nacionales.
Ojalá el fútbol masculino sea más como el femenino.