Rónald Matarrita fue defensa, volante y delantero; metió un gol y puso otro
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 23 noviembre, 2018
La Selección Nacional que jugó en el Mundial de Rusia, empezaba en Keylor Navas y terminaba en David Guzmán. Se jugaba un 5-4-1 con defensa atrincherada, sin cintura y un solo delantero aislado.
Rónald González decidió cambiar la fórmula y pasó a un 3-5-2, ordenamiento táctico que condujo a la Tricolor a los triunfos ante Chile y Perú.
El punto táctico determinante fue ponerle compañeros a Bryan Ruiz, acuerpar al capitán para poder elaborar un fútbol más asociado, colectivo y proyectado a un ataque ahora con dos picantes delanteros, Joel Campbell y Jonathan McDonald.
Parar en la cintura del seleccionado a Ian Smith, Celso Borges, Allan Cruz, Bryan Ruiz y Rónald Matarrita, resultó vital para la reactivación del equipo.
Desde los primeros minutos del juego ante Chile, los costarricenses notamos un equipo diferente. Se jugó buen fútbol, se dibujaron asociaciones, triangulaciones, varios pases seguidos y remates a marco.
La dinámica se mantuvo en los dos compromisos en Suramérica y el premio a esos afanes fueron seis goles en los dos partidos, cosecha abundante, prácticamente inexistente en el proceso anterior, cuando Costa Rica quedaba sentenciada a la derrota, apenas recibía una anotación en contra.
Vimos contra Perú cómo se le dio vuelta a un resultado adverso, con dos hermosos goles nacidos y gestados colectivamente. El 1-1 de McDonald, tras fuga individual de Campbell y el 2-1 de Cruz, tras pases de Salinas y Matarrita.
El éxito táctico se presentó en el momento en que a Celso y Bryan les llegó compañía y de la buena: Allan Cruz fue un baluarte; Matarrita, un volante más y Joel y McDonald también bajaron constantemente a meterse entre los mediocampistas a colaborar.
Los futbolistas costarricenses son de buena técnica y cuando se juntan, se asocian, se acompañan, el rendimiento colectivo del equipo se eleva.
Falta mucho camino y mucho trabajo por hacer; le tocará a Gustavo Matosas pulir al grupo, pero una cosa se hizo evidente.
No vimos en los dos últimos juegos a una Selección partida entre sus líneas, que fue su gran pecado en la etapa anterior.
Con Bryan Ruiz en horas bajas, una vez el balón le llegaba a David Guzmán, no había nada más. Ahora, la Tricolor mostró otra cara, el equipo se juntó, defensa, cintura y ataque se asociaron y entonces apreciamos y aplaudimos las notables diferencias.
gpandolfo@larepublica.net
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