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Doña Laura, el pregón y el pregonero

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 29 marzo, 2012



De cal y de arena
Doña Laura, el pregón y el pregonero


Comenzó con una convocatoria a una “rendición de cuentas” de los ministros y los presidentes de los institutos autónomos a la señora Presidente de la República. Con la pinta de inocuos e intrascendentes, esos encuentros deben haber sido una “relación de cuentos” que no aportó nada a la necesidad de oxigenar a una administración que pierde fuelle y prestigio. Tales diálogos derivaron en una encerrona la semana pasada en la que doña Laura y esos mismos colaboradores verían resultados, preocupada ella (aunque se esfuerce por disimularlo) porque el juicio de la historia acerca de su “inédito” gobierno vaya a serle fatal. Algo pasa cuando la estima que los ciudadanos guardan hacia su persona no se da a la hora de juzgar su gobierno pues las encuestas reflejan una generalizada insatisfacción por el estado de cosas y la extendida percepción (un 85%) de que la señora Presidente no tiene el control del gobierno.
Cabe preguntar cuánto de ello es consecuencia del silencio que guardó ante el legado fiscal, social y político que recibió y de la selección de un gabinete de magra calidad, con contados amigos verdaderos. Por este bizqueo perdió valioso tiempo.
Luego no pudo evitar que el apoyo político se le evaporara ni que en la fracción parlamentaria se incubaran las luchas intestinas del partido ni que se abrieran prematuramente los fuegos electorales. Para peores cayó la inercia gubernamental: todo siguió igual, los cambios de fondo en la orientación y en la composición de su equipo de trabajo no se produjeron y cuando el periodo se aproxima a su cenit, aparecen indicios del fatal cumplimento del refrán popular que advierte que lo que mal comienza, mal termina.
La retina presidencial no ve el tiempo perdido, no ve el vacío en la agenda, no ve las pifias en la composición del gabinete. Todo lo reduce a una mala gestión informativa. Habla de realizaciones que no se han pregonado y dicta una estrategia de comunicación para divulgarlas. Casi como contradiciéndose, adopta una agenda para los dos años que vienen. La debió incorporar aquel 8 de mayo: obras viales de importante impacto, legislación fiscal, infraestructura portuaria, generación de empleo y eficiencia en la gestión pública, algo de lo que había ofrecido a las Cámaras patronales. Compromisos todos estos de obras de mediano y largo plazo. Mas nada que alivie la angustia del ciudadano por esa montaña de problemas de todos los días que lo llevan a calificar con dureza la incuria de la administración Chinchilla. No hay cambios de carreta ni de bueyes ni de chuzo ni de boyero, como si todo el gabinete generase la confianza necesaria para creer que dará la talla, justamente cuando de su seno brota la insolente proclama de la validez de la ignorancia de la ley, luego alcahueteada por la Jefe. Bien por la agenda de obras de cuantía mayor. ¿Y lo que abruma al ciudadano diariamente como la carestía de la vida, el desempleo, la inequidad, la inseguridad ciudadana, el colapso de la seguridad social y la corrupción, brazas que mantienen encendida la ira que se refleja en las encuestas?

Alvaro Madrigal

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