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Guerras por el derecho de asilo

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 11 julio, 2013


Esto del espionaje como que revive el “Proyecto del Nuevo Siglo Americano” que durante el reinado de George Bush se lanzó a imponer el liderazgo global de Estados Unidos y a “retar a los regímenes hostiles a nuestros intereses y valores”


De cal y de arena

Guerras por el derecho de asilo

Poco faltó para que los países centroamericanos nos declararan la guerra por haber hecho ejercicio libérrimo del derecho al asilo, una vez que el gobierno de Costa Rica acogió al derrocado presidente de El Salvador, general Gerardo Barrios.
Los hechos ocurrieron a fines de 1864, cuando este militar llegó a Puntarenas y pidió permiso para radicarse aquí. Ya por entonces el derecho al asilo se había arraigado en Costa Rica, por la gracia de una tradición de hospitalidad y de protección al perseguido político.
Tal exigencia de los vecinos nos pegaba contra las cuerdas y nos advertía de que podríamos afrontar hasta la guerra. Mas el Presidente Jesús Jiménez, apoyado por una junta de notables, no aflojó; otorgó el asilo y así lo hizo saber al mundo el canciller Julián Volio, en una carta diplomática cuyo contenido es “un timbre de honor” a juicio de don Cleto González Víquez.
Hoy no es con las espadas y los cañones con los que se reprime el ejercicio del derecho al asilo. Lo demuestra el caso de Edward Snowden, el indiscreto agente secreto que acumuló informaciones de invaluable valor para la CIA y la NSA, dos brazos importantísimos del espionaje de Estados Unidos; ha hecho un endemoniado reguero de los contenidos atesorados por esas agencias sobre la vida y milagros de tirios y troyanos, políticos y no políticos, amigos y adversarios de Washington, poniendo en serios aprietos al gobierno norteamericano y demostrando cuán vulnerable es su imperio de espionaje ante la infidelidad de un agente.
De una de las grandes potencias militares, políticas y económicas, se entiende su necesidad de dedicar vastos recursos a merodear, hurgar y sabotear al enemigo… (y al amigo). Sin duda lo hacen todos los demás países que se precien de ser importante potencia en el concierto de las naciones.
También otros que necesitan blindar sus fronteras, caso de Cuba. Ninguno consigue blindar al 100% sus servicios de espionaje; la luz y la verdad bastan para develar sus armas (a veces bastante innobles) y evidenciar que no siempre acumulan información correcta. Con todo, son infaltables en las disputas internacionales. Lo estamos viendo en el caso de Edward Snowden.
Estados Unidos, que no cesa de dictarle al mundo el código de conducta de su conveniencia, está herido por las revelaciones de Julian Assange y de Edward Snowden.
Al primero se lo tienen cercado en la embajada ecuatoriana en Londres. Al segundo lo persigue despiadadamente, valiéndose incluso de gobiernos que son víctimas del espionaje de la CIA y la NSA y que aun así no tienen reparos para ejecutar sus designios y arremeter contra institutos de tan caro valor universal como el derecho de asilo y la inmunidad e inviolabilidad de los Jefes de Estado. Este capítulo del espionaje como que revive el “Proyecto del Nuevo Siglo Americano” que durante el reinado de George Bush y Dick Cheney, se lanzó a imponer el liderazgo global de Estados Unidos y también a “retar a los regímenes hostiles a nuestros intereses y valores”.

Álvaro Madrigal

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