A votar ¿por quién?
Leopoldo Barrionuevo leopoldo@amnet.co.cr | Sábado 30 enero, 2010
ELOGIOS
A votar ¿por quién?
Falta una semana apenas para una nueva fecha importante en nuestra historia cívica en la que muchos jóvenes ejercerán su derecho por primera vez y quizá no comprendan bien el alcance de esta obligación que es simultáneamente su derecho, el cual sus mayores han ganado para ellos con luchas, sacrificios y esfuerzos que dan a Costa Rica un rol en el mundo moderno que es reconocido por doquier y probablemente no alcancemos a apreciar en toda su magnitud.
Al menos, permítanme contarles lo que vivimos en Suramérica durante el reciente siglo XX. En Argentina, por ejemplo, la democracia se inició con la Ley Sáenz Peña y lo que se denominó voto universal fue posible desde 1916 a 1930 en un país cuya constitución abría sus puertas a la inmigración. Desde entonces a 1946 hubo después de un golpe militar, fraude constante, persecución y violencia para quienes no se estaba seguro que votaran por los gobiernos de turno, porque sí se votaba en medio de una parodia que mantenía a la más rancia oligarquía en el poder.
Mi padre tenía domicilio en la provincia pero vivía en Buenos Aires y el día de las elecciones viajaba hasta el límite entre capital y provincia y tenía que pasar por una barrera constituida por la policía brava de entonces, en razón de lo que debía acercarse a una mesa para que lo autorizaran a dirigirse al sitio de votación que desconocía así que le sellaban la libreta de enrolamiento y le decían: Ya votaste, en cuyo caso no valía la pena quejarse a riesgo de una tunda de palos y alguna posible costilla rota. Pero no podía decirse que no lo dejaran votar.
Como dije, el voto retornó en 1946 pero solo cuatro años después yo tenía los 18 años que me permitían votar por primera vez, esa noche dormí poco por la emoción de votar y cuando me iba de casa para el lugar del comicio mi padre me pidió que me vistiera con mi único traje, además de una camisa de cuello duro, mi mejor corbata y los zapatos relucientes, me pareció exagerado en un día de verano caliente y así se lo mencioné por lo que nunca olvidé sus palabras, cuando me dijo algo así como: “Mirá, Polo, nos ha costado sacrificios, golpes y muertes llegar a recuperar el voto y para cuidar la democracia recordá que este es un día de fiesta y la patria merece tu mejor presentación. Nunca lo olvides.” Cinco años después, en 1955, vino otro régimen militar, y así llegamos a 1983 con escasos e interrumpidos periodos de gobierno civil, así que llegaron los milicos, se acabaron las elecciones y la democracia y tuvimos miles de muertos en una guerra civil que no viví porque desde 1974 volví a votar pero ahora como ciudadano costarricense en esta tierra bendita.
Ese año invité a mis padres y desde muy temprano llevé a mi viejo a compartir la fiesta en Escazú y los días previos en la Avenida Central y cuando vio que la organización del comicio la realizaban jovencitos y hasta niños de las escuelas, mi viejo lagrimeó. Entonces comprendí que no se puede dejar de votar, no se debe hacerlo en blanco y después decir “por dicha yo no lo voté”. Todo lo contrario, mi derecho es también mi obligación y si gracias a otros podemos votar, gracias a mí y a usted la democracia sigue siendo posible en Tiquicia y es un ejemplo para todo el mundo.
¿Por quién votar? No importa, lo que cuenta es lo que usted elige en su corazón, sin lugar a arrepentirse. Lo que suma es que usted vote para que nadie gane por un porcentaje y sin el apoyo de la auténtica mayoría. Vote por quien usted considere lo mejor para el país, no se ponga excusas. Vote, siempre va a acertar, yo sé por qué se lo digo.
leopoldo@amnet.co.cr
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