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¡Alto a la corrupción!

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 04 septiembre, 2014


El Presidente Solís tiene que recordar que su grito de ¡Alto a la corrupción! no puede correr la suerte del que espetó el presidente Oduber el 8 de mayo de 1974


De cal y de arena

¡Alto a la corrupción!

Bien pudo seguir el camino del silencio, el de la indiferencia o el de la comodidad. Pudo haber optado por refugiarse en zona de confort para evadir la confrontación política y proveerse de la coraza apropiada para sobrevivir el cuatrienio sin pena ni gloria, asido a uno que otro decreto/ley que le permitiese la señal de su presencia en un pedazo de la historia.
Pero el Presidente de la República prefirió cumplir con los deberes de su destino y decidió exponerle al país entero las graves dimensiones alcanzadas por la corrupción en esta sociedad.
No se necesitaba una larga lista de hechos. Los que enumeró en su tan esperado mensaje a la nación del 28 de agosto fueron suficientes para provocar una conmoción por las repercusiones que el problema puede tener —van más allá del aparato estatal— en la vida de esta sociedad, tanto como que la aproxima al punto del colapso institucional.
Un gobierno peligrosamente gangrenado, como lo ha recibido el Presidente Solís, solo puede ser el resultado de una gestión de varias administraciones en manos de irresponsables, de gente sin vergüenza que —por acción o por omisión— hicieron posible que tal degradación cobrara expresión real.
El Presidente Solís, a tono con el cambio en el tablero de realidades políticas, económicas y sociales que prometió, ha empeñado su palabra de emprender una cruzada contra este saqueo de los fondos públicos, de ocuparse de fortalecer los mecanismos de rendición de cuentas y los controles administrativos internos sin olvidar que el respeto a la Ley Anti Corrupción comience en casa.
El Presidente Solís tiene que recordar que su grito de ¡Alto a la corrupción! no puede correr la suerte del que espetó el presidente Oduber el 8 de mayo de 1974.
Claro y directo fue el mensaje presidencial en el abordaje del tema de la corrupción. Más de un ciudadano, empero, se quedó con las ganas de escucharle una precisión de los expedientes contentivos de las grandes tareas de que se ocupará el gobierno de aquí a 2018 para dar cumplida ejecución a la promesa de cambios en lo social, en lo económico, en lo fiscal y en lo institucional.
El Presidente sí advirtió la presencia de una grave crisis fiscal mas fue omiso respecto a las medidas de gran calado con qué encararla. Enlistó algunas providencias de efectos fiscales muy precisos pero carentes de la cuantía requerida para poner las finanzas públicas en la ruta del saneamiento e insuficientes para disipar las dudas que brotaron una vez conocidas las dimensiones del déficit fiscal proyectado para 2015.
Los temas de la reanimación de la economía, de la matriz energética, del desmadre administrativo que padece la Caja Costarricense de Seguro Social, y de la “resucitación” de las instituciones públicas ligadas al propósito de combatir la pobreza y abatir la desigualdad social, debieron merecer una mayor precisión de contenidos y ser razón presidencial para convocar al gran debate nacional pendiente a efectos de sacar al país del atascadero en que está.

Álvaro Madrigal

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