Armas de destrucción masiva
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 13 noviembre, 2008
Armas de destrucción masiva
Tomás Nassar
La historia reconocerá que las circunstancias se han tomado muy poco tiempo para dar la razón al trinomio Bush-Blair-Aznar.
El 20 de marzo de 2003 las fuerzas armadas de la coalición liderada por Estados Unidos iniciaron la invasión a Irak.
La justificación de la “guerra preventiva” fue la necesidad de anular en forma inmediata la disposición agresora de las armas de destrucción masiva (ADM) en manos del gobierno de Hussein, capaces de dar un golpe militar de incalculables proporciones a Occidente.
También motivaron la acción el vínculo de Saddam con los terroristas y la necesidad de dar libertad y democracia al pueblo iraquí.
La certeza de su existencia en manos de un déspota y de su peligro inminente justificó desatender las prevenciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y desacatar el orden jurídico internacional.
Saddam Hussein fue capturado literalmente “bajo tierra” y ejecutado el 30 de diciembre de 2006. Las ADM, según las imaginábamos, es decir, capaces de destruir a la humanidad, no aparecieron nunca. El pueblo iraquí no alcanzó la libertad ni la democracia, según las entendemos en Occidente.
Aparecieron, eso sí, otro tipo de ADM distintas a las que esperaban encontrar los patrocinadores de la guerra.
No me estoy refiriendo a armas nucleares, biológicas y químicas. Tampoco a las que utilizaron infames grupos de extremistas que atentaron el 11 de marzo de 2004 contra cuatro trenes de la red de cercanías en Madrid provocando casi 200 muertos, ni al ataque del 7 de julio de 2005 contra el sistema de transporte público londinense, que dejó un saldo de 56 muertos y 700 heridos. En el caso español el más trágico de su historia y el segundo después de Lockerbie (270 muertos) en el inglés.
Irak ha dejado al descubierto otro tipo de ADM y otro tipo de secuelas que seguramente no fue previsto por los conductores de la determinación de llegar a Bagdad, con o sin el beneplácito y la conformación con la legalidad internacional.
Bush, Blair y Aznar encontraron armas que sirvieron para su propio suicidio político. Es decir, encontraron armas de autodestrucción masiva.
La repulsa popular al apoyo de Aznar a las fuerzas invasores, le trajo como consecuencia al Partido Popular, el 14 de marzo de 2004, la inesperada pérdida de las elecciones en que pretendía suceder el poder a su delfín Mariano Rajoy. Aunque Rodríguez Zapatero retiró inmediatamente las fuerzas españolas de Irak, Rajoy volvió a perder las elecciones cuatro años después.
Tony Blair tuvo que enfrentar la oposición masiva a su participación en esa guerra y fue revelado por Gordon Brown, en medio de la exigencia colectiva del retiro de sus tropas, incluso de los laboristas.
Las ADM que encontró Bush destronaron al Partido Republicano y descabezaron su dirigencia más comprometida con la invasión. Con una participación popular como nunca antes registró la historia americana, los ciudadanos hablaron con voz ensordecedora, aprobando la propuesta de Obama de hacer regresar sus tropas.
La masiva reprobación popular fue el arma de destrucción masiva más poderosa que no tuvo piedad de la eliminación política de Bush, Blair y Aznar.
Finalmente terminaron por encontrar las ADM de su propio destino político: el sufragio de sus propios votantes.
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