Cancillería bajo la lupa
Natalia Díaz natdiaquin@gmail.com | Jueves 15 noviembre, 2018
Durante mi labor como diputada fui miembro, en las cuatro legislaturas, de la Comisión Permanente Especial de Asuntos internacionales y Comercio Exterior. Uno de los temas recurrentes en la discusión, durante mi estancia, fue sobre el servicio exterior, a propósito de un proyecto que proponía la modificación de la ley de servicio exterior, y que, aunque no fue dictaminado en ese momento por su complejidad, trajo a la mesa una discusión importante acerca de quiénes son y qué perfil deben tener nuestros representantes en el extranjero.
El tema es delicado y complejo de abordar cuando se toma en consideración que la representación diplomática de nuestro país, si bien descansa en la figura del embajador, también se ve afectada de algún modo por un cuerpo de profesionales que lo acompañan.
Es importante considerar que la representación nacional debe compartir la visión política que tenga el Poder Ejecutivo de turno, ya que se trata de las relaciones diplomáticas de nuestro país con otras naciones; así que debe existir armonía entre el gobierno y su visión de país y lo que refleja nuestra nación con los otros países. Sin embargo, no se puede dejar de lado que las relaciones diplomáticas no solamente giran en torno a posiciones políticas sino que se basan en tecnicismos que solo profesionales formados en determinadas disciplinas pueden cumplir. En este punto es donde se hace evidente que la carrera diplomática y la formación profesional son elementales para ejercer una adecuada representación diplomática.
Este tema se ha hecho popular en los últimos días dadas las decisiones de la señora Canciller en la elección de algunos puestos de ciertas embajadas, con criterios que han sido cuestionados por parte de los medios de comunicación y parte de la ciudadanía. También han sido objeto de investigación en la propia Asamblea Legislativa.
En el mundo globalizado las relaciones exteriores son cada vez más importantes y necesarias, en especial porque, antes de establecer relaciones comerciales, se deben crear las diplomáticas. Por tal razón, el puesto de Canciller es tan importante en la actualidad, ya que no solo esta persona nos representará en muchos estrados internacionales, sino que es quien administra y gestiona el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Ha sido precisamente en este Ministerio donde los focos de las cámaras, los micrófonos y los medios escritos han advertido de una serie de situaciones, las cuales parecen ir en perjuicio del objetivo de una administración sana. Además, de ser poco consecuentes con el discurso del partido de gobierno y de la propia Canciller en el pasado.
Para abordar el tema es importante considerar los perfiles de las personas electas. Es menester indicar que aun cuando aparentemente algunos sí tienen algunas facultades para cumplir el cargo asignado, no poseen la carrera diplomática en estricto apego a las normas, como sí lo tienen muchos profesionales en nuestro país.
Tal vez el tema no se hubiese abordado de manera tan álgida, por parte de la opinión pública, si quien nombró los cargos cuestionados el día de hoy no perteneciera al partido que decidió tomar la ética como bandera, y se ha dedicado a cuestionar de manera, a veces hasta temeraria, a los otros partidos políticos y a cualquier persona que no forme parte de su militancia, y que, curiosamente, algunas de las personas integrantes de su anterior gobierno tuvieron los cuestionamientos tal vez más graves que se han hecho en los últimos 30 años en la historia democrática, siendo que aún continúan en proceso de investigación.
Esto es importante indicarlo porque la elección de puestos para el servicio exterior en muchas ocasiones se realiza a dedo y no necesariamente todos y cada uno de estos funcionarios cumplen con los requisitos idóneos para ejercer el cargo. Sin embargo, en este caso han sido electos por un gobierno que pertenece a un grupo político que durante años criticó la falta de idoneidad de quienes ejercían el poder y afirmaban que si de ellos dependía la elección de este tipo de funcionarios, lo harían bajo estrictos parámetros de excelencia, transparencia, e idoneidad; condiciones que evidentemente no se han cumplido en todos los casos.
La reflexión sobre este evento en particular, no solo ayuda a plantearnos las mejores formas de potenciar el servicio exterior, tan importante para nuestras relaciones diplomáticas, y que eventualmente influirán en las económicas; sino que también nos ayuda a reflexionar sobre los criterios que como ciudadanos estamos considerando para elegir a nuestros gobernantes.
La ética no se presume, se vive. A nuestros gobernantes no se les examina por sus palabras sino por su actuar mientras ejercen un cargo público.
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