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Con la educación no se juega

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 23 diciembre, 2010



Vericuetos

El impuesto de ventas con que se pretende gravar la educación privada lo pagarán los estudiantes directamente, con lo que minará la oferta nacional de profesionales calificados

Con la educación no se juega

Costa Rica ha sido y será fuertemente abatida por muchos de los problemas modernos. Como en cualquier otro pueblo, su capacidad para resistir sin doblegarse a los profundos males sociales reside en una sola fortaleza: la educación.
No tengo ninguna duda de que la estabilidad política y el sistema de libertades han sido fundamentales para la atracción de la inversión extranjera directa que tanto ha contribuido a la generación de empleo y a sortear el colapso económico, pero el factor que más influyó y sigue pesando en la elección del país sobre otras naciones de la región es la preparación de sus profesionales. A falta de redes viales y portuarias de primer mundo, de telecomunicaciones de última generación y de incentivos económicos y fiscales que ofrecen nuestros competidores, han sido nuestros jóvenes profesionales los que han saltado a dar la cara y a demostrar que su formación académica sólida, por sí sola, justifica la decisión de empresas como IBM, Boston Scientific, Hewlett Packard, Procter & Gamble y muchísimas otras, de optar por Costa Rica y no por Honduras, por Nicaragua o por la República Dominicana.
Hace unas semanas, en un foro de análisis de las condiciones del entorno para la inversión extranjera inmobiliaria, organizado por la empresa Colliers International, los expertos aseguraban que las grandes transnacionales que se mudaron a Panamá están enfrentando la necesidad de traer personal extranjero ante la carencia de mano de obra suficientemente preparada para cubrir todas sus posiciones de técnicos medios y profesionales en áreas como la telemática, las ingenierías y otras y que, habiendo tomado conciencia de ello, el gobierno nacional está propiciando mejores condiciones para que las universidades pudieran mejorar la calidad de sus graduados.
El mundo está plagado de ejemplos de sociedades que han logrado levantarse de la pobreza o superar situaciones extremas precisamente por la fortaleza que representa el acceso de sus ciudadanos a la educación. Los milagros del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), según todos los análisis de organismos internacionales, obedecen a que “para competir estos países han fortalecido mucho la educación…”.
Con las limitaciones derivadas de nuestro déficit fiscal, resulta imposible que el Estado pueda garantizar la formación de todos los profesionales que el mercado requiere absorber.
Ante esa realidad, es importante rescatar el papel que han venido a jugar las universidades privadas de calidad (francamente no todas) ante una verdad irrebatible: la demanda de pupitres desborda por decenas de miles la capacidad de absorción de las cuatro universidades estatales.
La percepción que se atribuye al Ministro de Hacienda de que son los ricos los que van a estas últimas refleja un profundo desconocimiento de la realidad. Por el contrario, más del 80% de sus alumnos trabajan para costear sus estudios, mayoritariamente nocturnos.
El impuesto de ventas con que se pretende gravar la educación privada lo pagarán los estudiantes directamente, con lo que lejos de convertirse en una fuente de ingresos para el fisco, minará la oferta nacional de profesionales calificados.
CINDE, COMEX, los sindicatos, las empresas y, por supuesto, los estudiantes, deben movilizares para evitar que la Asamblea Legislativa destruya la educación privada, una de las únicas flores que le quedan en el ojal a este pobre país al que el destino está dejando de sonreír.

Tomás Nassar


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