Conocimiento y crecimiento
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 13 julio, 2015
Se requieren maestros excelentes y los resultados son sorprendentes
Disyuntivas
Conocimiento y crecimiento
Parece evidente. Con más educación podemos ser más productivos, crecer más y satisfacer mejor las necesidades de las personas.
Pues bien, la evidencia histórica parecía rechazar ese resultado tan plausible.
Las relaciones entre niveles de escolaridad y niveles de ingreso, o entre escolaridad y tasas de crecimiento del PIB de diversas naciones, consistentemente muestran una muy baja relación del orden de solo un 10%.
Hace pocas semanas Ricardo Haussman nos recordó que los países que en 2010 alcanzaron seis años de escolaridad, tuvieron un ingreso de solo la décima parte del que tenían en 1960 las naciones con ese promedio de asistencia a las escuelas y colegios. Es muy diferente, por ejemplo, la muy alta y positiva correlación entre PIB per cápita y consumo de energía.
En esa ocasión Andrés Rodríguez señaló investigaciones que toman en cuenta la calidad de la educación con base en los rendimientos en Estados Unidos de inmigrantes de diversos países. En este caso, el efecto del conocimiento en la productividad es el doble. Todavía parece poco.
El pasado mayo se reunió en Corea el Foro Mundial de Educación en tareas preparatorias a la declaración de las Naciones Unidas de los objetivos sostenibles posteriores a los del milenio.
Con respeto recomiendo a economistas y educadores el trabajo allí presentado por la OECD: “Universal Basic Skills: What countries stand to gain”, preparado por Eric A. Hanushek y Ludger Woessmann.
En él los autores continúan su trabajo relacionando crecimiento con el nivel de habilidades obtenidas por la población de un país, y obtienen resultados muy satisfactorios.
Claro la capacidad de las personas no depende de ir a la escuela, depende de aprender en la escuela. Y no simplemente de aprender, sino de poder aplicar lo aprendido.
Las pruebas PISA desarrolladas por la OECD para medir la capacidad de aplicar matemáticas y ciencia por estudiantes de 15 años —junto con otras mediciones de habilidades— permiten a los autores desarrollar una medida de educación como capacidad, que mejor refleja el concepto de capital humano, que es el factor capaz de aumentar la producción.
Los autores proponen que la meta ahora equivalente a alfabetización universal, sea la de habilidades básicas universales, que corresponde a que todos los estudiantes obtengan al menos el segundo nivel de las pruebas de PISA de aplicación creativa y crítica de conocimientos básicos de matemáticas y ciencia.
Si se alcanzara esa meta, se darían resultados extraordinariamente beneficiosos en los niveles de PIB per cápita —especialmente para los países con menos habilidades— pero incluso para los más ricos. Por ejemplo, en el caso de EE.UU. —a pesar de que prácticamente toda la población sobrepasa diez años de escolaridad— un 24% no alcanza el primer nivel de PISA.
Alcanzar esa meta requeriría que toda la población tuviera acceso a educación al menos hasta sus 15 años, y que la enseñanza les lleve a adquirir las habilidades básicas requeridas.
Lograrlo no se asegura ni con más años de escuela ni con más recursos destinados a la educación. Se requieren maestros excelentes y los resultados son sorprendentes.
Miguel Ángel Rodríguez
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