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Sábado, 7 de septiembre de 2024



COLUMNISTAS


Construyendo nuestra institucionalidad

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 26 julio, 2024


Ninguna ley está escrita por el Altísimo en una tabla de granito. Todas las leyes, la Constitución misma y las construcciones legales de nuestro país han sido hechas por mujeres y hombres que han puesto su mayor esfuerzo en lograr el equilibrio, la seguridad jurídica y la paz dentro de los confines de nuestras fronteras. Esas leyes pueden ser modificadas para mejorarlas, para hacer de ellas mejores leyes, mejor constitución y mejores instituciones. Lo que sería impensable es que las leyes en nuestro país se modificaran para hacerlas peores, para hacerlas más inseguras, para buscar un desequilibrio social, y para perder la paz.

Nadie en sus sentidos buscaría lanzar costarricenses contra costarricenses. Nadie medianamente moral o con conciencia de la consecuencia de sus actos buscaría prohijar injusticias o inequidades o transformar el estado de la legalidad del país en beneficio propio. Por esta y mil razones más, cuando se hacen leyes o se modifican las mismas para buscar mejorarlas es indispensable cuidar mucho todos los aspectos, todas las aristas y las consecuencias completas de los cambios.

Cuando se encuentran leyes que pueden mejorarse es nuestro deber hacerlo y para eso es menester construir un proyecto, justificar bien los objetivos y lo buscado en el corto y largo plazo. Nunca una ley se construye, se redacta o se promueve a la ligera. Nunca se construye una ley para dañar, debilitar o socavar el estado de derecho y la democracia. Cuando se redacta un proyecto para transformarlo en ley de la república es menester pensar en sus consecuencias y efectos en el muy largo plazo. Los estadistas no son los que están pensando en la siguiente elección sino aquellos que piensan en el desarrollo de Costa Rica a lo largo de todo un siglo. Nunca es razonable atacar y buscar destruir a quienes tienen opiniones diferentes de las del proponente de los cambios. La diferencia de opiniones es el corazón de la democracia. Los países dónde no existe la diversidad de opiniones no es la democracia lo que prevalece.

Muchos dicen ser estadistas, pero los mismos aparecen muy pocas veces en el discurrir de los años. Indudablemente los costarricenses nos hemos visto bendecidos por tantos y tantos estadistas en un período relativamente breve de nuestra existencia republicana. Lamentablemente en años recientes se han atacado su obra creativa y sus transformaciones.

El juicio de nuestra época es el de “¡corrupción!”. Las creaciones y obras de quienes así han atizado estos conceptos son virtualmente inexistentes. Quienes han acusado y enjuiciado mediáticamente sin pruebas son personas de muy escasa ejecutoria y su proyección es chata, sus objetivos dudosos, pero han hecho mucho ruido por mucho tiempo. Lamentablemente algunas personas han prestado credibilidad a ese juicio simple y que es creíble en medio de la ignorancia histórica que prevalece en el país y su mínima formación cívica. La presunción de inocencia ha sido casi sepultada por estas coyunturas. Estas acusaciones han tenido la habilidad de sumar resentimientos de los costarricenses y lanzarlos contra las leyes y en contra del marco legal costarricense generando agitación.

Recientemente hemos escuchado exclamar que hemos vivido en una dictadura, en una tiranía por casi un siglo. Los costarricenses han simplemente callado y algunos hasta han asentido a tales cargos. No parece razonable callar ante acusaciones tan gruesas. Tampoco ante las acusaciones en contra de las leyes cuando nadie en años recientes ha alcanzado a señalar con objetividad y con profundidad intelectual en dónde residen y dónde están los yerros de nuestras leyes y de nuestras instituciones. Muchos confunden su malestar personal y su oposición política hacia algunos partidos o figuras descargando dichos malestares e inconformidades en el estado de la legalidad y en la construcción del estado de derecho del país. Todo puede mejorarse. Los problemas de oposición política se resuelven votando en las elecciones, no destruyendo lo que tanto nos ha costado construir.

Parece muy serio olvidar que acusaciones sin pruebas no son sino difamaciones. Parece muy serio olvidar que, si alguien acusa a la legalidad costarricense, pero no propone ni redacta proyectos de ley, envía y lucha públicamente por transformar la legislación, en realidad quizás tan solo está usando un subterfugio político para personalmente sobresalir o para denigrar a sus adversarios. Debe tenerse más cuidado y serenidad. Es menester ostentar más prudencia y desarrollar más esfuerzo por construir. Más responsabilidad debe de observarse en nuestros actos y en las consecuencias de nuestros procederes. Más pensamiento y capacidad para mejorar y reemplazar lo que es sujeto de mejora debe de estar presente en nuestras acciones ya que con liviandades se desmoronará lo que ha sido un buen esfuerzo de construcción de país. Es mucho más lo bueno y valedero en la construcción de Costa Rica que lo censurable. El deseo de todos los costarricenses es que la lucha política entre partidos y dirigentes fortalezca la democracia nunca la debilite y menos que destruya nuestra legalidad.

No es fácil forjar el progreso y menos tomando pareceres en todos los rincones de la sociedad como sucede en democracia. Es muy sencillo destruir, desacreditar, insultar o descalificar a los constructores y forjadores que ya no están entre nosotros. Respeto, memoria histórica, reflexión y mucho esfuerzo constructivo.

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