Cromos y futbol
Iris Zamora iriszamora4@gmail.com | Lunes 27 julio, 2015
No crean que era tan fácil (jugar cromos) como patear una bola, fingir una falta, que le paguen boletos de avión en primera clase, acordar premios…
…desde Moncho
Cromos y futbol
Mi pregunta en FB fue que a qué jugaba Costa Rica contra El Salvador; era el momento del “descanso”, así le llaman los comentaristas deportivos a esos 15 minutos entre uno y otro “tiempo”, lo aclaro porque fue evidente que Bryan & Compañía, lo que menos necesitaban era descanso.
Las respuestas fueron variadas, pero el colega Johnny Vargas escribió: “cromos”. Esa respuesta me trasladó al corredor de la casa (no sé si usted también llama a la casa de los padres, “la casa”).
En las tardes jugaba con mi única hermana, Denia, no había más niñas en el barrio. La hegemonía la tenían los hombres (en mi familia eran cuatro). Aprendimos a jugar cromos.
No crean que era tan fácil como patear una bola, fingir una falta, que le paguen boletos de avión en primera clase, acordar premios antes de jugar y si lo hace mal, justificar que “apenas están cogiendo ritmo” o “este, es otro proceso”.
Para jugar cromos hay que tener un “biotipo de mano” especial.
Mano larga, palma delgada, dedos flexibles y firmes. Destreza para ahuecar la palma, de la mano, que coincida con la curvatura de los dedos. Dejar suficiente aire entre la superficie en que se encuentra el cromo, (superficie que requiere revisión previa, como toda cancha de juego, que no haya rastros de refresco, miel de confites o boronas de pan). Una vez autorizado el espacio físico, hay que girar el cuello de un lado a otro, tomar posición parcialmente Padamasana, inclinarse levemente hacia la superficie de juego, (existe infracción si pone la otra mano para mantener el equilibrio). Levantar levemente la mano ahuecada y dedos en forma de arco (las uñas largas evitan una buena performance). Hay que rezar, obvio.
En ese instante, el aire que circula entre la mano y la superficie de juego, recibe el impacto de un movimiento casi imperceptible. Los dedos, la base de la mano y las orillas de la misma, apenas si tocan la superficie. ¡Sin tocar el cromo!...
Este gira, como si fuese una bailarina en una pista de hielo… Una sostiene la respiración… Y contrario al precipitado y bien pagado futbolista que ve cómo el balón que lanzó al portero caído, se eleva hasta casi bajar un dron… una observa como en el último giro, el cromo queda del lado contrario que estaba… y pasa a ser propiedad de una…
Aparece una sonrisa simulando humildad. Una celebra internamente el ingenio demostrado, mientras en posición de respeto a la adversaria (es un juego feminista, generalmente no juegan hombres) antes de colocar ahora su cromo, revisa con el rabillo del ojo la mano de la rival, si suda, y si es pequeña coloca un cromo que sea irregular en sus bordes, y un pelín más grande… En fin, oficio, estrategia, inteligencia, astucia, ubicación, serenidad, y por supuesto rezos… Como ven, jugar cromos no es tan fácil.
Con los cromos no aparece la testosterona desbocada, para justificar el fiasco, el fracaso y la indolencia, solo es un juego. No está de por medio la “dignidad de la familia”. ¡Como tampoco en el futbol la dignidad nacional!
Iris Zamora
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