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Miércoles, 27 de noviembre de 2024



COLUMNISTAS


Cruz, guerra, sufrimiento, muerte, hambre y pobreza en el mundo

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 18 abril, 2022


La Resurrección de Jesucristo nos da esperanza y nos llena de alegría. Pero no por ello podemos olvidar que Su crucifixión nos convoca a compartir el sufrimiento de todas las personas. La cruz y la tumba vacía nos llaman a construir con amor.

Hoy nuestras circunstancias nos convocan a compartir el dolor de la madre que no tiene pan para sus hijitos en los tugurios y el sufrimiento del trabajador sin recursos ni trabajo en nuestros campos y ciudades. A compartir la angustia de los ancianos, los niños y las personas con especiales dificultades que han sido abandonadas. A compartir la muerte y el miedo de los ucranianos y los soldados rusos que padecen la guerra. A compartir la desolación de los refugiados y los inmigrantes en nuestra patria y en todo el mundo.

Esos deben ser nuestro dolor, nuestro sufrimiento, nuestra angustia, nuestra muerte, nuestro miedo y nuestra desolación.

La guerra desatada por Putin contra Ucrania esta semana cumple su segundo mes de causar inenarrable muerte, sangre, sufrimiento y destrucción. Miles de civiles ucranianos han muerto, mayoritariamente mujeres, niños y ancianos. Miles de jóvenes soldados ucranianos y rusos han perecido y otros miles han quedado seriamente lesionados. Sus familias sufren sin distinción de nacionalidad. Millones de ucranianos, más de cuatro, han debido abandonar su patria, y muchos millones más se han visto desarraigados de sus hogares huyendo dentro de su país. Es una guerra inmisericorde que para tratar de lograr el éxito olvida los más elementales principios de respeto a la vida, a la familia, a la niñez, a los civiles. Una guerra cuyas atrocidades en los suburbios de la capital ucraniana y en las ciudades bombardeadas conmueven hasta a las personas más insensibles. Mariúpol está destruida.

Urge detener esa guerra que en adelante concentrada en el este y el sur de Ucrania amenaza ser aún más despiadada.

Los padecimientos infligidos a la humanidad por esta cruel guerra van más allá de Ucrania y Rusia. Más allá de Europa que debe dar acomodo a millones de refugiados. Afecta a todos, y muy especial y dolorosamente principalmente a los pobres del mundo.

David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, indicó que la guerra en Ucrania ha creado “una catástrofe sobre otra” y tendrá un impacto global “más allá de cualquier cosa que hemos visto desde la Segunda Guerra Mundial”.

Ucrania y Rusia producen el 30% del trigo, el 20% del maíz y más de las tres cuartas partes del aceite de semilla de girasol del mundo. El Programa Mundial de Alimentos compra el 50% de sus granos de Ucrania, indicó el Sr. Beasley.

Además, el resto del planeta soporta ya el encarecimiento de sus costos de producción agrícola y ganadera, por el alza de los precios de combustibles, de los fertilizantes y de los alimentos para ganado que producen y exportan Rusia y Ucrania.

Los precios de los alimentos ya venían subiendo en el mundo antes de esta guerra por las distorsiones causadas por la pandemia y por sequías en China, EEUU, Argentina y Brasil, Norte de África, Cercano Oriente y Asia Central, y Australia, mayores a las sufridas en décadas anteriores. Pero en general ese incremento se ha acelerado después de la invasión de Putin. De principios de 2022 al 4 de abril el precio de la soya ha aumentado un 38%, el del aceite de girasol un 36%, el del maíz un 64 % y el del trigo un 63%.

La prolongación de la guerra agravará la disminución del suministro de alimentos debido a que muchos de los agricultores ucranianos que producen los granos y aceites combaten a las fuerzas de Rusia y a que cada día es más difícil y costoso el transporte de los alimentos. La cosecha ucraniana de primavera se verá muy seriamente afectada por la guerra, creando faltantes que difícilmente podrán ser solventados durante este año con producción de otras zonas.

El aumento de los precios de los alimentos y de los combustibles los soportaremos todos, pero es muy diferente el impacto que esto tiene en una familia con recursos al que conlleva para una familia pobre. El quintil más pobre de nuestro país dedica un 38,4% de su gasto a alimentos y bebidas no alcohólicas. Las familias del quintil con mayores ingresos solo un 16,2%, bastante menos de la mitad. Somo un país de ingresos medios. En los países pobres sus pobres dedican una proporción aún mayor de su ingreso a la alimentación. Por eso sufren en mucho mayor medida el aumento en el precio de la comida, y se verán aún más afectados por mayores faltantes de producción que se darán si la guerra continua.

Ante estas graves circunstancias todos debemos ser solidarios con las familias pobres de Costa Rica y del mundo. Claro que ante la consciencia humana la responsabilidad moral por los crímenes y dolores causados por esta invasión injustificada a Ucrania cae sobre Putin y su entorno. Pero para paliar sus efectos todos somos responsables.

Urge asegurar el aprovisionamiento de alimentos a los países y las personas que más lo requieran por el alza de los precios y por el desabastecimiento. Los países no deben impedir la exportación de sus alimentos. Países ricos e instituciones internacionales deben asegurar el financiamiento a los países pobres para adquirir sus necesidades de granos y aceites. Quienes más tenemos debemos entender que debemos contribuir a que se pueda asegurar el abasto a las familias más pobres.

A pesar del dolor de la guerra nos deben mover el amor y la esperanza, no el odio ni la frustración.

Jesús después de la cruz resucitó. Esa es nuestra alegría y nuestra esperanza.

El Señor resucitó. En medio del dolor y la tragedia nuestra esperanza es la conversión de todos al amor, la aceptación de que Dios nos ama y que ese amor debemos trasmitírnoslo unos a otros.

Después de la cruz y la muerte vienen la resurrección y la vida.

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