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COLUMNISTAS


De cal y de arena

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 18 octubre, 2007


Si seguimos la “ley de hierro de las oligarquías” de que habla el autor Robert Michels, según la cual estas son intransigentes en la defensa a ultranza de sus posiciones y conquistas, la democracia costarricense (y en particular uno de sus elementos definitorios, el sufragio) ha entrado en tiempos sombríos. La oligarquía costarricense no va a andarse con contemplaciones a la hora de defender los territorios de que se ha hecho en el gobierno y en partidos políticos, con una poderosa concentración de medios de comunicación colectiva forjada precisamente para coadyuvar en la imposición de un modelo de sociedad, no por la vía de un consenso ni de una voluntad mayoritaria libremente expresada en las urnas electorales sino por el hecho de tener la sartén por el mango. La triple alianza (poder político, poder económico y poder mediático) exhibió en toda su crudeza sus métodos y sus poderes a propósito del referéndum sobre el TLC, debería provocar un gran debate en los pocos espacios que van quedando, sobre la calidad de nuestra democracia y sobre la fragilidad del sufragio como acto volitivo libremente expresado.

Por la “ley de hierro” la oligarquía es implacable. A Calderón Guardia y a Picado les cobró las garantías sociales y el impuesto sobre la renta. Ante Figueres llegó a demandar la derogatoria de esas garantías y del Código de Trabajo. De Ulate obtuvo la abolición del impuesto específico al capital. Pero nunca recuperó los territorios de decisión e influencia que había perdido en 1942. Penetró, sí, partidos políticos y gobiernos pero sin lograr imponer su visión de país. Lo consiguió en tiempos recientes cuando hizo las de Pirro en Troya, con los partidos, con los gobiernos y con los más significados centros de poder, trabajo esmerado, paciente y de años, oneroso, para lo cual le ha sido herramienta fundamental la concentración de medios de comunicación colectiva identificados con una misma bandera ideológica. Sintió que el NO al TLC amenazaba sus cotos de caza. Por eso reaccionó como lo hizo, sin piedad ni misericordia ni reparos, en un movimiento aplastante, incontenible, para domeñar voluntades y reprimir el libre albedrío en las urnas. Creo que el 7 de octubre de 2007 hizo imponer otro modelo de sociedad sin importarle el mandato del Capítulo de Garantías Sociales de la Constitución Política. ¡Qué carajo. Para eliminar obstáculos está la Sala!

El presidente Arias fue el ganador del domingo 7. Pero no la tiene fácil: en 27 meses debe responder al reto que él mismo se trazó respecto a la pobreza y la inequidad; tuvo un triunfo pírrico en números y en calidad; su base política es un conglomerado caracterizado por apetitos personales (chantajistas, les llamó el memorando); su radio de acción lo trazará la oligarquía (salvo que rompa lazos); el país está polarizado y hay segmentos claramente contestatarios. Vale recordar lo que escribió don Oscar en Grupos de Presión en Costa Rica: “En un medio en donde no haya partidos políticos, o en un régimen en el cual estos representan únicamente ciertos intereses, a los demás sectores sociales sólo les queda el recurso de constituirse en grupos de presión”.

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