De cal y de arena
Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 13 diciembre, 2007
Alvaro Madrigal
Tamarindo y La Fortuna se están desarrollando con pujanza en el prometedor mundo del turismo. Pero lo están haciendo por distintas vías que marcan dos modelos de desarrollo claramente diferentes en lo social, en lo económico y hasta en lo político. Es (guardando las distancias) un tema de algún modo referente al modelo de sociedad o de país de que tanto se habla ahora ante la hiriente evidencia de la pobreza que existe en Guanacaste y de la profundización de la inequidad en la nación.
Una cosa es Tamarindo, Papagayo, Santa Teresa y Jacó. Otra La Fortuna y Punta Islita. Aluden a esa diferente forma de emprender la explotación de los recursos turísticos, con resultados que están a primera vista, en la superficie de los hechos.
En Tamarindo irrumpe con violencia un tipo de desarrollo desordenado y de presencia evidente de la inversión foránea con exclusión de la local. En La Fortuna es al revés. De uno y otro rumbo emergen versiones contrapuestas, de cuyos detalles se ocupa acertadamente el XIII Informe sobre el Estado de la Nación en un capítulo especial.
La Fortuna, cuánto y cuán gratamente ha cambiado, gracias a la habilidad empresarial de los hacendados que entendieron que con su aptitud y una incursión estudiosa en los secretos de la explotación del turismo, sin desprenderse de su patrimonio inmobiliario, podían sacarle partido a la deslumbrante actividad del volcán Arenal, a ese genial emprendimiento que es la represa y el lago de Arenal como fuente de energía hidroeléctrica, a la cercana presencia de aguas termales, cavernas y flora y fauna de excepcional riqueza.
La Fortuna es el centro de una eclosión turística que se derrama por todas aquellas llanuras norteñas generando empleo y distribución de la riqueza. Una encuesta aludida por ese XIII Informe revela que en Tamarindo la mayoría de los informantes opinó que los inversionistas extranjeros son los más beneficiados con el desarrollo turístico. Igual dijeron en La Fortuna, solo que incluyendo a los inversionistas nacionales.
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En Tamarindo —igual en otros polos de desarrollo turístico de la Vertiente Pacífico— se da un acaparamiento total del espacio disponible, ocupado masivamente por los distintos factores del turismo. En cambio en La Fortuna la operación de empresas turísticas coexiste con las actividades tradicionales.
Si en Tamarindo no se requiere una mano de obra con alto perfil de instrucción en La Fortuna sí, subraya el Estado de la Nación así como que los habitantes de Tamarindo están preocupados por el desorden urbano y por la creciente presencia de la corrupción, cuestionamientos ausentes en La Fortuna. ¿Cuál modelo prevalecerá finalmente? Debería ser el de La Fortuna, siguiendo los contenidos del Plan Integral de Desarrollo Turístico 2002-2012: sostenibilidad, compatibilidad con el medio ambiente, preservación de las buenas costumbres, participación de la inversión criolla y promoción de las medianas y pequeñas empresas.
Pero a como son las cosas en Costa Rica, ¿quién garantiza que no haya un desborde incontrolable?
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