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De Rodríguez a Arias

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 20 agosto, 2009



De cal y de arena
De Rodríguez a Arias

Si en 1892 el presidente José Joaquín Rodríguez se fastidió con el cumplido ejercicio que hacía el Congreso Constitucional de los deberes fundamentales que le corresponden en una democracia y procedió a disolverlo, en estos tiempos nuestros el gobernante no ha tenido que apelar a tal extremo para domeñar al Parlamento y reducir el control político a una expresión simbólica. Desconozco si Rodríguez añoraba la construcción de una tiranía en democracia, pero sí se que el 3 de setiembre de 2005 el candidato presidencial Oscar Arias Sánchez confesó decantarse por una “tiranía en democracia” para evitar —dijo— el caos, la anarquía y la ingobernabilidad del país desde que Abel Pacheco ocupara la Presidencia de la República. El presidente Arias no ha llegado a imponer un modelo de gobierno de tiranía pero sí tengo claro que lo que Costa Rica sufre en este su segundo mandato es un modelo de vocación claramente autocrática. No ha habido desde Tinoco un presidente con tanto poder político como Arias. Retiene todos los hilos del poder. El poder político lo ejerce a discreción (a veces con indiscreción) sobre Liberación Nacional y de ser preciso sobre otros partidos. Modula a unos con favores y licencias dispensadas gracias a la desvergüenza e inmoralidad de algunos políticos. Dobla a otros con presiones económicas y mediáticas sobre sus dirigentes. Así se puso en evidencia a propósito del TLC y de las leyes complementarias. El Poder Legislativo se olvidó de los frenos y contrapesos sobre las actuaciones del Gobierno de la República. El Judicial y el Electoral retardan en exceso la resolución de los casos donde los gobernantes están en entredicho o se limitan a dictar meros jalones de oreja. El poder económico baila al compás de “La Zapoteña” (la orquesta que dirige el Maestro Arias) y se ocupa de que su vasto latifundio de periódicos, televisoras y radiodifusoras siga sin fallar la pauta que halaga a quien sostiene y ampara el modelo de desarrollo económico que tan lucrativo está resultándoles.

El gobernante ni exige rendición de cuentas ni pierde el sueño por los desvaríos, desaciertos y descomunales errores que acumulan los desatinos de su administración sobre los recursos naturales y las concesiones en obra pública; la subasta de conciencias en Limón y los cuestionamientos sobre el desempeño del Banco Central; las escuelas sin maestro y sin techo y los nubarrones que se ciernen sobre el régimen de pensiones; la funesta penetración del narcotráfico y la inseguridad ciudadana ya en cotas sin parangón; Alterra, la platina y las consultorías. Nada de esto mortifica a don Oscar. Lo que sí lo exaspera hasta la iracundia son los focos del frente externo que no ha podido meter en el saco del modelo de país que impone con tanto denuedo. En la tarea institucional pendiente, solo le falta someter a la Defensoría del Habitante para que “todo quede atado y bien atado”, como dijo Franco. ¿Entendés Ottón?

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