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Diplomacia y cultura de paz

Óscar Álvarez Araya oalvarezcocr@gmail.com | Jueves 09 mayo, 2024


Las personas son el fin de la diplomacia y de la cultura de paz.

Hay que construir la paz y la cultura de paz, pensando en la dignidad, en la libertad y en el bienestar de los seres humanos.

Los conflictos internacionales amenazan la estabilidad y el crecimiento económico, la seguridad, la paz y hasta las posibilidades de desarrollo humano y sostenible.

Por eso la sociedad internacional debe invertir más tiempo y sobre todo más esfuerzos y recursos en la diplomacia entendida como instrumento para la prevención y solución alternativa y pacífica de los conflictos militares.

Es urgente que las personas, los estados, las organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y los organismos internacionales trabajen más activa y eficientemente en la búsqueda, consecución, mantenimiento y preservación de la paz; una paz entendida no como la simple ausencia de guerra sino como una situación y una cultura de paz que nace especialmente de la reconciliación, el diálogo, la concordia y la construcción de acuerdos y consensos.

En la diplomacia de la paz son esenciales como instrumentos la solución alternativa y negociada de los conflictos, la creación de acuerdos y consensos, el establecimiento de zonas de paz, el respeto a las declaraciones e instrumentos de derechos humanos y de derecho internacional humanitario, la ejecución de medidas de confianza mutua, los programas de cooperación internacional y los procesos de desarme negociado, simultáneo, gradual y equilibrado, entre otros mecanismos y caminos de construcción de la paz.

La diplomacia de la paz incluye asimismo la promoción de la seguridad humana y democrática como vía integral y equilibrada para promover la seguridad de las personas ante las tradicionales y nuevas amenazas a la sociedad global y nacional tales como el crimen organizado transnacional, el narcotráfico, la corrupción en la gestión pública y el terrorismo.

Sin dejar de mencionar otros riesgos y amenazas más tradicionales tales como las epidemias, las pandemias, las calamidades de la naturaleza como los terremotos y huracanes y las distorsiones debidas a fenómenos climáticos.

El siglo XX fue el más violento de la historia humana. Fue el siglo caracterizado por dos guerras mundiales y otras guerras locales, además de variadas experimentaciones con los totalitarismos. Se suponía que el siglo XXI se vislumbraba como un siglo más pacífico pero no está resultando así.

El conflicto militar entre Rusia y Ucrania, que ya cumplió dos años, el conflicto entre Israel y Hamas, que empezó el 7 de octubre de 2023, el reciente ataque de Irán a Israel, así como las tensiones en el Mar Rojo y en el Mar de China Meridional y en el Estrecho de Taiwán, nos enseñan que aún queda mucho por hacer en el camino de la construcción de la paz y de la cultura de paz. Actualmente subsisten conflictos militares en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria.

Los conflictos militares internacionales amenazan la estabilidad y el crecimiento económico y pueden redundar en incrementos en los precios de los combustibles y los alimentos, además, por supuesto de generar grandes pérdidas en vidas humanas, en salud pública y en seguridad humana.

El mejor camino para una diplomacia de la paz y para avanzar hacia la estabilidad y el crecimiento económico, la seguridad humana, el desarrollo y la paz es poner a las personas en el centro de atención de los asuntos internacionales.

Las personas son el fin de la diplomacia y de la cultura de paz.

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