El alboroto del traspatio
Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 30 julio, 2009
De cal y de arena
El alboroto del traspatio
La liebre saltó cuando menos la esperaban y donde menos la esperaban. No en Irán, Corea del Norte, Afganistán, Pakistán o el Cercano Oriente. Saltó en su patio trasero, en Centroamérica, donde el Presidente de Estados Unidos y la Secretaria de Estado daban por sentado que aparte de los berrinches de Daniel Ortega, las avanzadas del Farabundo Martí, la inercia de Alvaro Colom y los flirteos con Hugo Chávez, todo se mantendría ordenadamente acomodado como para no complicarles más la vida, ya difícil por una pavorosa crisis económica cuyo abatimiento se ensaya en los laboratorios de Wall Street con toda variedad de fórmulas y aún no aparece Arquímedes con su “eureka”.
Obama encara una asfixiante deuda pública que supera el billón de dólares y un desempleo que se dispara y que para fines de año puede exceder el 10%. Está espantado porque los programas de salud pública van por la ruta del colapso; percibe las zancadillas de la más reaccionaria derecha del Partido Republicano; y no deja de releer los capítulos que rodearon los últimos días de los hermanos Kennedy. ¿Con qué tiempo, con cuál orden de prioridades, con qué presión fáctica van don Barak y doña Hillary a dedicarle tiempo y energías al capítulo centroamericano de una nueva visión de las relaciones de Estados Unidos con Latinoamérica, enunciada en la cumbre presidencial celebrada en Trinidad y Tobago? Su atiborrada agenda con otras prioridades no les dio tiempo a cambiar embajadores y remover los poderosos tentáculos políticos con que la administración Bush amparó, fortaleció y envalentonó a la oligarquía centroamericana que retiene el poder político, el económico y el mediático y que decide qué se hace y cómo se hace (aún en Nicaragua donde practica con disimulo los acercamientos con el régimen) y que ordenó la decapitación de Zelaya.
Los diplomáticos designados por Bush —del riñón de John Negroponte y Otto Reich, perniciosos personajes de alto vuelo de su gobierno— no han cesado de intrigar con lo más reaccionario de la oligarquía so pretexto de los peligros que representan el ALBA y Hugo Chávez. En el caso de Honduras, dos prominentes figuras del Departamento de Estado, Steinberg y Shannon, trataron de “disuadir a los golpistas”. No lo consiguieron tal vez porque usaron guantes de seda y al final dejaron que prosiguieran los planes golpistas. Ha pasado un mes y no aparece la suficiente presión política y económica que impida la consolidación del régimen golpista. Washington titubea y el SICA ni se mueve ni se ríe... ¡qué diferencia con la reacción de UNASUR, que impidió la desestabilización del gobierno de Bolivia! La influencia que ejercen esos reductos del viejo estilo de dominación, llena de penumbras las acciones de Obama y Clinton en Centroamérica y crean una atmósfera de recelos, dudas y aprensiones, confesas unas y discretas otras, que descarrilan los pertinentes y justificados esfuerzos mediadores del presidente Arias.
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