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El Gran Reinicio demanda reformas fundamentales en educación y capacitación

Ecoanálisis Consultores mercadeo@ecoanalisis.org | Miércoles 22 julio, 2020


PhD.- Miguel Ángel Rodríguez

Socio Ecoanálisis


El día después de COVID-19 nos llama a El Gran Reinicio. No se trata simplemente de volver al 2019. Muchas cosas habrán cambiado, otras se habrán destrozado, algunas muy convenientes que deberemos reactivar, otras ineficientes o injustas que necesitaremos cambiar.

Para que nuestro crecimiento futuro sea más rápido, más inclusivo, participativo y equitativo, es esencial que aumente la productividad tanto por contar con una fuerza laboral con mayores habilidades literarias, numerarias, técnicas y suaves; como por contar con mayor innovación y un marco regulatorio que propicie más eficiencia del estado y más competencia en los mercados.

Me interesa destacar algunos aspectos del reinicio de nuestra actividad relativos a la educación y a la capacitación.

Lo primero es cuidarnos de no repetir los errores que cometimos en la década de los ochenta a consecuencia de la crisis financiera de esa época.

De 1980 a 1988 (año más bajo de escolaridad en secundaria posterior a esa crisis) la escolaridad bruta bajó casi en una tercera parte, 18,3 puntos porcentuales. Esto quiere decir que de esa generación casi una tercera parte tuvo una menor capacitación en secundaria, lo que todavía se siente en el país. No se recuperó la escolaridad de 1980 sino hasta 2001. Esto quiere decir que hasta el 2033 empezará a disminuir el número de personas en la fuerza laboral que perdieron la oportunidad de proseguir sus estudios en secundaria, y que el impacto de esta pérdida no desaparecerá del todo sino hasta mediados de este siglo.

Se escogió mal. Mientras que durante ese período en las universidades públicas creció la matricula en 5.404 estudiantes, en secundaria disminuyó en 30.065.

Lo segundo es asegurarnos de que la educación pública básica hasta la conclusión de estudios secundarios genere en los estudiantes las habilidades literarias, numerarias, técnicas y suaves que les permita ser exitosos en el demandante mundo laboral del siglo XXI. Este es el fundamento para una sociedad inclusiva, eficiente y justa. Los exámenes PISA de OCDE 2009, 2012, 2015 y 2018 nos demuestran que no lo estamos logrando, y que más bien con el transcurso de los años hemos ido empeorando.

Hay estudios incluso específicos para América Latina, que demuestran lo obvio. El resultado de la educación formal depende de lo que ocurra durante las clases. También hay estudios que verifican que los maestros no nacen, se hacen. Y una tercera importante corroboración es que las habilidades que los alumnos asimilan del proceso educativo (no las horas que pasen sentados en las aulas) están directamente correlacionadas con el progreso de sus países.

Cuando, en el ejercicio de la Presidencia, pregunté al magnífico Ministro de Educación don Guillermo Vargas -quien fue profesor de matemáticas- la razón de la baja aprobación en esa materia en las pruebas de bachillerato, concluimos que se trataba de que era el campo de enseñanza en que había mayor proporción de educadores no graduados.

Años después encontré que la baja aprobación en matemáticas se mantenía, pero que ahora prácticamente todos los profesores de esa materia eran graduados universitarios.

En 2010 la Dirección de Gestión y Evaluación de la Calidad realizó una prueba que abarcó al 83% de los docentes de matemáticas de educación pública secundaria. Solo un 2,5% de ellos no tenían estudios en la enseñanza de las matemáticas y un 87% tenían al menos grado universitario de profesor de secundaria. Pues bien, solo la mitad de los docentes evaluados mostraron dominio de los conocimientos estipulados en el programa vigente.

¡Quedé perplejo! Pero ahí estaba la respuesta.

El título del docente no es suficiente para que pueda generar habilidades adecuadas a nuestros jóvenes. Es necesario constatar los conocimientos de los docentes que se contraten. Constatar los conocimientos y habilidades del educador también es muy necesario para hacer buen uso de los enormes recursos que nuestro país dedica a la enseñanza pública. De 2008 a 2018 el gasto en el Ministerio de Educación Pública respecto al PIB pasó de 5 a 7,6%, un incremento de 52%. El gasto por estudiante en términos reales de 2008 a 2016 aumentó en un 110%. El aumento es inmenso en cada uno de los tres niveles de preescolar, primaria y secundaria. Pero no se obtuvo los resultados correspondientes a ese justificado esfuerzo ciudadano.

Además de evaluar a quien se le va a entregar la fundamental tarea de educar a niños y jóvenes, debemos darles apoyo al menos durante su primer año de ejercicio docente con la participación de experimentados docentes que los acompañen en una buena cantidad de sus clases, tal como se hace cuando un médico realiza su internado. Y por supuesto evaluar anualmente el rendimiento de sus tareas, para asegurarse de que se recapacite en las áreas en las que fuere necesario.

Es importante aprovechar el período de formación de las conexiones de las neuronas de los infantes de 0 a 4 años, estimulándolos en el ejercicio de actividades apropiadas para su edad, lo cual se puede hacer bien mediante las instituciones que les brindan cuido o asesorando a sus padres en una tarea coordinada de escuelas y EBAIS. Igualmente debemos universalizar los dos años de enseñanza preescolar, y asegurarnos de que en especial llegue a los niños de las familias más pobres, lo que hoy no ocurre.

Finalmente, para crear mayores oportunidades de superación especialmente a las personas de familias con bajos ingresos, es indispensable que se apruebe la reforma pendiente a la legislación del INA para que la capacitación y el reentrenamiento laborales se multipliquen y sean atinentes a las necesidades del sector productivo. Solo así se ampliará la empleabilidad de quienes lleven esos cursos en las áreas con mejores salarios del sector formal.

Aprovechemos la necesidad de reconstruir nuestra economía el día después de COVID-19 para que sea más inclusiva, equitativa y eficiente. Los cambios que se puedan introducir en nuestro sistema educativo son esenciales para lograrlo.

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