El liberalismo en el 2018: Parte I
Natiuska Traña natiuskatp@gmail.com | Miércoles 13 junio, 2018
El liberalismo en el 2018: Parte I
Para hablar sobre este tema es necesario concentrarse con un café expresso, porque hay mucha tela que cortar y es que todos tienen conceptos mezclados de lo que es ser liberal en este momento.
En Norteamérica (Estados Unidos) los “liberales” vienen a ser estos partidos que buscan un gobierno intervencionista que esté involucrado, no como un Estado pequeño que permita libertades económicas, sino como uno que defiende un gobierno activista, que esté involucrado en muchas de las decisiones económicas. Pues bien, estos liberales son muy socialistas, porque defienden las libertades personales pero no la libertad económica, ni la confianza en el mercado o en la descentralización a la hora de toma de decisiones de sus ciudadanos.
Por otro lado, son los “conservadores” (Partido Republicano) los que defienden la plena libertad económica, tratados de libre comercio y un gobierno que permita empoderar a sus ciudadanos y lograr su crecimiento y desarrollo económicos interviniendo lo mínimo. Aunque estos partidos no limitan los postulados de Adam Smith y John Locke, sí limitan por otro lado las libertades individuales, haciendo un menjunje que no entendemos aquí en Latinoamérica. Para Estados Unidos, el Partido Acción Ciudadana, el Frente Amplio e inclusive el Partido Liberación Nacional serían calificados de liberales, esto porque en la década de 1930 se trató de definir esta postura y antes de llamarla “socialista” (término para nada popular en Estados Unidos) decidieron ponerle la etiqueta de “liberal”, suena menos despectivo. La culpa de todo este enredo, la tiene don Franklin Delano Roosevelt pues en el “New Deal” forró el concepto de Estado Intervencionista y lo trastabilló con el concepto de Liberal. Sin duda alguna, las políticas de estos liberales son las de un partido de izquierda, con un gobierno omnipresente que les solucione los problemas a sus ciudadanos porque ellos no son capaces de salir adelante por sí mismos. No es casualidad que Gary Johnson, candidato liberal en las elecciones de 2016 en Estados Unidos, abogue por que el Estado se inmiscuya en la propiedad privada y en el mercado con la justificación de que se deben alcanzar objetivos igualitarios, no desde la óptica de generar más riqueza para todos, sino de sustraer la riqueza de unos para trasladársela a otros.
Defender las ideas de la libertad, nunca ha sido más complicado y lo es más aún cuando ante los errores conceptuales se puede meter cualquier ideología atrás de la palabra “liberal”. Para variar, los políticos se han encargado de enredar los conceptos, ensuciando el término del liberalismo clásico, el que muchos defendemos y queremos ver como una realidad, que permita no solo la libertad individual, para que usted viva como le plazca mientras no afecte derechos de terceros (al Estado no debe importarle cómo usted decida vivir siempre que no infrinja la ley, ni tiene que decirle cómo tiene que comportarse en su esfera privada), sino que también debe resguardarlo como ciudadano con un menor intervencionismo del Estado en materia económica; querámoslo o no es necesario que como ciudadanos no solo podamos ejercer nuestros derechos individuales, sino que tengamos los medios económicos para poder realizarlos, no es justo que los ciudadanos debamos exponernos a la frustración e incertidumbre que traen las crisis económicas que los mismos Estados generan por su evidente mala administración de fondos públicos histórica.
Los liberales norteamericanos como la izquierda latinoamericana están matriculados contra el capitalismo, pues tergiversan que la libertad económica es la principal traba para alcanzar los principios de igualdad y de ayuda a las clases más desfavorecidas, sin considerar que el primer paso para liberarse de la miseria es sustentar las necesidades materiales más primarias y esto se logra con las herramientas necesarias que permitan el crecimiento económico. Marx y su teoría han logrado los casos de mayor muerte y miseria por esta aberración teórica, pues nada ha conseguido aumentar más la pobreza que estas afirmaciones.
La realidad ha demostrado que estos disparates que aún suenan muy bonito y tienen gran aceptación a la fecha, no son para nada ciertos, si esta tesis se confirmara la pobreza sería infinita y no lo es. Precisamente el crecimiento económico y la movilidad social se dan en los países que respetan la propiedad privada y que no les quitan a unos para darles a otros, sino que les dan las herramientas necesarias a los que menos tienen para que puedan salir adelante. La pregunta que debemos hacernos no es, ¿por qué crece la desigualdad?, sino ¿por qué algunos países han avanzado tanto en la maratón del desarrollo y otros no? De repente podemos darnos cuenta por qué en Estados Unidos no han tenido tanta suerte los liberales y por qué se mantiene como una de las potencias mundiales de primer mundo. (Continuará).
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