El saber hacer colectivo
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 18 mayo, 2015
Disyuntivas
El saber hacer colectivo
El 11 de mayo la Academia de Centroamérica preguntó a connotados economistas cómo Costa Rica podría crecer más rápido y generar más empleo.
El profesor de Harvard Ricardo Haussman presentó su teoría de que el distinto crecimiento económico de las naciones se da principalmente por las diferencias en especialización y unión del conocimiento.
¿Qué se necesita para crear una empresa exitosa? Saber hacerlo, es la sencilla respuesta. Y ese “saber hacer” no se halla todo en textos y manuales, ni incorporado en máquinas. Está principalmente en las mentes de las personas que lo han hecho, o que han realizado una tarea muy parecida y pueden introducirle variaciones. Mucho de ese conocimiento es de cosas que sabemos hacer pero no podemos “explicar” como se hace. El ejemplo más sencillo es andar en bicicleta. ¿Quién lo ha enseñado recurriendo a fórmulas físicas y conocimientos anatómicos? Es algo que aprendemos haciéndolo, y ya. Esto es lo que el premio Nobel de Economía Friedrich Hayek llamó conocimiento no articulable y de cuya generación y utilización hizo depender la eficiencia productiva.
Ese “sabe hacer” tampoco se encuentra en una sola persona. Alguna conoce aspectos de mercadeo, otra de producción, aquella de adquisición de insumos, la de más allá de recursos financieros. Es pues —como lo llama Haussman— un “saber hacer colectivo”. Los “saber hacer” individuales son complementarios, se necesitan unos a otros.
Si se da ese “saber hacer colectivo” pueden operar empresas que aumentan la productividad de un país, y nos conducen a un crecimiento acelerado, con su concomitante generación de riqueza, empleo y bienestar. Para que se dé es necesaria gran cantidad de “saber hacer” individuales diferentes —en las mentes de las diversas personas— y también que se puedan unir esas capacidades individuales complementarias.
Sin pretender que esta sea la única explicación de nuestro pobre crecimiento, sí contribuye en mucho a señalar los obstáculos que enfrentamos.
¿Cuáles son las consecuencias prácticas de esta concepción?
En las zonas francas tenemos muchos diferentes “saber hacer” en las mentes de sus trabajadores locales y de los que están en el extranjero. Las zonas francas permiten unirlos. Por eso somos competitivos con sus productos en el mercado globalizado. Pero en las zonas alejadas —por sus costos de acceso— es mucho menor la variabilidad de “saber hacer” y está poco conectado con otros “saber hacer” individuales nacionales y foráneos.
¿Cuáles fallas nos conducen a estas desigualdades? Con la apertura de nuestra economía hemos logrado unir “saber hacer” de personas locales con los de las empresas extranjeras. Pero sufrimos la congestión urbana y el aislamiento rural que impiden que se combine el conocimiento de diferentes personas eficientemente y que generan el costo de mucho tiempo en viajar a trabajar y de regreso al hogar. Esto resulta de falta de infraestructura y de inadecuada planificación urbana que aleja los sitios de residencia de los centros de trabajo.
Son dos áreas en que tenemos muchos años de atraso y en las cuales urge actuar con inteligencia, planificación y decisión.
Miguel Ángel Rodríguez
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