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El tango

Leopoldo Barrionuevo leopoldo@amnet.co.cr | Sábado 17 octubre, 2009



ELOGIOS
El tango

La UNESCO proclamó recientemente al tango Patrimonio Cultural de la Humanidad al considerarlo una expresión única y de valor excepcional, luego de una presentación conjunta del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Alcaldía de Montevideo. Del mismo modo se reconoció al candombe uruguayo. Es una buena noticia que el tango sea reconocido como música, danza y poesía del Río de la Plata.
En efecto: el tango es tanto de Montevideo como de Buenos Aires y comienza a gestarse entre los años 1870 y 1900, para entonces toma su forma definitiva y alcanzará su desarrollo en la primera década del siglo pasado.
El vocablo tango –que inicialmente fue tambo o tango de los negros— es de origen afro y ya tenía vigencia hacia 1790 en ambas márgenes del Plata para designar primero al encierro de los negros esclavos y después al sitio de baile donde se reunían también los señorones para participar con la plebe de la danza procaz que encerraba el candomblé (candombe en lengua bozal).
En el periodo de Rozas, que abarcó desde 1829 hasta 1852, el Dictador se apoyó en los negros para su gobierno y los tuvo en consideración, favoreciendo sus actividades sociales, sus desfiles de Carnaval, sus bailes y sus festividades y a su caída, por la Constitución Nacional de 1853, se promueve la inmigración, la que influirá notoriamente en su evolución posterior, a partir de 1864.
Esa afluencia de 6 millones de almas en los próximos 70 años cambiará las perspectivas étnicas y culturales, con la paz tras la Guerra de la Triple Alianza con el Paraguay, hacia 1871, se licencia a la tropa y tanto los soldados como las chinas cuarteleras, que los seguían como a todo ejército, se asientan en los Corrales Viejos, mataderos de entonces (hoy por hoy en los alrededores del estadio de Huracán) y surge en un largo proceso esa nueva música que es un híbrido de la milonga pampeana, con el agregado del ritmo del candombe, la habanera (el antiguo danzón canario) como baile de pareja abrazada y algunos aportes en el canto del chotis, la zarzuela española y el tanguillo andaluz.
Simultáneamente se crean las Academias, bravos lugares de baile en ambas márgenes del Plata con diario intercambio de los tripulantes de las chatas areneras quienes difundirán el baile. A la vez y como complemento, el naciente tango proliferará en los lenocinios de los arrabales, con el aporte de los inmigrantes que en alto porcentaje eran hombres.
No puede negarse que en sus orígenes el tango fue prostibulario y a principios de siglo, cuando comenzó a evolucionar, fue condenado por las familias decentes hasta que su triunfo en París de pre y post guerra, lo consagró. Después de El Choclo y La Morocha, los pianos de las muchachas de barrio lo interpretaron por doquier.
En la historia posterior ingresa la Guardia Vieja con Firpo, Canaro y Arolas y desde 1917 la voz de Carlos Gardel, cuando interpreta “Mi noche triste” de Pascual Contursi y de ese mismo año es “La cumparsita” de Matos Rodríguez, insigne uruguayo que compuso ese monumento que es el tango de los tangos.
La Edad de Oro llegará entre 1935 y 1950, tiempos de Troilo, Di Sarli, Fresedo, Mores. D’Arienzo, Pugliese y su mayor difusión lo será en Japón después y merced a Astor Piazzolla en Europa; su universalización surge en los últimos 30 años al convertirse en un baile global y de acuerdo con estudios recientes presentados a la Universidad de Fráncfort, el baile del tango reduce notoriamente la hormona del estrés, una cura agradable, gratificante y artística para los males de la vida moderna.
El autor es Académico Correspondiente de la Academia Nacional del Tango de la República Argentina y mantiene desde Costa Rica el sitio www.gardelytango.com

leopoldo@amnet.co.cr

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