Enfrentamos un crecimiento mundial lento
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 29 mayo, 2023
Hace siete años escribí varios artículos comentando la desaceleración del PIB mundial después de la Gran Recesión de 2008-2009. En ellos comentaba la interrogante que ya se habían planteado varios economistas sobre si ese estancamiento era un fenómeno pasajero que simplemente significaba un ajuste cíclico, o si era una nueva característica de la economía mundial con cierta permanencia.
A la vez comenté entonces cuales deberían ser nuestras reacciones ante esas nuevas condiciones, cómo adaptar nuestra conducta a ellas, y como lograr los mejores resultados ante situaciones externas no tan favorables como las que en otros tiempos se nos habían presentado.
Recién ha publicado el Banco Mundial el informe “Falling Long Term Growth Prospects: Trends, Expectations, and Policies” (Caída de las perspectivas de crecimiento a largo plazo: Tendencias, expectativas y políticas) que analiza el posible comportamiento de la producción mundial en el primer tercio del siglo XXI, la disminución del crecimiento del PIB en la segunda década de ese siglo respecto a la primera, y la nueva disminución esperada en la tercera década que estamos viviendo.
Esta obra editada por M. Ayhan Kose y Franziska Ohnsorge dos de los economistas líderes del Banco Mundial con la participación de otros once coautores de esa institución es un muy importante aporte.
Con recurso a diferentes métodos los autores determinan empíricamente la tasa de crecimiento potencial del PIB, definida como el mayor crecimiento que no desata un proceso inflacionario. Lo hacen con la información de una muestra que comprende tanto economías desarrolladas como emergentes y en desarrollo, y obtienen cifras desagregadas para esos dos subgrupos.
La conclusión es que para la economía mundial la tasa potencial de crecimiento en las tres décadas iniciales de este siglo bajaría de 3,5% anual en la primera a 2,6 en la segunda y a 2,2 en la tercera. Para los países emergentes y en desarrollo también se obtiene una preocupante conclusión: el crecimiento potencial baja de 6% a 5% y a 4%.
Ya en las reuniones de primavera el Economista Jefe del BM el pasado mes de abril alertó sobre una posible década perdida hasta 2030, si no se logra revertir las tendencias.
Esta caída en el potencial de crecimiento de la producción mundial se da por la confluencia de la disminución del crecimiento de la fuerza laboral, por una disminución en la inversión tanto pública como privada y por un crecimiento menor de la productividad.
La fuerza laboral baja su crecimiento en respuesta los cambios demográficos que se han venido dando y a un menor crecimiento en la capacitación de los trabajadores.
La inversión pública baja su capacidad de crecimiento principalmente por el alto endeudamiento de los gobiernos.
La inversión del sector productivo se ha visto afectada por un menor crecimiento del crédito, por un menor ímpetu de reforma económica, por un cambio en la política de inversión en activos fijos de China, y por mayor incertidumbre sobre el clima de negocios.
La productividad total de los factores que mide el crecimiento de la producción que no resulta del aumento del trabajo, ni del capital, ni de los recursos naturales ha disminuido su crecimiento tanto por una menor reasignación de los factores de la producción hacia usos más eficientes, como por los efectos sobre la innovación de epidemias, crisis financieras o bancarias y desastres naturales.
También estudian los autores el impacto negativo sobe el crecimiento de la producción que se ha dado por la caída en el comercio internacional. De 1990 a 2011 el comercio internacional creció el doble de rápido que la producción mundial, pero desde entonces apenas si ha conseguido crecer a un ritmo similar.
Claro que también hay efectos positivos que se dan para estos años. La aceleración en el crecimiento de los servicios en las economías en desarrollo es uno muy relevante. También la intensificación en el uso de las tecnologías de información y comunicación que provocó la pandemia.
Hace 7 años frente al panorama de menor crecimiento mundial indiqué que a pesar de ese panorama estaba en nosotros mismos acelerar nuestro crecimiento, para poder de esa manera generar más empleos formales, disminuir la pobreza y generar más satisfacción a las familias de clase media.
Escribí: “existe mucho campo para incrementar nuestra productividad. No somos, salvo en muy pocos casos, un país productor de bienes que estén en la frontera tecnológica, de bienes que se produce con las tecnologías de punta.
Eso nos abre camino para innovar y poder incrementar la productividad total de los factores para que aumente la tasa de crecimiento de la producción.
Pero dependemos de nosotros mismos. Debemos hacer de la innovación, la productividad y la competitividad los fundamentos de nuestro modelo de desarrollo. De ello depende disminuir el alto desempleo y la estancada pobreza.”
Este estudio del Banco Mundial señala que para el mundo la tasa de crecimiento potencial puede aumentar y llegar en esta década a 2,9% incluso superior a la de la década anterior, con medidas para incrementar la oferta laboral, para aumentar la productividad y para estimular la inversión. Estas medidas pueden aprovechar el cambio hacia una economía sostenible que ponga freno al calentamiento global, aprovechar el crecimiento y la tecnificación de los servicios y deben facilitar el comercio internacional disminuyendo los costos de comerciar que -a pesar de aranceles relativamente bajos- duplican el precio de los bienes importados respecto al valor en el mercado de origen, principalmente por el precio de los fletes y por factores logísticos.
En nuestro caso tenemos ventajas potenciales que podemos aprovechar en muchos de esos campos. Pero no se darán si no aplicamos las políticas correctas.
Tenemos una baja participación laboral de las mujeres y de los jóvenes. Podemos con la red de cuido infantil aumentar la oferta laboral de mujeres y con capacitación la de jóvenes. Para esto último contamos con la reforma del INA, con los recursos dedicados a educación pública, con aprobación de la educación dual, de exámenes de habilidades para una mejor contratación de docentes y de recursos para universalizar el acceso a banda ancha en la educación pública. Pero para tener más trabajadores y mejor preparados se debe avanzar en esos campos.
Contamos con el comercio cercano y amistosos (nearshoring, friendshoring) y con nuestra hasta ahora exitosa capacidad de atraer inversión directa extranjera (IDE) para crecer nuestras exportaciones mucho más aceleradamente que el comercio mundial. Pero no debemos perder nuestra capacidad de atraer esa IDE.
Nuestro sector de servicios para la exportación ya está gozando de un gran crecimiento.
Los conocimientos de las empresas en nuestro sistema de comercio preferencial nos permiten aumentar los encadenamientos con ellas del sector tradicional y acelerar la innovación y la productividad en el comercio definitivo. Claro con las necesidades del cambio institucional para facilitar ese proceso que la OCDE y los trabajos de economistas como Ricardo Monge han venido promoviendo.
Los avances en los resultados de la hacienda pública, la caída de la inflación, la esperada y ojalá pronta disminución de las tasas de interés que esas circunstancias y una política monetaria adecuada deberían provocar, incentivarían la inversión privada.
El crecimiento de la infraestructura pública debería resultar de una pronta renegociación de contratos de concesión vigentes para su expansión, de nuevas concesiones, y de una restructuración del gasto público para privilegiar la inversión y los programas sociales.
Pero igual a como concluía mis comentarios hace siete años: “Difícilmente lo lograremos si seguimos haciendo lo mismo.”
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