Farsa política
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 07 enero, 2011


Farsa política
El papel de un buen gobierno debe consistir en inspirar esfuerzos para la realización de obras de bien colectivo.
Caso contrario, la política tica ha perdido ese interés. Los partidos se presentan hoy como estructuras autistas e insensibles al drama cotidiano que afecta a los ciudadanos. Están más sumidos en resolver las rencillas y conflictos por el dominio interno de sus estructuras, que en cumplir su función esencial como centros de pensamiento para la gestión de acciones públicas concretas que repercutan en el bienestar social.
Si hablamos con claridad, política es el arte de hacer, lo que supondría acción, pero en la distorsión criolla al concepto de democracia representativa, se le ha querido dar la connotación de que es el arte de beneficiarse a sí mismo a costa del bien público.
Por esta razón, una institución, muy costarricense, que no proviene de las fórmulas primermundistas que han pretendido “modernizarnos” desde hace siglos, como es la Caja de Seguro Social, y a pesar de toda la sangre derramada y el costo de preservarla, hoy se desmorona ante nuestros ojos, y con la mayor indolencia de la historia “los actores políticos” se muestran distantes, como si se tratase de un problema en otro país.
Otra clara muestra de la argucia de nuestro sistema político es la inseguridad. Una tras otra, las encuestas de opinión señalan la trillada noticia de que la violencia y el crimen son las mayores preocupaciones de los ciudadanos. A pesar de ello, las respuestas de los gobiernos han sido imperceptibles entre los costarricenses. El asunto es que las estructuras del crimen han superado a las del Estado.
Me parece que un signo de la mediatización de la supuesta lucha contra el crimen se resume en el hecho de que hoy tenemos como Presidenta a la ministra de Justicia de la administración anterior.
Los políticos nacionales han pensado que con identificar y estudiar los problemas, lo cual es un negocio rentable, dicho sea de paso, se puede sacar un país adelante.
No sorprende, entonces, que las pomadas canarias que se presentan como planes de desarrollo, estén cargadas de estudios de la problemática y acciones “estratégicas” para que la dizque llamada “gerencia pública” termine por empapelar cada cuatro años las oficinas gubernamentales bien adornadas por la foto del caudillo de turno, mientras las estructuras sociales y de bienestar se caen a pedazos, al igual que las promesas de campaña.
Luis Alberto Muñoz
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