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La feria de Zapote

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 04 diciembre, 2008


La feria de Zapote

Tomás Nassar

Me desperté el domingo a las cinco de la mañana. Dicen que cuando uno se está poniendo viejo se le quita el sueño. Qué tirada. Como a esas horas, ni las gallinas ponen, me embutí en los pantalones, confieso que sin bañarme, me encaramé una gorrilla de medio ver y me fui a darme una vuelta a la Feria del Agricultor de Zapote.
Como no sé nada de comprar verduras, la verdad, fui a puro binear. Hacía tiempo quería darme una vuelta. Cuando a uno lo absorbe el trabajo, pierde el contacto con todo, hasta con la gente.
¡Qué cosa más linda, por Dios! Hacía tantos años que no venía por aquí que ya mis sentidos habían perdido por completo la experiencia de lo que es caminar bien temprano por entre tanta comedera.
Es que es un mercado casi surrealista, una experiencia inigualable. Me encontré a medio mundo. Ahí estaba Luis, el exitoso empresario de aviación, un Ministro muy popular y mi amigo Víctor el salonero que me atiende los domingos y con quien conversar es una sabrosera porque el condenado es un puro vacilón.
Una chinita de algún restaurante la pulseaba para decir en español quién sabe qué cosa mientras compraba la “veldula”.
La doñita muy compungida “dos fajas de ajos a 300 y aproveche porque en diciembre sube a 400” y el comentario ingenioso de un marchante mientras pasaba por el puesto de huevos frescos que amenizaba el amanecer con música ranchera: “toda con los huevos a la ranchera”.
La expresión de moda que resuena por todo el lugar, “solo bueno”, anunciando las virtudes de las mandarinas a 7 por mil, los chayotes, el cuartillo de papas, bananos pintones, unos yuplones más revejidos que las n... de mi abuela. En un puesto una carajilla tan bonita y con los cachetes tan colorados que, supongo yo, lo vendió todo sin anunciar.
No puedo negar que me hizo gracia el par de doñas todas emperifolladas, labios y los ojos bien pintadotes, de esas que no salen de la casa sin su dosis de merula. Buena cartera Louis Vuitton. ¿Será china? Qué mal pensado, si diay cualquiera puede darse un gusto en la vida. Talvez venían de una fiesta. ¿Por qué no?
Puestos de embutidos, quesos, flores, venta de pupusas se dan taco a taco con los agricultores que, dicen, vienen de arriba, de la montaña a vender sus productos a la capital para poder, también dicen, defenderse mejor, que la vida está muy dura y que los intermediarios se llevan la gran tajada mientras que a ellos les pagan una cochinada. Diay, si fue por eso que el Macho Carazo creó estas ferias, para que hubiera más justicia en la producción y en el comercio, me dijeron.
Al doblar la esquina, juemialma, la venta de chicharrones y todo tipo de fritangas A estas horas, ni me diga. Ahórrese el comentario que yo también pensé lo mismo con ese olor y en puriticas ayunas. Qué mantequero, por Dios.
No, si venir a la feria es lo máximo. Los productos son frescos, sabrosos, recién cosechados, se les mete el hombro a estos carajos y estas carajas que tanto se matan en el campo y de paso tiene uno el chance de encontrarse con uno que otro amigo casi olvidado en el tiempo y con uno que otro de esos personajes de pasarela de la moda furris.
Y como si fuera poco, ya para irme, ¿no me voy encontrando con el puesto de ropa usada americana? Trajes, sacos, ropita de bebé, camisas como nuevas, juguetes y hasta un buen par de botellas que ojalá, digo yo, fueran nuevas porque usadas como que feíllo.
Yo vuelvo, le dije a la doña, el otro domingo vuelvo, ¿no ve que es un puro vacilón? ¡Solo bueno!

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