La lucha ha valido la pena
Alberto Salom Echeverría albertolsalom@gmail.com | Viernes 21 abril, 2023
Fue recientemente el afamado escritor Sergio Ramírez, quien planteó lo perturbadoras que pueden resultar hoy las novelas de Charles Dickens, escritor inglés del siglo XIX, “por su descarnada exposición del delito incubado en la miseria.” (Cfr. Ramírez Sergio. “La Nueva Edad de la Fe”. Artículo periodístico, La Nación. 16.04.2023. “Página Quince”). Aludiendo a este ejemplo, el escritor nicaragüense, pero de talla internacional ha querido combatir la “nueva fe moralista”, bajo cuya tutela se censura, hasta hacer desaparecer de los colegios, si fuera posible, en especial del llamado “cinturón bíblico” en los Estados Unidos, aquella literatura cuestionadora de la realidad como también lo fueron las obras de Orwell preventivas de lo que el propio autor denominó “el orden totalitario”, el cual querría desde semejante autoritarismo reinventar la escritura del pasado. Pero, la verdad es que, no se necesita vivir en un país totalitario nos dice también Sergio, para que se establezca la “edad de la fe”.
Se trata explica Ramírez de un nuevo puritanismo mediante el que se quiere implantar en los Estados Unidos y más allá, una nueva fe religiosa, supremamente intransigente y castigadora. Lo más delicado es que este puritanismo pretende hacerse global. Así en este mundo interconectado, las influencias ideológicas y culturales emanan, sobre todo del norte pudiente y prepotente al sur subdesarrollado y desventurado. Esta nueva moral ha llegado como ave migratoria de rapiña, dispuesta a estacionarse en los países del sur, para hurtar nuestra herencia cultural e imponernos una superestructura neocolonial, una ideología moralista y prepotente que juzga y condena, muy conveniente a los intereses de las capas y élites dominantes de la sociedad.
Desde esta perspectiva, no se quiere ni estudiar el delito, ni interesa comprenderlo; más vale darle la espalda a la ciencia, esta sencillamente no debe estorbar, pues no tiene incumbencia en estos asuntos que pertenecen insisto, a una moral que mira a la sociedad “desde arriba”, una moral puramente punitiva; el delito se condena y se castiga con rudeza y punto. “Castigo Divino” como se denomina una novela de Sergio Ramírez, es lo que debe predominar en la sociedad con el afán de preservarla libre, impenetrable e imperturbable del magma del pensamiento cuestionador y crítico que, la puede socavar desde abajo.
He recordado hoy las lecturas de Dickens, que trajo a colación en estos días, el mismo escritor Sergio Ramírez. En sus amenas y soberbias lecturas, Dickens se adentra con agudeza en la sociedad victoriana del siglo XIX que, en muchos sentidos conservan su vigencia hasta el día de hoy. Será por eso tal vez, que le llaman a Charles Dickens “el cronista de la miseria victoriana” del siglo XIX. En la actualidad, con el término «moral victoriana» se hace alusión a todos aquellos valores que abarcan una fuerte represión sexual, una baja tolerancia ante el delito y un estricto código de conducta social. Esta realidad se pone de manifiesto, entre otras, en algunas de las mejores obras de Dickens como son: “Oliver Twist” (1837-1839), “David Copperfield” (1849-1850), o “Historia de Dos ciudades” (1859).
En “Historia de dos Ciudades”, nos habló de Francia y de Inglaterra, comparándolas entre sí. En un inicio nos narra bellamente el siguiente pasaje que, muy a pesar de su esplendor, también quedaría censurado: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”. De Francia, el autor la describe como una sociedad regida: “Bajo la dirección de sus pastores cristianos, se entretenía, además, con distracciones tan humanitarias como sentenciar a un joven a que se le cortaran las manos, se le arrancara la lengua con tenazas y lo quemaran vivo, por el horrendo delito de no haberse arrodillado en el fango un día lluvioso, para rendir el debido acatamiento a una procesión de frailes que pasó ante su vista, aunque a la distancia de cincuenta o sesenta metros…” En tanto que, su vecina Inglaterra fue descrita como aquella otra que: “Apenas si había […] un átomo de orden y de protección que justificara la jactancia nacional. La misma capital era, por las noches, teatro de robos a mano armada y de osados crímenes. Públicamente se avisaba a las familias que no salieran de la ciudad sin llevar antes sus mobiliarios a los guardamuebles, únicos sitios donde estaban seguros [...] En las cárceles de Londres se libraban fieras batallas entre los presos y sus carceleros y la majestad de la ley los arcabuceaba convenientemente.” (Cfr. Dickens, Charles. “Historia de dos ciudades”. Editorial Chapman and Hall, Londres, 1859).
En la sociedad actual costarricense, como ha dicho acertadamente el ex viceministro de justicia del gobierno Solís Rivera (2014-2015) y profesor en la UNA, Marco Feoli, “muchos de los encarcelados cometieron delitos asociados a pobreza y exclusión.” (Cfr. Feoli, Marco. “El papel de las cárceles en la seguridad ciudadana”. Artículo periodístico en La Nación, “Página Quince”. 01.04.23.) Exactamente igual que lo explica Charles Dickens de la sociedad victoriana, donde muchos delitos resultaron incubados en la miseria y como lo narra Sergio Ramírez también; con la única ventaja en nuestro caso que, fue prohibida por decreto la pena de muerte desde finales del siglo XIX por el propio presidente de la República, Tomás Guardia Gutiérrez. Luego se abolió para todos los delitos, no solo ya para el homicidio premeditado y seguro, sino, por otro lado, para el alevoso y demás.
Fue bajo el mandato y por iniciativa de la muy valiente ministra de Justicia y Paz, del mismo gobierno Solís Rivera, que la Lic. Cecilia Sánchez Romero, inició un proceso de reforma sin precedentes en el sistema penitenciario de nuestro país, conducente a modernizarlo, poniendo el énfasis en la educación para la prevención del delito y el tratamiento del delincuente, todo ello encaminado a enfrentar el horrible e inhumano hacinamiento en las cárceles, donde los presidiarios, del orden que fuera, terminan por corromperse; más aún, debido a otros tratos vejatorios y humillantes, amén de violatorios de los derechos humanos. Todo lo cual lo inició la exministra Sánchez, bajo el asedio y el fuego cerrado de esa “moral” hipócrita y aberrante, al son de muchos medios de información, todos clamando al unísono por linchamiento público contra la ministra y sus acompañantes…Y todos también, cerrando filas en contra de la licenciosa aspiración de desatorar las cárceles, porque supuestamente, la libertad de un solo preso, por más que tuviera años de un comportamiento ejemplar en el penal y aunque, en muchas ocasiones, su delito hubiese sido considerado con una serie de atenuantes por los jueces que dictaron sentencia, pondría en peligro la vida y tranquilidad de toda la sociedad. El juicio de muchas personas aferradas a esa moral farisea, falsa o de tartufo que prefiere decir encogiéndose de hombros: ¡No, que se pudra en la cárcel!
La creencia más generalizada es que, quien está en la cárcel, está bien guardado allí; y se hace caso omiso, al hecho de que, una buena parte de los que delinquen, ya por homicidio culposo, ya por robo no agravado, u otros por delitos menores, se forjaron en una sociedad que les negó oportunidades de empleo, de salud y de buena educación y, de feria, se les recetó un encierro que ha estado muy lejos de ser un correccional, ni mucho menos un lugar en el que pudiera rehabilitarse y rehacer su vida. Pero no, oídos sordos para todas estas personas. Una buena parte de la sociedad no las considera como tales; por más que ese sector social acomodado, nunca hayan visitado un penal, tampoco una barriada pobre en la que cunde la desesperanza. La sociedad es la que nos corrompe como decía Rousseau. Pero, por eso puso el acento en la educación de calidad para todas las personas por igual, indistintamente de su condición social. (Léase al efecto “El Emilio” o “De la Educación”, obra escrita en 1762.) O sea, prevención, política social preventiva y educativa, en lugar de cincha, garrote y encierro. Es posible que los resultados no los obtengamos inmediatamente, pero son más seguros cuando se logra disminuir la pobreza y la desigualdad social. Y, claro que mientras vienen esos resultados debe haber seguridad ciudadana, pero una seguridad donde el acento este puesto en la prevención del delito antes de tener que acudir a las políticas represivas.
Entre las realizaciones más importantes, impulsadas por la entonces ministra Sánchez, que son muy poco conocidas en el país, están: haber cerrado las llamadas “tumbas”, un ámbito de máxima seguridad totalmente violatorio de los derechos humanos; haber reducido los niveles de hacinamiento y haber logrado humanizar la ejecución de la pena. La metodología llevada adelante por Cecilia Sánchez y su equipo de trabajo para impulsar la reforma, estribó en un proceso bastante original extraído de la identidad cultural de los costarricenses; como dijo la propia ministra, consistió en: “la promoción de una serie de actividades que permitieron mover a nuestra población hacia el arte, la cultura, el deporte, el acercamiento familiar.” Así fue expresado por ella misma en una entrevista concedida a “El Mundo CR”, previa a su salida del puesto de ministra de Justicia, para pasar a ser directora del “Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD), en el 2017; la primera mujer latinoamericana en alcanzar tan honroso puesto de trabajo, desde donde pudo continuar desarrollando esa misma línea de acción, pero con un alcance mayor, ya que, en el ILANUD, le correspondió hacerse cargo de la problemática carcelaria en toda la región de América Latina.
En las cárceles costarricenses, la modificación del espacio físico era importante, y se modificó en gran medida, pero, hay algo a lo que la ex ministra Cecilia Sánchez le concedió mayor relevancia todavía como fue cambiar el modelo de atención de los privados de libertad. El nuevo modelo que se implementó tenía como eje de atención de la población en las cárceles, inducirlos al estudio y al trabajo, muchos lograron obtener títulos de las universidades y de otras instituciones de educación. La idea consistió en que previo estudio esa población pudiese, una vez capacitada, movilizarse libremente y dedicarse a aquello para lo que se había capacitado, a fin de terminar con la ociosidad en la institución penal, donde el ser humano se degradaba y corrompía, víctima de la ociosidad y rehén por ende de la indolencia, la falta de respeto por sí mismo y por los demás, en cuyas condiciones las personas privadas de libertad carecían de oportunidades para reformarse de los vicios adquiridos las más de las veces, en las mismas condiciones de precariedad en las que habían nacido y crecido. En aquellas condiciones, que hoy están presentes de nuevo, porque se abandonaron muchas de las iniciativas incoadas u originadas por la exministra Sánchez, se reproducían, como se siguen dando hoy vicios, violencia y otros males propios de semejantes condiciones carcelarias. Para que la reforma pudiese continuar teniendo éxito, era y es menester que el propio presidente de la República se involucrara, como ocurrió con el presidente Luis Guillermo Solís, quien le brindó entonces con valentía el respaldo que era necesario.
Se trató de una “Reforma” (escrita así con mayúscula), que valió la pena; ahí han quedado estampadas en la mente y en el corazón de la población que se había visto afectada por las inhumanas condiciones de hacinamiento y malos tratos de nuestro sistema penitenciario, las nuevas oportunidades y el nuevo tratamiento concedidos a todos ellos por los trabajadores que los atendían con una nueva mentalidad, así como debido a las políticas públicas que, bajo la conducción de la ministra Sánchez se aprobaron. Conviene dejar claro, que algunas de las más importantes medidas implementadas, se ejecutaron sin engrosar el personal, simplemente induciendo una reubicación de la población trabajadora; tal fue el caso de la oficina de Inserción Social.
Antes de asumir la dirección del ILANUD, el 1 de enero del 2018, Cecilia Sánchez recibió una honrosa felicitación y el reconocimiento por el presidente de la República y también nada menos que por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la cual calificó los resultados de su labor como ejemplares para la región.
Deseo ahora, remarcar y traer a colación un recuento de su obra, además de lo ya expresado, por la eficiencia y eficacia de los logros alcanzados; parafraseo un informe de rendición de cuentas del propio Ministerio de Justicia y Paz, en un comunicado emitido el 12 de diciembre del 2017:
1.Se logró reducir la sobrepoblación carcelaria a niveles admisibles por los estándares internacionales.
2.Después de que no se construyeran centros carcelarios en el país durante 20 años, la gestión de la ministra Sánchez dejó construidas tres Unidades de Atención Integral en San Rafael de Alajuela, Pérez Zeledón y Pococí de Limón. Los centros tienen capacidad para albergar en total 1.600 internos, con condiciones dignas y posibilidades de estudiar y trabajar para garantizar la reinserción social.
3.También se remodelaron espacios en centros penitenciarios, se mejoraron las condiciones de trabajo de la Policía Penitenciaria y, mediante el Viceministerio de Paz, quedó construida y estructurada la red de los Centros Cívicos por la Paz.
4.El trabajo de la exministra Sánchez también permitió dejar avanzado el nuevo modelo de atención penitenciaria, clausurar las celdas de castigo en el Centro de Adaptación Social La Reforma (conocidas como Las Tumbas), a las cuales hicimos referencia.
5. Se impulsaron proyectos para apoyar a las mujeres y a la población joven, y firmar acuerdos con universidades, municipalidades, organizaciones no gubernamentales y clubes deportivos, así como la implementación del sistema de vigilancia electrónica. En mi condición de exrector de la UNA, tuve el honor y la oportunidad de firmar uno de estos acuerdos con Cecilia Sánchez en calidad de ministra de Justicia y Paz, lo que dio lugar a un meritorio trabajo de jóvenes estudiantes de distintas escuelas de la UNA, entre ellas la de Administración, la de Relaciones Internacionales, la División de Educación Básica del CIDE, y estudiantes del Centro de Estudios Generales, entre otras.
Hoy se vuelve a la política de la improvisación por parte del gobierno, el cual nos receta desdichadamente lo que una vez la misma diputada oficialista Pilar Cisneros, refiriéndose a otro plan, denominó “más de lo mismo”. Leo con honda preocupación el comunicado del pasado 19 de abril de esta administración en el que nos habla de seis reformas de ley, que son un verdadero culto a la improvisación y a la ocurrencia. Como si no supiéramos para empezar cuánto debe durar un buen proyecto en la Asamblea Legislativa para cocinarse, madurar hasta que esté preparado para servir de guía en la solución de los problemas sociales. Con el respeto debido, el presidente Chaves, a sabiendas que en verdad urge una buena política de atención a la inseguridad ciudadana, hoy más que nunca provocada y dirigida por el narcotráfico, el cual, se ha instalado en nuestra sociedad amasando un enorme poder para corromper y usar jóvenes, en lugar de ello, se propone a la sociedad que aceptemos seis proyectos de ley, y algunas peregrinas ideas para atender lo inmediato, sin tocar fondo. En el comunicado nos dice a semejanza del matonismo desplegado por el gobernante salvadoreño: “Queremos una mejor Costa Rica para las próximas generaciones, y solo luchando contra la criminalidad es que lo vamos a lograr. Yo quiero que la gente pueda andar tranquila en la calle, etc…” ¿Y las políticas de fondo para impartir educación, en donde estamos más atascados que nunca? ¿Y la política social preventiva y con planes bien concebidos? Para alcanzar una mejor Costa Rica, ah no “…solo luchando contra la criminalidad es que lo vamos a lograr.” Válgame, Dios. Como muy bien me lo resumió una amiga: “más de lo mismo, más represión, juzgar menores como adultos, más policías, pero menos beneficios penitenciarios y peor aún, cero inversiones en política social y prevención.” “¡Aviados estamos!”, o sea, en buen romance ¿en qué lío nos hemos metido?
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