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COLUMNISTAS


La prisión no es panacea

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 10 julio, 2017


La prisión no es panacea

Una vez más The Economist (27 de mayo 2017) nos plantea el tema de las prisiones, y el abuso que en algunos lugares como EE.UU. se hace de su uso.

El tema es de gran importancia para nosotros, pues la tasa de encarcelación ha venido creciendo aceleradamente en los últimos años.
Esa revista nos recuerda la afirmación de Douglas Hurd cuando era secretario del Interior británico: “La prisión es una manera muy costosa de convertir a una persona mala en una persona peor”. Y lo hace al señalar las altas tasas de encarcelamiento prevalecientes en EE.UU., y su crecimiento en países de América Latina, mientras en Europa han disminuido.

El International Centre for Prison Studies de Kings College de Londres recopila y analiza información de la situación de encarcelamiento en el mundo.

Allí podemos ver que de 2000 a 2015, el número total de prisioneros creció un 20% mientras la población mundial aumentó un 18%. Pero hay grandes diferencias regionales. En América el crecimiento del encarcelamiento en estos 15 años fue el doble, de 40%, y en Centroamérica el cuádruple, de un 80%. Pero en Costa Rica fue mucho mayor, un 130%: casi siete veces la tasa de crecimiento de la población recluida en el mundo.

Los datos de esta institución nos señalan que mientras en el 2000 había en las cárceles costarricenses 177 presos por cada 100 mil habitantes (tasa de encarcelamiento), en 2015 estábamos en 352, casi duplicándose la proporción de la población en las cárceles. Ese desmedido aumento de la proporción de habitantes en nuestro sistema penitenciario debe compararse con una tasa de encarcelamiento promedio en el mundo de solo 144 en 2015 (solo un 40% de la nuestra). Mientras en 2000 había en América Latina y el Caribe 23 naciones con tasas de encarcelamiento mayores a la nuestra, ya en 2015 solo hay 12, la mayoría de ellas en el Caribe con una larga tradición de pena de muerte y encarcelamiento.

Esto ocurre por dos tipos de razones. Por una parte una tendencia de varias décadas a tratar de resolver el grave problema de la delincuencia con el recurso —fácil e ineficaz— de aumentar los años de prisión de las penas, y de aumentar la cantidad de delitos tipificados con pena de prisión. A que se actúe así contribuye grandemente la presión de los medios de comunicación de hacerlo, incluso en el tema de la prisión preventiva que se quiere usar —muy equivocada e injustamente— como castigo de personas presuntamente inocentes.
Otro tipo de razones son la mayor penalización y persecución al narcotráfico desde los años 80 del siglo XX; y habernos convertido —por nuestra ubicación geográfica— en zona de paso entre los productores del Sur y los consumidores del Norte. Por esas últimas razones hemos sufrido un gran crecimiento en el consumo de drogas ilícitas (que quedan como pago en el territorio y se importan para los nuevos consumidores); los perversos efectos del crimen internacional; y el aumento de la violencia que trajo esta nueva forma delictiva, con su liquidación de cuentas mediante el asesinato y el uso de sicarios, que son acciones copiadas por la delincuencia ordinaria local.

Claro que esta dolorosa, costosa e ineficiente realidad se da también con relación a las mujeres prisioneras. En Costa Rica su número ha aumentado en un 122% de 2003 (año más antiguo para nuestro país en reportes de prisioneras del International Centre for Prison Studies) a 2015, lo que es más del doble del incremento en el mundo de un 50%. Pero el incremento total de presos es tan grande que la proporción de mujeres del total de presos ha disminuido del 6,8 al 5,8% en ese lapso, especialmente por los cambios entre 2009 y 2015.

La prisión pretende evitar que los detenidos cometan delitos fuera de la cárcel, lo que definitivamente cumple. Pretende evitar que las personas delincan por el temor a la reclusión, pero el horizonte de planeamiento de los criminales es corto y prevalecen los efectos a corto plazo, por lo que extender las penas no tiene mayor efecto disuasivo. Y pretenden rehabilitar a los delincuentes, lo que difícilmente se cumple, y definitivamente es muy limitado el logro cuando hay hacinamiento penitenciario, como en la Costa Rica de los últimos diez años.

Mejorar la policía preventiva da mejores frutos que incrementar el encarcelamiento y rehabilitar disminuye más la criminalidad que extender las penas. Estos temas de prevención y rehabilitación los he señalado en mis artículos “Dignidad, seguridad ciudadana y reincidencia” y “¿Cárcel o policía?” que se pueden ver en Alternativas www.rodriguez.cr

Lo anterior no quiere decir que no se justifique la prisión para cumplir sus tres objetivos. Pero no se justifica incrementar las penas, hacinar ni no trabajar por la rehabilitación.

Parece que no estamos enfocando las cosas bien. Hemos optado por meter más gente por más tiempo a la cárcel, y con ello encarcelamos personas menos peligrosas que si tuviéramos solo los más dañinos en prisión. Además así, los más violentos convierten en más peligrosos a los menos violentos, lejos de que los segundos conviertan a los primeros.
 

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